El Museo Reina Sofía ha iniciado las obras de restauración de las fachadas de los edificios Sabatini y Nouvel , ambos pertenecientes a su sede central. En una primera fase, se ha instalado un andamiaje en la fachada del edificio Sabatini, que será cubierto con grandes lonas impresas con obras emblemáticas de la colección. Esta intervención forma parte del proyecto 'El Museo sale a la calle', desarrollado con la colaboración de El Corte Inglés. Desde la plaza Juan Goytisolo, los viandantes podrán contemplar en gran formato tres piezas icónicas : 'La Verbena', de Maruja Mallo ; 'La Tertulia', de Ángeles Santos , y 'Estructuras ópticas', de Elena Asins . Por su parte, la fachada que da a la Ronda de Atocha estará presidida por el 'Retrato de Madame Josette Gris', de Juan Gris . Las obras de restauración de las fachas de los edificios Sabatini y Nouvel están siendo financiadas con Fondos Europeos a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) y se han realizado mediante un encargo a la Sociedad Mercantil Estatal de Gestión Inmobiliaria de Patrimonio, M.P.S.A. (SEGIPSA) por parte del Museo Reina Sofía. El presupuesto base de licitación para estas obras es de 3.987.108,30 euros . Estas actuaciones se alinean con los objetivos del Componente 14 del PRTR para modernizar el sector turístico español desde una perspectiva integral, enmarcado dentro de la financiación de proyectos sostenibles de mantenimiento y rehabilitación del patrimonio histórico con uso turístico. El proyecto contempla, como principales actuaciones, la mejora del estado de conservación de las fachadas exteriores e interiores del edificio de Sabatini, así como la adecuación de la terraza ubicada en la tercera planta. Asimismo, se procederá a la renovación de la pintura exterior de la estructura metálica de la ampliación de Nouvel. Todas estas mejoras se realizarán empleando materiales sostenibles que contribuyan a la conservación y eficiencia medioambiental del conjunto.
Un tribunal francés ha condenado este miércoles a prisión a un destacado anticuario por engañar al Palacio de Versalles y a adinerados coleccionistas para que compraran muebles que él había ayudado a construir, alegando que databan del siglo XVIII. La sentencia del Tribunal de Pontoise, al norte de París , pone fin a uno de los mayores escándalos de falsificación que ha sacudido el selecto mundo de los principales museos franceses. Bill Pallot, de 61 años, junto con otras cinco personas fue juzgado por primera vez en primavera. Pallot y el tallador de madera Bruno Desnoues fueron condenados por producir y autenticar sillas que vendían, haciéndolas pasar por piezas históricas que adornaron las habitaciones de personajes como Madame du Barry, amante de Luis XV, o de la reina María Antonieta. Entre los clientes engañados por las piezas se encontraban el Palacio de Versalles y adinerados coleccionistas, entre ellos un miembro de la familia real catarí. Pallot fue condenado a cuatro años de prisión, incluyendo cuatro meses de cárcel, a una multa de 200.000 euros (230.000 dólares) y a cinco años de inhabilitación para ejercer como experto. No irá a la cárcel tras haber pasado un tiempo en prisión preventiva tras su arresto. Conocido por su distintiva melena y sus trajes de tres piezas, Pallot ha sido descrito por la revista Vanity Fair como «el mayor experto mundial en obras de la Francia del siglo XVIII». Paris Match lo calificó como «el Bernard Madoff del arte», en referencia al difunto financiero estadounidense que ideó una notoria estafa piramidal. Pallot afirmó que la sentencia fue «un poco severa financieramente», aunque se mostró satisfecho de que su apartamento no fuera embargado, contrariamente a la petición del fiscal. «Pensamos hacerlo por diversión, para ver si el mercado del arte se daba cuenta o no», declaró Pallot ante el tribunal. «Todo salió a la perfección», añadió. Desnoues , un destacado tallador de madera, fue condenado a tres años de prisión, incluyendo cuatro meses de prisión, y a una multa de 100.000 euros. En el tribunal, se presentó como un humilde artesano, desinteresado en el dinero y motivado únicamente por su amor al arte y «el placer de trabajar, de crear cosas bellas». Un abogado del Palacio de Versalles insinuó que los hombres se libraron con demasiada facilidad, denunciando «las maniobras particularmente diabólicas» de los dos principales acusados y señalando «trata de personas limpias y de guante blanco». «Cuando te pillan con las manos en la masa, no te condenan a penas de prisión muy largas», declaró Corinne Hershkovitch. «Sentimos que no estamos protegidos para el futuro», añadió. La pareja se embolsó casi 1,2 millones de euros en comisiones. Las galerías y casas de subastas ganaron aún más, vendiendo muebles falsos al Palacio de Versalles y a coleccionistas multimillonarios. Tras la Revolución Francesa, el Palacio de Versalles quedó completamente vacío, con miles de muebles reales y otros objetos dispersos en subastas revolucionarias. Casi la mitad de las falsificaciones de Pallot y Desnoues fueron adquiridas a través de diversos canales por el Palacio de Versalles, que desde la década de 1950 ha buscado redecorar la antigua residencia de la realeza francesa. «De hecho, la decisión de Versalles de comprar las sillas dependía de la aprobación de Pallot», declaró Vanity Fair en 2018. «Y basándose en la aprobación de Pallot, el gobierno clasificó dos de sus lotes de falsificaciones como tesoros nacionales». Acusada de no realizar suficientes comprobaciones, la prestigiosa galería de antigüedades Kraemer fue absuelta. El fiscal había solicitado una multa de 700.000 euros. Los intermediarios entre los falsificadores y los compradores finales creyeron haber sido engañados por la reputación de Pallot, y los cargos contra la mayoría de ellos fueron desestimados durante la investigación que duró ocho años. Pasando desapercibida durante años, la estafa causó daños estimados en 4,5 millones de euros. El fraude se descubrió accidentalmente durante una investigación sobre el lujoso estilo de vida de una pareja portuguesa que blanqueaba el dinero de Desnoues. Cuando estalló el escándalo en 2016, el Ministerio de Cultura ordenó rápidamente una auditoría de la política de adquisiciones de Versalles.
El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid acogió este miércoles la presentación del libro 'Ramón dibujante. El lápiz atrevido', de Eduardo Alaminos (Ediciones Ulises). El autor estuvo acompañado por Juan Manuel Bonet, crítico de arte y colaborador de ABC, e Inmaculada Corcho, directora del Museo ABC . Este ensayo constituye un amplio recorrido por una de las facetas menos conocidas de Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888-Buenos Aires, 1963) : su labor como dibujante de sus artículos, sus libros y sus célebres greguerías. Inmaculada Corcho explica que el origen del libro se halla en la colección del Museo ABC : «Le pedimos a Alaminos que hiciera la introducción al catálogo de 'Greguerías ilustradas' del museo y este fue el punto de partida de este estudio». «Los dibujos de Ramón -dice la directora del Museo ABC- son un complemento o una extensión gráfica de sus escritos. Todos los autores que han estudiado a Ramón consideran que sus dibujos no son obras de arte. El propio Gómez de la Serna decía que no era dibujante, sino escritor. Algunas veces los utiliza para explicar mejor, para hacerse entender mejor o simplemente para fijar mejor una idea. Son dibujos espontáneos, efímeros , que recoge tanto en mesas de café como en papeles sueltos, notas al margen... Sus dibujos son constantes en toda su creación, pero no son artísticos, son más una extensión de su caligrafía ». Juan Manuel Bonet , por su parte, subraya que «Alaminos es un ramoniano activísimo, incansable. Ha escrito varios libros sobre él y siempre encuentra rincones insospechados, inexplorados. Ha hecho muchísimo por Ramón y estoy encantado de que haya escrito este libro que indaga en sus dibujos, un tema importantísimo. Ha llevado a cabo una indagación buenísima sobre Ramón como escritor que dibuja y una recopilación de la iconografía de Ramón. Siempre estuvo rodeado de dibujantes. Él fue el líder de todos los que vinieron después: Tono, Mihura, Jardiel Poncela... Todos salen de él». Destaca Bonet que el humor «es una de las características principales de Ramón. Su literatura es enormemente humorística. Sus dibujos tienen muchísima gracia y amplían el eco de la greguería literaria». «No es pintor, pero sí dibujante. Es alguien que necesita extender, digamos, sus greguerías al campo del dibujo. Imita un poco a algunos dibujantes franceses de esos años. Conocía bien el ambiente del dibujo y de la ilustración, pero consigue hacer greguerías ilustradas, que son formidables». ¿Tiene el mismo talento como escritor que como dibujante? «Bueno, no, es un talento accesorio . Es un poco lo mismo que pasa con Lorca. Ningún dibujo de Lorca es comparable a sus mejores poemas». Alaminos abarca en el libro desde sus dibujos como alumno en los Escolapios para la revista 'El Postal' (1901-1903), hasta ilustraciones para periódicos como 'La tribuna' y de sus libros -'Ramonismo' (1923), 'Caprichos' (1925), 'Gollerías' (1926), 'Trampantojos' (1947)- y concluye con sus greguerías ilustradas de los años 30 (1920-1935), que publicó en Blanco y Negro , « cima de su obra dibujística ». También están presentes en sus dos libros sobre la tertulia del Café de Pombo (1918-1924), tanto dibujos de sus amigos como los suyos propios. «Toda la obra dibujística de Ramón está atravesada por el humorismo. Son dibujos muy despreocupados y tienen mucho que ver con el mundo del humor. Pero digamos que es un observador de la realidad. Un gran observador, muy meticuloso y exhaustivo . Casi todos sus dibujos giran en torno a la ciudad, que es el tema principal de su obra», advierte Alaminos. «Ramón no es un ilustrador ni un dibujante profesional, pero sí tiene una poética del dibujo . Va ilustrando sus propios artículos, sus propios libros, va haciendo consideraciones reflexivas sobre su propia labor como dibujante. Una de las aportaciones fundamentales del libro, a mi juicio, es que he ido recogiendo todos los comentarios que hace de sus propios dibujos. En su conjunto forman una poética gráfica propia». Y cita una greguería ilustrada en la que, junto al texto, aparece el dibujo de un botecito donde hay lápices metidos. Y escribe este comentario: «Lápices, tallos de iniciativas para diseñar el mal dibujo» .