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El escultor y pintor Mariano Jerónimo Vilallonga inaugura mañana su nueva exposición 'Itinerarios de la resistencia: 58 eran 83', un proyecto artístico que transforma un recorrido físico y simbólico en una cartografía sensible, poética y escultórica. Esta muestra podrá ser visitada por el público en el Centro de Arte Alcobendas hasta el 7 de septiembre de 2025, ofreciendo durante casi dos meses una experiencia inmersiva y reflexiva en torno al desplazamiento, el paisaje y la memoria. Concebida como un gesto tanto poético como físico, esta propuesta nace del intento personal del artista de trazar y recorrer una línea recta, imaginaria pero intencionada, entre dos refugios: uno situado en la ciudad y otro enclavado en la montaña. La idea era no desviarse, mantener la línea pura, directa. Ese trayecto ideal, representado con el número 58, fue pronto desafiado por las irregularidades del territorio real, que lo transformaron en un camino distinto, más largo y más complejo: el número 83. Este nuevo recorrido fue moldeado por obstáculos inesperados, decisiones inevitables, desvíos obligados y por la memoria del propio terreno, lo que lo convirtió en un acto de resistencia frente a la linealidad y la planificación. «Esta exposición es fruto de mi anterior trabajo, que estaba muy relacionado con todo lo que tenía que ver con la naturaleza y lo artificial», explica el artista a ABC. El artista reconoce que el aprendizaje que saca de este proyecto es el propio camino el que lo ha marcado. «Al final, esta es una exposición que surge de un camino, no es una exposición que surja de tu cabeza. El propio camino te va dictando cómo tiene que ser todo, y al dictártelo, te mete en nuevos materiales y en nuevas formas de crear cosas que nunca había trabajado». A lo largo del proyecto ha aprendido a trabajar el aluminio, el hormigón, la madera… todos estos materiales. La piedra, por ejemplo, nunca la había utilizado, y ha sido un aprendizaje sobre todo de ,material y de trabajo físico. También ha habido un aprendizaje mental, aunque en menor grado: «Aprendes a ver el mundo de una manera diferente. A ver lo pequeño que es el mundo, porque empiezas a calcular las distancias de otra forma. Aprendes a medir a través del cuerpo humano, que es algo que creo que nadie aprende con libros ni con información». En la sala expositiva, toda esta experiencia vital toma forma concreta a través de un «bosque» de columnas-tótem, estructuras verticales que condensan materiales recolectados por el artista durante ese viaje. Cada columna es una especie de contenedor de huellas, residuos, fragmentos del camino. Estas piezas están acompañadas por cuatro esculturas monumentales realizadas también por Vilallonga, que representan distintos estados del cuerpo y del ánimo en el trayecto: andar, caer, vigilar y descansar. Además, un extenso mural cartográfico narra, por medio de silencios, vacíos, fragmentos y líneas interrumpidas, tanto lo que fue transitado como lo que pudo haber sido. La exposición es también una reflexión profunda sobre la reconciliación entre la naturaleza y la ciudad, entre el barro y el cemento, entre lo salvaje y lo construido. Y, sobre todo, es una meditación sobre el caminar como forma de pensamiento, de resistencia silenciosa y de conexión con el entorno.
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Agentes de la Sección de Patrimonio Histórico de la Unidad Centrar Operativa (UCO) de la Guardia Civil han recuperado 62 bienes culturales exportados ilegalmente desde España hacia Italia por un matrimonio alemán afincado en Marbella (Málaga). Se trata de una operacion conjunta de más de dos años con el Comando para la Tutela de Protección del Patrimonio Cultural de los Carabinieri y en cooperación con el Ministerio de Cultura español. En concreto, las obras recuperadas tienen un valor provisional de más de tres millones de euros . Entre ellas se encuentra un retablo, que destapó el caso, varias tablas renacentistas, pinturas, esculturas, tapices y mobiliario antiguo. Algunas de estas piezas están atribuidas a Amadeo Modigliani, Auguste Rodin y Brueghel. Tras...
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La impresionante vista de Venecia de Canaletto , 'El regreso del Bucintoro en el día de la Ascensión' (hacia 1732), encabezó el martes la subasta nocturna de antiguos maestros de Christie 's, durante la Semana Clásica de Londres. Partía con una estimación de más de 20 millones de libras. Finalmente se remató en 31,9 millones de libras (43,9 millones de dólares, 37,2 millones de euros), nuevo récord del artista . Había aparecido en subasta solo dos veces en sus 300 años de historia: en 1751 y en 1993. La pintura se encuentra en un buen estado de conservación. Inaccesible para los académicos durante gran parte de su historia, solo recientemente se ha descubierto que la pintura colgaba en el número 10 de Downing Street , donde aparece registrada por primera vez en 1736, en la colección del primer primer ministro británico, Sir Robert Walpole (1676-1745). Esta ilustre procedencia de principios del siglo XVIII la convierte, junto con su réplica del Gran Canal, en la obra más antigua registrada del maestro veneciano colgada en una casa inglesa, un cuarto de siglo antes de que el Rey Jorge III adquiriera los Canalettos del cónsul Joseph Smith. Extremadamente ambiciosa tanto en escala como en concepción, esta vista sumamente evocadora da testimonio del prodigioso talento y la técnica rigurosa de Canaletto, pintada en la cúspide de su carrera. Es su representación más antigua conocida de un tema al que volvería repetidamente, marcando el punto de partida para que Canaletto pintara tales festividades. Esta obra colgaba junto a otra vista del Gran Canal, mirando al noreste desde el Palacio Balbi hasta el Puente de Rialto . Las dos pinturas permanecieron juntas hasta la venta de la presente obra en Ader Tajan en 1993, donde, al aparecer en subasta por primera vez en casi 250 años, alcanzó un precio récord para una pintura de un antiguo maestro en una subasta en Francia. La excepcional calidad pictórica y el estado de conservación, junto con la distinguida procedencia de ambas pinturas, hicieron que, cuando se vendió la vista del Gran Canal en 2005, alcanzara un precio récord mundial para el artista en una subasta, título que aún ostenta veinte años después. Lo que se desconocía cuando la presente pintura se ofreció a la venta por última vez es que ambas pinturas comparten una notable historia temprana, habiendo pertenecido al primer ministro británico, el gran mecenas y coleccionista Sir Robert Walpole. Su presencia en la colección de Walpole fue advertida por primera vez por el historiador de arte británico y experto en viejos maestros Sir Oliver Millar (1923-2007), quien las encontró referenciadas en el catálogo manuscrito de pinturas de 1736 en el número 10 de Downing Street y en la subasta de 1751, cuando fueron vendidas por el nieto de Sir Robert, George Walpole; la copia manuscrita de la venta se conserva en la Biblioteca Nacional de Arte en el Victoria & Albert Museum. Se desconoce cómo y cuándo Sir Robert las adquirió. Es posible que fuera a través de su hijo Edward, quien fue enviado a Venecia con la misión de adquirir obras de arte entre enero de 1730 y enero de 1731, aunque ambas vistas se pueden fechar, por motivos estilísticos, alrededor de 1731-1732 y, por lo tanto, son ligeramente posteriores a la estancia veneciana de Edward. Aunque sin duda se vio facilitada por los contactos de Edward en Venecia, la compra de los cuadros debió de ser impulsada por la remodelación de la residencia de Downing Street entre 1732 y 1735, después de que el Rey Jorge II la ofreciera a Sir Robert Walpole en 1732. El arquitecto británico William Kent destripó los interiores de dos propiedades adyacentes y las unió para crear un nuevo complejo de sesenta habitaciones. Sir Robert y su esposa se instalaron allí en 1735, permaneciendo allí hasta que Walpole dejó el cargo en 1742, momento en el que trasladó su colección de cuadros a Houghton Hall. La festividad de la Ascensión de Cristo, que se celebraba el cuadragésimo día después del Domingo de Pascua, era la más espectacular de todas las festividades venecianas y era frecuentemente comentada por visitantes y viajeros. Exclusivamente en este día se utilizaba el Bucintoro, la galera oficial del Dux de Venecia y símbolo de la Serenísima. El modelo representado aquí, el último en fabricarse en el Arsenale, fue diseñado por Stefano Conti y decorado por el escultor Antonio Corradini, identificable por el león —símbolo de la ciudad de Venecia— en la proa y la figura de la Justicia. Acompañado por las autoridades de la ciudad, el Dux navegaba hasta el Lido en el Bucintoro y arrojaba un anillo al agua, un acto simbólico que representaba la unión de Venecia con el mar. Fue una ceremonia que reunió a toda la ciudad y siguió siendo una fecha clave en el calendario veneciano hasta la caída de la República en 1797. El Bacino di San Marco , donde se ambienta la escena, era el punto de llegada habitual, y sin duda el más emocionante, para los visitantes de Venecia. Las magistrales vistas de Canaletto , repletas de detalles y con efectos atmosféricos incomparables, lo convirtieron en el vedutista más exitoso de su época e influyeron en generaciones posteriores de paisajistas. En esta obra, su técnica es de una gran seguridad. Vívidos acentos de color guían la mirada del espectador por la composición, con toques de rojo vibrante que la salpican por completo. Canaletto parece dominar la fórmula para crear el efecto de agua ondulada, como arcos pálidos que recorren la superficie de la laguna. El artista demuestra una gran ligereza al describir figuras en movimiento, incluso en planos diferentes. La escena posee una atmósfera etérea y espontánea, y sin embargo, la técnica de Canaletto es muy precisa y su arquitectura, meticulosamente construida, con cada edificio delineado y detallado con rigurosa precisión. Demuestra una gran sensibilidad a las condiciones climáticas cambiantes. La imagen está impregnada de la cálida tonalidad de un día de principios de verano. La laguna está poblada de figuras elegantemente vestidas, reclinadas en góndolas; el Bucintoro, amarrado, se yergue majestuoso al fondo, y una multitud de curiosos se congrega en el muelle a lo lejos.
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Minutos antes, en la sala de autoridades del aeropuerto, se habían congregado numerosas personalidades, miembros del Patronato del Museo del Prado , directores generales del Ministerio de Cultura, el director del Museo del Prado, el presidente del Patronato, así como Justino Azcárate, miembro también del Patronato, que fue la primera persona que en el Senado, en 1977, reclamó la devolución del cuadro. Cuando el avión tomó tierra los periodistas y las autoridades que esperábamos la llegada del 'Guernica' fuimos trasladados a la terminal de carga, donde se dirigió el avión. Inmediatamente descendieron el ministro de Cultura, Íñigo Cavero , acompañado del director general de Bellas Artes, Javier Tusell , quienes se habían trasladado a Nueva York para ultimar los detalles de la devolución del 'Guernica' y acompañar al cuadro hasta su llegada al Casón del Buen Retiro lugar en el que será colocado definitivamente. Íñigo Cavero y Javier Tusell, con rostros emocionados, recibieron felicitaciones y enhorabuenas por la gestión realizada, mientras los pasajeros del avión, en vuelo regula r , descendían mostrando cierta sorpresa por las medidas de seguridad desplegadas: la mayoría de ellos no sabían que en ese vuelo viajaba el 'Guernica'. En sus primeras palabras, el ministro de Cultura destacó la importancia del hecho que se producía en esos momentos, y dijo textualmente: «Regresa el último exiliado». El ministro y el director general de Bellas Artes señalaron que por parte de la autoridades del MoMA habían recibido toda clase de facilidades. En el acto de entrega del cuadro en Nueva York, el ministro pronunció unas palabras que fueron contestadas por la señora Blanchette H. Rockefeller , quien no pudo contener su emoción y lloró al despedirse de esta obra de arte que, durante cuarenta años, ha permanecido en el museo, saliendo en dieciocho ocasiones para ser exhibida en diversos museos y galerías del mundo. Mientras al pie del avión, rodeados por importantes medidas de seguridad esperábamos la descarga del cuadro, Íñigo Cavero y Javier Tusell nos explicaron que doce personas especialistas en este tipo de trabajos habían sido las encargadas de descolgar el cuadro y embalarlo, labor que duró cinco horas y media. Seis eran los bultos que integraban este bagaje artístico. El 'Guernica' venía enrollado en un rulo introducido en una caja y ésta metida en otra mayor que llevaba la inscripción «From New York to Ministerio de Cultura» y cuyo peso era de 516 kilos y de 4,5 metros de largo por 1,7 de ancho . Asimismo, se ha traído el bastidor que sostenía el cuadro en el MoMA y en los otros cuatro bultos se introdujeron lo s 73 dibujos y bocetos preparatorios y posteriores al grabado. El hueco dejado por el 'Guernica' en el MoMA ha sido pintado y, en su lugar, se instalará una obra de Jackson Pollock . Recordaba Javier Tusell que estos días en Nueva York, visitando algunos lugares vieron numerosas reproducciones del 'Guernica' y que el embajador español, señor Liado, dijo que le daba la sensación que era una cosa importante de Nueva York que ahora desaparecía.
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En la sala 75 del Prado luce una espléndida pintura de historia, 'Los amantes de Teruel' . En la 63A, un maravilloso paisaje, 'Recuerdos de Granada'. El autor de ambas obras es el pintor valenciano Antonio Muñoz Degrain (1840-1924) , un pintor no muy conocido por el público. La pinacoteca, que atesora una veintena de sus pinturas, le dedica una pequeña monográfica en la sala 60 del edificio Villanueva. Forma parte de un proyecto puesto en marcha hace años para recuperar y poner en valor las colecciones del XIX , las más extensas del Prado. Generalmente, son obras que están en la reserva, han sido adquiridas, compradas o restauradas. Desde 2009 ya han pasado por ese espacio nombres como Beruete, Pérez Villaamil, Federico de Madrazo, Pradilla, Rosales, Sorolla... Tras abandonar el Casón del Buen Retiro, esta pintura se ha ido reivindicando y hallando su lugar en el museo. Buena 'culpa' de ello la tiene Javier Barón , jefe de la colección del siglo XIX del Prado. Esta muestra de gabinete reúne, hasta el 11 de enero , una docena de obras que revisan toda su trayectoria. Algunas se exhiben por primera vez en el museo. Preside la sala 'Paisaje del Pardo al disiparse la niebla' (1866), un monumental lienzo de dos por tres metros con el que ganó una medalla en la Exposición Nacional de 1866. Fue adquirido en 1867. Es el paisaje más destacado de Muñoz Degrain, que suele colgar en la colección permanente y que luce espléndido tras su restauración. Es una de las cinco obras de este artista que han sido restauradas recientemente. Capta la atmósfera de forma asombrosa. Explica Barón que se aprecia en ella la herencia velazqueña . No en vano, pasó tiempo copiando las obras del Prado. Muñoz Degrain es una 'rara avis' , uno de artistas españoles más singulares y originales del XIX, advierte Javier Barón. Creador de una gran versatilidad , «domina la técnica casi intuitivamente». Pintor de nocturnos , no se especializó en un género, sino que abordó con extraordinaria libertad la pintura de historia, el paisaje, la pintura religiosa, el orientalismo... Fue un bastión de la libertad en el arte. Al margen de las corrientes dominantes, anduvo constantemente buscando nuevos lenguajes pictóricos . En 1899 ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando con un discurso dedicado a l a sinceridad en el arte . Gran amigo del padre de Picasso , fue profesor de este en el curso 1897-98. El joven Pablo se matriculó en dos asignaturas: Paisaje, que impartía Muñoz Degrain, y Dibujo, a cargo de Moreno Carbonero. Picasso prefería escaparse al Prado y copiar a los grandes maestros. Completan la selección paisajes como 'Vista de Granada y Sierra Nevada' (un paisaje evocador en el que se funden imaginación y realidad), 'Vista tomada en los Pirineos navarros' o 'La sierra de las Agujas'. Además, 'Las escuchas marroquíes' (inspirado en un viaje a Tánger, sentía fascinación por lo misterioso, por el orientalismo y el exotismo del norte de África), 'Jesús en el Tiberíades' (ejemplo de su pintura religiosa), 'Rincón de un patio toledano' (desvela su maestría expresiva en los temas cotidianos ) o 'Antes de la boda', en el que retrata a Isabel de Segura. Un cuadro, comenta Barón, en el que se aprecia la influencia veneciana con un colorido vibrante y la pincelada suelta. En una vitrina, un estudio preparatorio a lápiz y tinta para su obra más célebre, 'Los amantes de Teruel', donado al museo por la familia Ellacuría Delgado, y un retrato fotográfico del artista realizado por Miguel Blay, donado por Mario Fernández Albarés. Reproduce un retrato en mármol de Blay. En octubre se incorporarán algunas obras a la muestra.
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Si uno quiere saber por dónde van los tiros hoy en el Museo Thyssen , basta con darse un paseo por el vestíbulo para ver hasta qué punto está 'colonizado' por la familia del barón y los dispares gustos personales como coleccionistas de cada uno de ellos. La espléndida colección de Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza , que el Estado español adquirió en 1993 por 350 millones de dólares y que es el núcleo central del museo, estaría representada por 'El Paraíso', de Tintoretto , uno de sus tesoros, al fondo del hall. A su lado, un colorista cuadro de la japonesa Ayako Rokkaku , de la colorista Colección de Blanca y Borja Thyssen . Poco o nada tienen que ver. Y...
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Durante décadas, el yacimiento de Tell el-Fara'in, en la región oriental del delta del Nilo, fue considerado uno más entre los numerosos asentamientos antiguos diseminados por esta franja baja y húmeda del Egipto septentrional. Sin embargo, una reciente campaña arqueológica liderada por investigadores de la Universidad de Manchester, en colaboración con la Universidad de Sadat City y las autoridades egipcias, ha cambiado de forma sustancial la percepción sobre este enclave. Lo que comenzó como una intervención exploratoria apoyada en imágenes satelitales ha conducido a la localización de estructuras urbanas bien conservadas, datadas entre el período tardío y la época ptolemaica, y ha permitido identificar con un grado creciente de certeza que el lugar corresponde a la antigua ciudad de Imet, mencionada en fuentes dispersas pero hasta ahora sin una ubicación específica confirmada. La intervención arqueológica ha adoptado un enfoque combinado que integra teledetección con trabajo de campo. Las imágenes de satélite de alta resolución permitieron identificar concentraciones anómalas de ladrillos de adobe bajo la superficie, que sugerían la existencia de arquitectura planificada en determinadas zonas del tell, el propio montículo arqueológico. Sobre esta base, el equipo dirigido por el egiptólogo Nicky Nielsen, de la Universidad de Manchester, definió las áreas de excavación, que rápidamente revelaron estructuras residenciales de gran escala y elementos constructivos poco comunes en otros puntos del país. Entre los hallazgos más destacados figuran los restos de varias edificaciones de varios niveles, conocidas como «casas torre», un tipo de vivienda característico del delta del Nilo entre los siglos VII a.C. y I d.C., pero infrecuente en otras partes de Egipto. Estas construcciones, dotadas de muros de cimentación excepcionalmente gruesos, estaban concebidas para soportar varias plantas y alojar a un número considerable de personas en espacios reducidos. «Su presencia en Imet sugiere que estamos ante una ciudad densa y compleja desde el punto de vista urbano, con una organización pensada para responder al crecimiento poblacional en una región donde el espacio habitable estaba limitado por la hidrología del delta», explicó Nielsen en un comunicado difundido por la Universidad. Las excavaciones también han revelado infraestructuras vinculadas a la economía local, entre ellas una plataforma pavimentada utilizada para la transformación o almacenamiento de grano, así como recintos interpretados como corrales o establos. Estos elementos apuntan a un sistema económico articulado en torno a la agricultura intensiva y la gestión de excedentes, probablemente integrado en redes de intercambio a nivel regional. El hallazgo de espacios especializados dentro de un entorno residencial sugiere, además, una convivencia estrecha entre las funciones domésticas y productivas, rasgo que ha sido documentado en otros núcleos urbanos del Egipto tardío, aunque con menor nivel de conservación. En el sector occidental del sitio, tradicionalmente asociado al área religiosa, se ha identificado una gran estructura datada en el período ptolemaico medio, construida con ladrillo de adobe y dotada de una sólida base revestida con yeso sobre suelo de piedra caliza. Este edificio se superpone a un tramo de lo que fue una vía procesional que conducía al templo de la diosa Wadjet , divinidad tutelar del delta y figura central en el panteón local. La interrupción de esta vía y la construcción de nuevas edificaciones sobre su recorrido original se interpretan como un indicio del abandono o transformación del culto a Wadjet en algún momento del siglo III a.C., lo que encajaría con los cambios políticos y religiosos que acompañaron la consolidación del dominio greco-macedonio en Egipto. Según señaló Mohamed Ismail Khaled, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, «los elementos descubiertos en la zona del templo confirman que Tell el-Fara'in no fue únicamente un asentamiento residencial, sino también un centro de culto relevante a nivel regional, cuya evolución refleja las tensiones entre tradición local y nuevos órdenes religiosos introducidos a partir del período helenístico». Esta dimensión simbólica del asentamiento queda corroborada por el conjunto de objetos rituales hallados en distintos sectores del yacimiento. Entre las piezas más significativas está una figurilla funeraria, conocida como ushabti, de fayenza verde, correspondiente a la dinastía XXVI y decorada con inscripciones finamente trazadas; una estela con la representación del dios Harpócrates, en actitud protectora sobre cocodrilos, rodeado de iconografía apotropaica que incluye serpientes, escorpiones y la imagen del dios Bes; y un sistro de bronce decorado con cabezas dobles de la diosa Hathor, que remite al ámbito de la música ritual y las prácticas litúrgicas asociadas al templo. Este tipo de repertorio material permite reconstruir no solo las creencias religiosas vigentes, sino también las formas en que estas se manifestaban en la vida cotidiana, con objetos destinados tanto al uso privado como al ceremonial. El trabajo arqueológico en Tell el-Fara'in ha sido posible gracias a un equipo multidisciplinar integrado por especialistas de distintas instituciones , entre ellas la Universidad de Liverpool y la Universidad de California en Los Ángeles. Además de Nielsen, participan en la misión investigadores como Hamada Hussein, de la Universidad de Sadat City, así como técnicos egipcios con amplia experiencia en excavaciones en la región del delta. Esta gran colaboración internacional ha permitido no solo avanzar en la excavación, sino también aplicar tecnologías de registro y análisis que enriquecen la documentación del sitio y abren nuevas líneas de investigación sobre su evolución urbana. La identificación de Imet y el volumen de información recuperado hasta ahora sitúan al yacimiento en una posición destacada dentro del estudio del Egipto del primer milenio antes de nuestra era. Hasta fechas recientes, el conocimiento de las ciudades del delta se veía obstaculizado por la destrucción de contextos estratigráficos, las dificultades de conservación en ambientes húmedos y la ausencia de referencias textuales precisas. En este contexto, Tell el-Fara'in se perfila como una fuente clave para repensar las dinámicas urbanas, económicas y religiosas de una región que fue, durante siglos, el núcleo agrícola y logístico del país. No obstante, a pesar de los avances, los investigadores subrayan que se trata de una primera fase de trabajo y que gran parte del sitio permanece inexplorado, por lo que los próximos años estarán dedicados a la excavación sistemática de otras áreas del asentamiento, así como al análisis detallado del material cerámico, epigráfico y bioarqueológico recuperado hasta el momento. Como señaló Nielsen, «el caso de Imet muestra cómo, incluso en regiones ampliamente estudiadas como Egipto, a ún quedan ciudades enteras por redescubrir, y con ellas, nuevas formas de entender la historia».
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Seductor, atractivo, carismático, descarado, brillante, talentoso y divertido, pero también pícaro, muy sexual, arrogante, exasperante y «un poco cabrón». Así definen quienes le conocen al fotógrafo que puso el mundo patas arriba y se hizo tan famoso como sus retratados. Aquel niño disléxico de familia de clase obrera en el East End londinense acabó siendo amigo de las estrellas (a los 25 años ya era una celebridad) y amante –en cuatro ocasiones, marido– de alguna de sus musas, casi todas modelos. El fotógrafo británico David Bailey (Leytonstone, Londres, 1938) se convirtió en un icono, una leyenda . Apasionado de la ornitología (desde niño estaba obsesionado con los loros), tiene una innata e insaciable curiosidad visual, una necesidad de desafiar y...
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Cuando la artista norteamericana Barbara Kruger (Newark, Nueva Jersey, 1945) creó 'Forever' (Para siempre) en 2017, difícilmente podía adivinar que esa instalación inmersiva, que hoy luce en una de las salas del Guggenheim Bilbao , sería visionaria. A los frentes abiertos en Ucrania y en Gaza, se suma el ataque de Estados Unidos a Irán. La amenaza de una III Guerra Mundial ya no parece un espejismo. En la pared central se alude a guerras de todo tipo: militares, santas, raciales, comerciales... En las paredes laterales, textos distorsionados con una lente de aumento. A un lado, una cita de V irginia Woolf : «Tú ya sabes que las mujeres han servido durante siglos como espejos...». En el suelo, con letras...
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De niña, jugaba a disfrazarse con vestidos de fiesta de segunda mano de los años 40 y 50 que le compraba su madre en una tienda local. Y con la ropa vintage de su bisabuela que halló en el desván de su casa. Ya de adolescente, vestirse era para ella una forma de rebelión y de liberación. Maestra del disfraz , Cindy Sherman es un lienzo en blanco: se maquilla igual que un pintor usa el pincel en un cuadro. Añade pelucas, vestidos, complementos... Interesada en experimentar con diferentes identidades, ha confesado: «Me gustaría poder tratar cada día como Halloween y disfrazarme y salir al mundo como un personaje excéntrico». Se inspira para sus fotografías en clichés visuales del cine,...
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