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Ocurrió el 22 de marzo de 2004, hace más de dos décadas. Aquel día, varios helicópteros se internaron en el espacio aéreo de Gaza y dejaron caer su fuego letal contra un anciano de 67 años ciego que, además, se desplazaba en silla de ruedas por una tetraplejia. Así fue cómo acabó Israel con el jeque Ahmed Yasin , considerado el fundador de Hamás . Un símbolo para sus seguidores que, desde finales de los ochenta, cuando se fundó el grupo islamista, llamaba a la radicalidad contra el vecino país semita. «Hay un invasor que nos ha robado nuestra tierra. Hamás dejará la lucha armada cuando cese la ocupación e Israel nos devuelva lo que nos pertenece», afirmaba. Cuesta perseguir el origen exacto de Hamás, acrónimo de Harakat al-Muqawama al-Islamiya ('Movimiento de Resistencia Islámico'). En la práctica, cada autor se retrotrae a un momento concreto. El periodista especializado en Oriente Medio Gonzalo Caretti Oria sostiene en 'Antecedentes históricos del islamismo armado en Palestina' que la organización bebe de los Hermanos Musulmanes , uno de los movimientos políticos islamistas más extendidos en el mundo desde que fuera alumbrado en 1928. En lo que coinciden todos los autores es en que nació al calor de aquel 'Islam político' que clamaba por la recuperación de la Palestina histórica. La semilla más cercana hay que buscarla en 1987. Tal y como explica el historiador Juan Pedro Cavero en varias de sus obras –la principal, 'El pueblo judío en la historia'– el 7 de diciembre de ese mismo año cuatro palestinos murieron en un accidente de tráfico en Gaza causado por un vehículo militar israelí. La posibilidad de que fuera un asesinato premeditado, unida a la tensión que se respiraba en el territorio por la ocupación de Cisjordania, Gaza y el este de Jerusalén, derivó a corto plazo en el estallido de algunos disturbios y, poco después, en la declaración de la Primera Intifada contra el país judío. Durante aquella primera Intifada –término que puede traducirse como 'quitarse de encima' o 'sacudirse'– nació Hamás. El máximo responsable del alumbramiento fue el clérigo casi ciego Ahmed Yassin, en silla de ruedas desde que un accidente le dejara tetrapléjico a los doce años. Y, desde su primer comunicado, la organización apostó por la amenaza: «La intifada de nuestro pueblo rechaza la ocupación y sus presiones. […] El Islam es la solución y la alternativa. Nuestro pueblo conoce el camino del sacrificio y el martirio. Entiendan que la violencia no genera más que violencia, que la muerte no trae más que muerte». Lo suyo era el ojo por ojo. Yassin era un viejo conocido para Israel antes de establecerse como brazo político de los Hermanos Musulmanes en la región. En los sesenta, setenta y ochenta se había dado a conocer como activista islámico y había apostado por ganarse la confianza de la sociedad con movimientos populistas de libro; algunos como orquestar una red de organizaciones de beneficencia o fundar escuelas en la Ribera Occidental del Jordán y de Gaza. Aquello, ligado siempre a la religión, como bien explica Xavier Batalla en 'El mundo es una idea': «Entre 1967 y 1987, las mezquitas se triplicaron en Gaza, pasando de doscientas a seiscientas». Aquello lo hizo con la aprobación de Israel. Las verdaderas intenciones de Hamás se paladearon poco después. Al poco, declararon que la OLP –la Organización para la Liberación de Palestina –, a la que habían calificado de «hermana política», era demasiado moderada para liderar las relaciones con Israel. «Compartieron el objetivo de liberar Palestina, pero, a diferencia de ellos, que pretendían establecer un estado secular mediante negociaciones con Israel, Hamás rechazó toda vinculación y negociación, y buscó la implantación de un Estado islámico», explica José de Jesús López Almejo en 'Hamás: ¿entre la táctica terrorista y la vía política?'. El ejemplo es que, durante sus primeros años de existencia, Israel se valió de Hamás para que ejerciera como contrapeso del grupo de Yasir Arafat, Fatah, la facción mayoritaria dentro de la OLP. Hamás hizo pública su Carta Fundacional, llamada también Pacto de Hamás, el 18 de agosto de 1988. En total, fueron 36 artículos, unas 9.000 palabras, en los que clamaba por borrar a su enemigo de los mapas. Ya lo decía en el preámbulo: «Israel existirá y continuará existiendo hasta que el Islam lo destruya, tal como ha borrado a otros antes». Y otro tanto sucedía a lo largo de las páginas, como en el artículo 13: «Las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales contradicen los principios del Movimiento de Resistencia Islámica [...]. Estas conferencias no son más que un medio para designar infieles como árbitros en las tierras del Islam. No existe ninguna solución al problema palestino que no sea la Yihad». Desde entonces, sus milicias armadas, las Brigadas Qassam, han sido las que más bajas civiles y militares han causado al país judío con ataques convencionales y el uso de kamikazes. Los ejemplos se cuentan por decenas. En 1989, Yasín fue condenado por un tribunal israelí por ordenar a los integrantes de su organización secuestrar y matar a dos soldados judíos. El 16 de abril de 1993 –después de otros asesinatos como el del civil Doron Shoshan en el asentamiento Kfar Darom de Gaza–, Hamás lanzó un ataque suicida junto a una cafetería en la colonia judía de Mehola. Fue el primero de los muchos que perpetraron por este método durante esa década, tanto contra objetivos militares como contra objetivos civiles. Occidente –Estados Unidos, Canadá, Japón, la Unión Europea y hasta el vecino Egipto– considera a Hamás una «organización terrorista» que sigue negándose a aceptar las exigencias de la ONU. Principalmente, el reconocimiento del derecho de Israel a existir, la renuncia a la violencia terrorista y a aceptar los Acuerdos de Oslo de 1993 por los que el entonces líder palestino, Yasir Arafat, y el primer ministro israelí, Isaac Rabin, recibieron el Premio Nobel de la Paz. Mientras que para sus seguidores, así como para algunos países árabes aliados –Rusia y Turquía– no es más que un movimiento de resistencia legítimo que tomó el relevo a la Organización para la Liberación de Palestina. En todo caso, fue en 2006 cuando tomaron Gaza tras las elecciones parlamentarias en la región.
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Don Diego Alatriste , bregado veterano de los Tercios , ha puesto una pica en aquella urbe que fuera lanzadera hacia Europa durante la era dorada de la Monarquía hispánica. Este martes, desde la sede de la Real Academia Española de Madrid, el escritor Arturo Pérez-Reverte y la alcaldesa de Cartagena, Noelia María Arroyo , han confirmado que el protagonista de la saga que ha vendido 27 millones de ejemplares tendrá su propia estatua en el corazón de la perla de Murcia. «Yo moriré en cinco, diez, o quince años, lo que me quede, pero después, ahí seguirá este monumento a mi personaje en la ciudad en la que me crié», ha explicado el autor con orgullo. Nada ha quedado al azar; todo está atado y bien atado. Para empezar, el boceto ha sido elaborado por el pintor Augusto Ferrer-Dalmau , presente también en el acto. «Lo hice en apenas un día porque tenía en la cabeza cómo es Alatriste: postura desgarbada, desaliñado… y aspecto peligroso», ha explicado el pintor de batallas. Porque sí, tanto él como Pérez-Reverte se imaginan al veterano de los Tercios como un tipo feroz al que colegas y adversarios habrían temido. «Es el resultado de una España peligrosa y cruel, grande y miserable; una España que tenía el mundo agarrado por el pescuezo. Por eso queremos a un personaje admirable y peligroso», ha incidido el académico. «Me gusta. Tu Alatriste es el mío» , ha señalado. El encargado de alumbrar el monumento será el escultor Salvador Amaya , también autor del grupo escultórico que tendrán los Tercios españoles en Madrid. «El reto va a ser a nivel personal. Técnica y compositivamente no me asusta porque el boceto es muy equilibrado, puedo ajustarme a él. Pero, si con los Tercios buceaba en archivos y consultaba con profesionales de la historia y la recreación, está vez trabajaré con Augusto y Arturo y su forma de ver el personaje», ha explicado el artista en declaraciones a ABC. Con todo, ha recalcado su emoción ante este reto: «Al ser un personaje literario, tienes cierta libertad de interpretación». Según la alcaldesa, el plan es que la obra esté terminada en el plazo de ocho meses. «Será ubicada cerca de la Capitanía, frente al Arsenal», ha expresado. El mismo lugar en el que residían los combatientes españoles a su paso por la urbe. Para Pérez-Reverte, no podría haber mejor enclave para ubicar este monumento. «Por Cartagena caminaban los soldados que iban a Flandes. Miguel de Cervantes estuvo allí cuando era militar, por ejemplo. Era una ciudad en la que los Tercios embarcaban para viajar a Italia y al mundo. También es un homenaje a ellos y a los soldados de la infantería española», ha señalado el autor, que presenta estos días la octava entrega de la saga de Alatriste, 'Misión en París'. Cálida y emotiva; agradecida y con esa chispa de emoción del que sabe que ha logrado un gran reto. Así se ha mostrado, a lo largo de todo el evento, Arroyo. Lógico ya que, en sus palabras, ha costado convencer a Pérez-Reverte de que aceptara un homenaje de estas dimensiones. «Quiero darle las gracias por decir que sí. Hoy represento a los miles de cartageneros y visitantes que vendrán a la ciudad para ver el monumento», ha señalado. Aunque está convencida también de que el escritor superventas ha aceptado solo porque la cabeza visible del honor es Diego Alatriste, un personaje que, ha subrayado, se ha convertido en un símbolo cultural y en una de las creaciones literarias más grandes de este siglo. Pérez-Reverte, poco amigo de homenajes, ha dejado claro también que nunca fue su objetivo ser famoso, pero que el personaje que hoy nos ocupa desbordó sus expectativas. «Que Alatriste sea un hito para gente que no lee es increíble, y lo es también que un taxista me pregunte sobre él aunque no haya cogido un libro mío jamás», ha sentenciado. Los datos le avalan: 900.000 ejemplares de su última novela vendidos en un mes. «No sé cuanto me queda para seguir funcionando como escritor. Me gustaría rematar la serie con el noveno episodio. Si vivo, lo haré», ha insistido. Lo que sí ha confirmado es que es muy difícil que un heredero continúe la saga. «Alatriste tiene mi mirada. Si otro intentara hacerlo, ya no sería Alatriste», ha finalizado. –¿Cómo será dar vida a Alatriste? Es muy emocionante. Al ser un personaje literario, tienes cierta libertad de interpretación. Aunque es un personaje bien definido y estructurado, el lector tiende a construirlo dotándole de matices con los que se identifique, así que seguramente aporte a la escultura algún toque personal. –¿Ha leído las novelas de Pérez-Reverte? Si, le he leído pero sobre todo al principio. Le descubrí con 'El maestro de esgrima' y 'La tabla de Flandes' me sigue pareciendo su mejor novela. 'Alatriste' lo cogí más tarde, después de comprar toda la saga a la vez. Sé que no es lo más heterodoxo ya que los autores evolucionan al igual que sus personajes, y me he perdido esa posible transformación, pero todo libro tiene su momento. Hace poco escuché que una biblioteca es como un buen botiquín; tienes que tener de de todo un poco para cuando tengas necesidad de sanar, ya sea el cuerpo o el espíritu. Ahora que tengo la saga completa, es momento de terminarla. –¿Cuál será el mayor reto? El reto con esta escultura va a ser a nivel personal. Técnica y compositivamente no me asusta porque el boceto es muy equilibrado, puedo ajustarme perfectamente a él. Pero emocionalmente no sé cómo puede afectarme. Estoy terminando el monumento a los Tercios, y Alatriste supone una continuidad temática pero la forma de trabajar será muy diferente por lo que romper el modus operandi, me va a costar. Si con Los Tercios buceaba en archivos históricos y consultaba con profesionales de la historia y la recreación, está vez trabajaré con Augusto y su forma de ver el personaje. Como ya he dicho, esto es literatura, fantasía basada en un contexto real pero imaginación al fin y al cabo. Y para eso son fundamentales los dos, Augusto y Arturo.
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Nombrarla es invocar siglos de glorias y sufrimientos, de gestas y escozores: España. Pero… ¿cuál? Su origen se pierde en lo más remoto de los calendarios. Los fenicios ya llamaron 'I-span-ya' a la península; los romanos, 'Hispania'. Y eso, solo desde el punto de vista de la toponimia; lo del origen político y administrativo es otro cantar. Algunos expertos sostienen que fue alumbrada de la mano del rey visigodo Leovigildo ; otros tantos, que no fue hasta la llegada de los Borbones, tras la Guerra de Sucesión, cuando se vertebró tal y como la conocemos hoy. Opiniones hay por miles, y Manuel Ángel Cuenca, oficial del Ejército del Aire, las ha reunido, analizado y exprimido todas en el nuevo ensayo histórico que presenta junto a los miembros del grupo 'Gestas de España': 'En busca de España' (Roca). Y hoy, le preguntamos por ellas. –¿Cuándo diantres nació España?, ¿existe solo un momento en la historia? España no nació un solo día, ni en un único lugar, ni bajo un solo estandarte. España es una creación viva, fruto de innumerables amaneceres. Cada civilización que holló su suelo dejó una huella que se fundió con las demás, como estratos de una misma conciencia. Roma le dio ley y lengua; los visigodos, unidad; el cristianismo , alma; y la Reconquista, sentido. Nació muchas veces y aún sigue naciendo, porque España no es un suceso: es una vocación. –¿Por qué afirma que la idea de España hunde sus raíces en las leyendas griegas y en el corpus narrativo de la Biblia? Porque antes de existir como territorio, España ya era un mito. Los griegos la llamaron Hesperia, la tierra donde muere el sol, símbolo del fin del mundo conocido. En la Biblia se la menciona como el confín occidental, el lugar al que incluso el apóstol Pablo soñó llevar la palabra divina. España, pues, nació como promesa: el último horizonte del hombre antiguo, la frontera entre lo visible y lo eterno. –¿Cómo influyó Roma en la fundación de la futura España?, ¿permanece aún su legado? Roma fue el crisol donde se templó el espíritu hispano. Dio a Hispania su lengua, su derecho, sus calzadas y su fe, pero, sobre todo, le enseñó la noción de pertenecer a un orden superior. De sus piedras surgieron las ciudades; de su ley, la justicia; de su genio, la idea de civilización. Y aún hoy, en nuestras plazas, en nuestros códigos y en nuestra forma de entender la gloria y el deber, late el pulso romano. –¿Qué hay de verdad en la idea de que fue Leovigildo el primer monarca de una España, en parte, consolidada? Leovigildo fue el primer rey que soñó con una Hispania unida bajo un cetro y una fe. Gobernó no solo como visigodo, sino como hispano, consciente de que su poder debía trascender las tribus y abrazar una patria común. En él se adivina el preludio de la Monarquía hispánica : un poder que buscaba unir lo disperso y dar continuidad a la herencia de Roma. Su hijo Recaredo, al abrazar el catolicismo, completó la semilla política y espiritual de esa unidad. –¿Cuál fue la importancia de la batalla de Las Navas de Tolosa en la forja de la identidad española? Las Navas de Tolosa fue el rugido de un pueblo que comprendió su destino. Aquel 16 de julio de 1212, los reinos cristianos se reconocieron como hermanos, hijos de una misma tierra. La victoria no solo abrió la recta final de la Reconquista: selló la certeza de que España era posible. Allí, entre montes y lanzas, nació la conciencia de una misión compartida. –¿Han ayudado las batallas a forjar la idea de España? Sin duda. Las batallas no solo deciden territorios, también despiertan pueblos. Covadonga , Lepanto o Bailén no fueron solo combates: fueron exámenes del alma. En cada una de ellas, España se vio obligada a recordarse a sí misma, a defender su ser frente a la disolución o la tiranía. Las batallas, con su mezcla de tragedia y heroísmo, fueron los martillazos que dieron forma a su carácter. –La Leyenda Negra afirma que el Imperio español se alzó sobre la ambición. Asumo que no está de acuerdo… No. España no conquistó por codicia, sino por vocación universal y deseo de llevar hasta el fin de la tierra la fe católica que la ha hecho ser lo que es. Creó universidades donde otros levantaban factorías, fundó ciudades donde otros saqueaban, y llevó su fe y su lengua allí donde el mapa se perdía en lo desconocido. Hubo errores, y muy serios, sí; pero también una inmensa obra civilizadora. España no buscó oro: buscó llevar por el mundo aquello que la hizo ser lo que es. Por eso su Imperio no fue de dominio, sino de alma. –¿Nació España, al menos a nivel administrativo, con los Borbones? Con los Borbones llegó la modernidad, la administración y el centralismo, pero no la esencia. España ya existía mucho antes de Felipe V: lo probaron las Cortes de León, los Reyes Católicos y el Imperio que unió cuatro continentes bajo una misma corona. Los Borbones reformaron el cuerpo, pero el espíritu era ya antiguo, profundo, inquebrantable. Su labor fue reorganizar una herencia milenaria, no crearla. –¿Cuáles son las grandes gestas de España a lo largo de su historia?, ¿qué deberíamos recordar? Recordemos a los que abrieron océanos y cruzaron mundos —Elcano, Legazpi, Urdaneta—, a los que defendieron Europa en Lepanto, a los que resistieron en Numancia y Zaragoza, a los que soñaron catedrales y levantaron universidades en selvas y desiertos. Recordemos a quienes dieron palabra al silencio, ciencia al misterio y fe al vacío. Porque las gestas de España no son solo batallas: son la afirmación constante de que lo imposible puede hacerse realidad.
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Cuando tan solo faltaba un año para que terminara la Segunda Guerra Mundial, el capitán que se encontraba al mando del portaaviones Chiyoda, Eiichiro Jo, escribió la siguiente carta a su cuartel general: «Ya no es tiempo de esperar a destruir por medios ordinarios los portaaviones enemigos, que son muy superiores en número. Pido, pues, que se forme rápidamente un cuerpo aéreo especial cuyos pilotos serán destinados a arrojarse directamente contra los navíos enemigos y que se me confíe su dirección». El objetivo era explicar a sus superiores que la única forma de restablecer el equilibrio de fuerzas entre Japón y la superior armada estadounidense era recurrir a estas misiones de sacrificio . Al final de la guerra, se contabilizaron 34 buques aliados hundidos por las acciones de los kamikazes, dejando prácticamente inservibles otros 368 y provocando 9.700 bajas. En el bando japonés, por su parte, murieron más de 4.000 pilotos suicidas , en un sacrificio que resultó finalmente infructuoso, como quedó demostrado en la ceremonia de su rendición celebrada encima del Missouri el 2 de septiembre de 1945. Este acorazado se encontraba anclado en la bahía de Tokio después de que hubiera sido alcanzado precisamente por un kamikaze japonés, dejando a la vista una de las última heridas provocadas por estos combatientes a los que no les importó quitarse la vida con tal de ocasionar el máximo daño posible al enemigo. Tal fue su entrega que cuando el emperador Hirohito se rindió en agosto de ese año, el almirante Onishi siguió el mismo camino que los malogrados kamikazes y se suicidó. El más letal de los ataques de este tipo se produjo el 19 de marzo de 1945 a las 7 de la mañana, cuando un kamikaze se estrelló contra el portaaviones Franklin cerca de la base de Okinawa. El avión atravesó el puente y explotó en el hangar donde estaban los aparatos estadounidenses llenos de bombas. Se iniciaron entonces una serie de explosiones en cadena y, en apenas cinco minutos, murieron 800 tripulantes estadounidenses, además del piloto japonés. Tal fue la masacre que ocasionó que aterrorizó a los aliados. Su asombrosa historia fue contada de primera mano en ABC , veinte años después, por el almirante Kimpei Teraoka, uno de los mandos responsables de crear, formar y dirigir una de estas unidades de kamikazes en 1944 y 1945. El nombre encargado de enviar a sus hombres a la muerte, mediante ataques suicidas, para detener el avance de los aliados en el océano Pacífico y evitar que llegasen a las costas japonesas. Una medida desesperada que llevaron a cabo con aviones cargados con bombas de 250 kilogramos que pilotaban hasta colisionar contra los portaaviones enemigos. Según contaba Teraoka a ABC, la idea de sacrificarse lanzando su avión contra los navíos enemigos se fraguó durante los bombardeos aliados contra los nipones en Rabaul, a finales de 1943. Allí adquirieron conciencia de la inferioridad numérica de su «pobre aviación», según la calificaba el almirante. «Puede decirse que la noción misma del suicidio como servicio obligado nació de la exaltación patriótica de todos los soldados del frente, que, repentinamente, se dieron cuenta de que la guerra había llegado a una fase crítica para el Japón», explicaba a continuación. Que aquel 'honor' se convirtiera en realidad correspondió al vicealmirante Takijiro Onishi. En otoño de 1944 ocupaba el puesto de director de las manufacturas aeronáuticas en el Ministerio de Producción Industrial y centraba sus esfuerzos en aumentar la construcción de bombarderos y cazas. Su cargo le permitió conocer mejor que ningún otro la pésima situación en la que se encontraba su aviación y pronto se dio cuenta de que ya no había posibilidad de enfrentarse en igualdad de condiciones a los estadounidenses. Fue en ese momento cuando recibió la carta del capitán Eiichiro Jo con su propuesta de empezar a realizar ataques suicidas. «Es fácil imaginar lo impresionado que se quedó ante la idea», relataba en ABC el almirante Teraoka, que añade después cómo el plan fue estudiado por el Estado Mayor hasta ser aceptado: «Todo estaba dispuesto para que la epopeya de los kamikazes pudiera empezar». En la primera nota pública y oficial en la que Onishi informó de la puesta en marcha de las misiones de sacrificio, dijo: «Combatir de una manera clásica sería lanzar inútilmente mis jóvenes a la voracidad de un enemigo superior en número y en armamento. Lo que importa a un comandante es encontrar una muerte útil y honrosa para sus soldados. Estoy convencido de que las operaciones de sacrificio no son sino un acto de amor grandísimo». El primer ataque de un kamikaze se produjo el 25 de octubre de 1944 a mediodía. Seis aviones japoneses, tras lograr esquivar los ataques de los cazas norteamericanos de una flota localizada a 380 kilómetros de Manila, se precipitaron contra un navío para lanzar sus torpedos. «Sin embargo, a las 10.45 horas se produjo aquel hecho extraordinario que entusiasmó a todos mis pilotos: el avión del almirante Masafumi Arima se lanzó deliberadamente contra el portaaviones, que fue hundido por aquella carga heroica», recordaba a este diario Teraoka. Y añadía: «Antes de decidirse a sacrificarse, Arima lo había meditado largamente. Había comprendido que, en la situación en que se encontraba Japón, ya no tenía más medios eficaces de combate que la superioridad de su fuerza moral». Acababan de hacer su aparición en la Segunda Guerra Mundial los temidos kamikazes. Después de aquel ataque, en el que murieron más de 140 soldados estadounidenses y otros 500 quedaron sobre el agua heridos, todos los buques comenzaron a mirar al cielo con inquietud. En los siguientes tres días, hundieron o dañaron seriamente nueve destructores, cuatro cruceros, tres buques de transporte, dos acorazados y otro portaaviones mediante los ataques suicidas. La todopoderosa Armada estadounidense se preguntaba cómo combatir contra la voluntad de aquel enemigo capaz de sacrificar su propia vida para causarles el máximo daño posible. El relato de Teraoka a este diario sobre aquellos primeros jóvenes voluntarios era sobrecogedor. Los calificó como «héroes sacrificados, seres delicados de valor extraordinario y un alma ardiente». A continación recordaba a uno de ellos: «Yukio Seki era un joven oficial de 23 años recién salido de la escuela naval. Hasta el mes de agosto de 1944, había sido instructor. Se había casado hacía poco y dejó a su mujer para venir al frente. Una vez superados los primeros efectos del cambio de clima, ardía en deseos de participar en el combate y, con pleno conocimiento de causa, fue de los primeros que solicitó tomar parte en las operaciones suicidas. Unos días después, aquel 25 de octubre, a las 7.25 horas, subió a bordo de su aparato como jefe del comando Shikishima tras entregarle al capitán un pequeño envoltorio. Desde la base de Clark, los pilotos se dirigieron rumbo a Filipinas. A las 10.40 horas descubrieron un grupo de navíos enemigos sobre los cuales se precipitaron cinco minutos más tarde. Aquella fue la primera hazaña de los kamikaze. El envoltorio que el teniente Seki había dejado contenía un mechón de pelo para que le fuese entregado a su joven esposa». Después añadía otra de estos trágicos relatos de guerra: «Capitán de su equipo de fútbol en el instituto, este alférez estudiaba economía política en la Universidad Rikkyo cuando se alistó en la aviación [...]. Al comunicar a sus padres su decisión, estos no pudieron hacer nada que no fuese felicitarle, pues su resolución eran muy firme. Se había casado dos años antes y tenía una hija de cuatro meses llamada Motoko a la que casi no había tenido tiempo de ver antes de marchar al frente. Antes de morir, escribió una carta conmovedora a su hija: 'Cuando seas mayor, pedirás a mamá y a tus tías que te hablen de mí. Yo fui quien eligió tu nombre, para que seas una niña buena y dulce. Cuando tengas ganas de ver a papá, irás al templo Yasukuni de Kudan. Entonces me verás en el fondo de tu corazón. Serás la única esperanza de tus abuelos y no tendrás que sufrir por mi ausencia, estoy seguro. La muñeca que te compré cuando naciste, la llevo conmigo en mi avión. De este modo, estarás a mi lado hasta el fin'. La madre del alférez Uemura me contó que su hijo la había llamado por teléfono inmediatamente antes de partir para su última misión. 'Nos dijo que quería oír la voz de Motoko. Mi nuera intentó hacer que gritase. Imposible, solo sonreía'. El 26 de octubre de 1944, a las 10.15, Uemura partió con sus compañeros. A las 10.50 localizaron unos navíos americanos y se arrojaron sobre un portaaviones. Así fue cómo Uemura pereció con su aparato, arrastrando a la muerte un buque enemigo». Según Teraoka, a partir de ese momento siempre vio a Onishi junto a sus jóvenes voluntarios. A todas horas, sin separarse, hasta el punto de que fue bautizado como el «Padre de los kamikazes». Otro de los primeros fue el alférez Mitsuo Ohta, que, sin embargo, al final acabó escribiendo su página en la historia como el hombre que más tarde inventó el «Ohka» (flor de cerezo), un aparato especial totalmente concebido para las misiones de sacrificio. Cuando Onishi formó las primeras unidades de kamikazes en octubre de 1944, comenzaron a llegar a los centros de reclutamiento cientos de voluntarios procedentes de las universidades. Los futuros pilotos tenían una edad media de 19 años, siendo de 17 el más joven de los que se tiene constancia en los registros. Independientemente de su edad, a todos los pilotos les resultó completamente natural el hecho de tener que sacrificarse para tratar de enderezar la situación de la guerra.
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Son una realidad, aunque oculta bajo la alfombra y con muchos nombres. El más famoso: mercenarios. Las EMSP, Empresas Militares y de Seguridad Privada , se encargan de apoyar la labor de los ejércitos oficiales durante los conflictos armados. Sus ventajas, según explica el capitán de ingenieros del Ejército de Tierra Emilio Duch Ramos en 'El paradigma de la seguridad internacional en la consolidación de la paz', son esquivar la legislación internacional y permitir a los gobiernos obviar las responsabilidades por sus acciones. Algunas de ellas, tan bárbaras como las perpetradas por el ya famoso Grupo Wagner; el mismo se rebeló entre el 23 y el 24 de junio de 2023, en plena guerra de Ucrania, y dirigió sus tanques...
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«¿No habrá cambios en España?». La pregunta la hizo Stalin , completamente indignado, el 19 de julio de 1945. En la misma habitación se encontraban el primer ministro británico, Winston Churchill , y el presidente de Estados Unidos, Harry Truman . Era la tercera reunión que mantenían los líderes de las tres principales potencias del mundo en la famosa Conferencia de Potsdam, cerca de Berlín, con el objetivo de establecer las condiciones de la paz que debían regir Europa tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial. Los líderes de estos países (Roosevelt, hasta su muerte en abril de 1945, en vez de Truman) ya habían celebrado varias reuniones con anterioridad en las que decidieron cómo quedarían repartidas sus áreas de influencia al finalizar la guerra y que fueron el preámbulo de la Guerra Fría. Hablamos de las Conferencias de Teherán (1943) y Yalta (1945), además de un tercer encuentro en medio de ambas entre Stalin y Churchill, únicamente. Y cuando llegaron a Potsdam en julio de 1945, lo que hicieron estas potencias vencedoras fue decidir el destino de la humanidad para el futuro más inmediato. Entre todos los puntos a tratar había uno que preocupaba especialmente a Stalin, que a esas alturas de la historia ya era responsable de la muerte de más de diez millones de campesinos ucranianos entre 1928 y 1933. Un asunto que también inquietaba a Churchill y Truman: Franco y el régimen que había impuesto en España tras la Guerra Civil . «¿No habrá cambios en España?», inquiría el líder comunista en aquella reunión del 19 de julio de 1945, tras sacar el tema a colación: «Es necesario examinar la cuestión del régimen de España. Nosotros los rusos consideramos que el presente régimen de Franco en España fue impuesto por Alemania e Italia y que entraña un grave peligro para las naciones unidas amantes de la libertad. Opinamos que será bueno crear las condiciones para que el pueblo español pueda establecer el régimen que elija». Efectivamente, tras la derrota de la Alemania nazi y la Italia fascista, la hostilidad de los aliados se dirigió contra Franco, al que no perdonaban el apoyo que había recibido de Hitler y Mussolini en la Guerra Civil. En esa misma reunión, Truman también aseguró «no tener ninguna simpatía hacia el régimen de Franco » y que los estadounidenses «nos alegraríamos mucho de reconocer otro gobierno en España». A los tres líderes de Potsdam no parecía importarles que el dictador español se hubiera declarado neutral en la guerra ni que le hubiera negado su ayuda al «Führer» en aquel famoso encuentro de Hendaya en el que Hitler dijo: «Antes que volver a pasar por eso, prefiero que me saquen tres o cuatro muelas». La posición de los aliados con respecto a Franco se hizo más dura y decidida en 1945, pues tomaban al régimen español como el representante superviviente del fascismo al que acababan de vencer. Tampoco tuvieron éxito los intentos del Caudillo por establecer una alianza con Gran Bretaña para defender los intereses de Europa frente a la URSS y Estados Unidos. Lo hizo mediante dos cartas a Churchill. Una el 8 de octubre de 1944 y otra el 25 de febrero de 1945, pero en ambas encontró una respuesta negativa. En la discusión del 19 de julio de ese año en Potsdam, «Los Tres» –como se conocía a los mandatarios de la URSS, Estados Unidos y Gran Bretaña– tenían como objetivo el cambio de Gobierno en España. Estaban de acuerdo en que había que acabar con Franco, pero no en cómo hacerlo. Stalin veía al régimen franquista como una amenaza para la paz mundial y para las Naciones Unidas, por lo que creía que había que actuar cuanto antes y de manera contundente. Churchill y Truman, sin embargo, estaban en contra de una intervención directa. Ambos tenían miedo de provocar una nueva guerra civil de la que pudiera resultar un Gobierno comunista en España. Según documentos desclasificados por el Departamento de Estado de Estados Unidos hace unos años, esta fue la conversación entre los tres líderes en la que discutieron y discreparon sobre la forma en que debían acabar con Franco y su régimen: —Stalin : Es necesario examinar la cuestión del régimen de España. Nosotros los rusos consideramos que el presente régimen de Franco en España fue impuesto por Alemania e Italia y que entraña un grave peligro para las naciones unidas amantes de la libertad. Opinamos que será bueno crear condiciones tales que el pueblo español pueda establecer el régimen que elija. —Churchill : Estamos debatiendo aún las cuestiones que vamos a incluir en la agenda. Convengo que la cuestión de España debería ser incluida en ella. —Truman : ¿Quiere el generalísimo [Stalin] hablar sobre la cuestión? —Stalin : Se han distribuido copias de la propuesta. No tengo nada más que añadir a lo que en ella se expresa. —Churchill : Señor presidente [de Estados Unidos, Harry Truman], el Gobierno británico está también fuertemente disgustado con Franco y su Gobierno [...]. El hecho de que hayan sacado a los prisioneros que han estado en prisión durante años y les hayan disparado por lo que había ocurrido mucho tiempo antes indica que España no es una democracia de acuerdo con las ideas británicas sobre este tema. Cuando Franco me envió una carta proponiéndome hacer una alianza de Occidente contra Rusia, le envié una respuesta fría. Eso demuestra que los sentimientos de Gran Bretaña son contrarios al régimen de Franco. —Stalin : Yo no he recibido ninguna copia de la respuesta británica a Franco. —Churchill : Veo alguna dificultad en adoptar el borrador propuesto por el generalísimo en su primer párrafo, el que trata de la ruptura de toda relación con el Gobierno de Franco, que es el Gobierno de España. Creo que, considerando que los españoles son orgullosos y quisquillosos, semejante medida causaría el efecto de unir a los españoles en torno a Franco, incluso los que ahora reniegan de él, en vez de apartarlos de él [...]. El resultado sería un fortalecimiento de la posición de Franco. Y él tiene un ejército, aunque este no sea muy bueno. Si con esta acción que propone él resulta fortalecido, sería necesario considerar si tendríamos que intervenir por la fuerza. Y yo estoy en contra de usar la fuerza. En contra de interferir en los países que tienen diferentes regímenes al nuestro, a menos que seamos molestados por ellos. Por lo que toca a los países que han sido liberados en el curso de la guerra, no podemos permitir que se establezca en ellos un régimen fascista, pero aquí tenemos un país que no tomó parte en la guerra. Por eso es por lo que soy contrario a interferir en sus asuntos internos. El gobierno de Su Majestad [Gran Bretaña] necesitará debatir muy detenidamente esta cuestión antes de decidir romper relaciones con España. Estoy preparado a tomar cualquier medida que sea necesario dentro de la diplomacia para acelerar la salida de Franco del poder. —Truman : No siento ninguna simpatía hacia el régimen de Franco, pero no deseo tomar parte en una guerra civil española. Ya ha sido más que suficiente con la guerra en Europa. Nos alegraríamos mucho de reconocer otro gobierno en España en vez del Gobierno de Franco, pero pienso que es una cuestión que ha de resolver la propia España. —Stalin : ¿Es decir que no habrá cambios en España? España está ganando fuerza ya. Se está alimentando de regímenes semi-fascistas de otros países. Esto no es un tema interno. El régimen de Franco fue impuesto a los españoles por Hitler y Mussolini, cuyos regímenes a su vez estaban en proceso de destrucción. Me creo que no sintáis ningún tipo de afecto por Franco, pero esto tiene que ser demostrado con hechos. No estoy proponiendo ninguna intervención militar, ni que desencadenemos una guerra civil que se podría perder. Solamente deseo que el pueblo español sepa que nosotros, los dirigentes de la Europa democrática, adoptamos una actitud negativa con respecto al régimen de Franco. A menos que lo declaremos así, el pueblo español tendrá motivo para pensar que no somos contrarios a dicho régimen. Podrán decir que, dado que hemos dejado en paz al régimen de Franco, esto significa que lo apoyamos. La gente entenderá que lo hemos aprobado o que le hemos dado nuestra bendición tácita. Esto constituye un grave cargo contra nosotros. No me agrada estar entre los acusados. —Churchill : La URSS ya no tiene relaciones diplomáticas con el Gobierno español, así que nadie podrá acusarle de lo que está diciendo ahora. —Stalin : Pero lo que sí tengo es el derecho y la posibilidad de plantear la cuestión y resolverla. ¿Por qué tendría que estar callado? Todo el mundo cree que las tres grandes potencias pueden resolver estas cuestiones. Y yo represento a una de estas, como el señor Churchill. ¿Debemos mantenernos en silencio ante lo que está pasando en España con el régimen de Franco y abstenernos de llevar a cabo una acción contra España, si tenemos en cuenta que ha recibido el apoyo del fascismo? No deberíamos mirar al suelo ante el peligro que representa la España de Franco. —Churchill : Nosotros tenemos antiguas relaciones comerciales con España. Si nuestra intervención no diera los frutos deseados, yo no querría que este comercio se detuviera. Por otra parte, comprendo totalmente la actitud adoptada por Stalin contra España. Franco envió a su División Azul a Rusia [para luchar junto a los alemanes contra la URSS], por lo que entiendo que esté molesto [...]. Pero en lo que respecta a Gran Bretaña, España se abstuvo de realizar ninguna acción contra nosotros en una época en la que si lo hubiera hecho podría habernos provocado un desastre [...]. Nadie duda de que el generalísimo Stalin no siente ningún afecto por Franco y creo que la mayoría de los británicos comparte esa antipatía. Yo únicamente deseo subrayar que la URSS ha sido dañada por Franco como ningún otro país. —Stalin : No es una cuestión de perjuicios. Aún así, creo que Inglaterra también ha sido perjudicada por el régimen de Franco. Durante mucho tiempo, España puso su costa a disposición de Hitler para que la usasen sus submarinos. Puede usted decir, por tanto, que ha sufrido daños causados por Franco de una forma u otra. Pero no deseo que este asunto se valore desde ese punto de vista. Lo que importa no es la División Azul, sino el hecho de que el régimen de Franco es una amenaza grave para Europa. Esto debe ser recordado. Por eso creo que algunas decisiones deben ser tomadas, incluso si eso significa que se rompan las relaciones diplomáticas y se crea que eso es un daño severo. Creo que debemos hacer algo contra ese régimen. Podemos encontrar otros medios. Solo tenemos que decir que no simpatizamos con el régimen de Franco y que consideramos justa la exigencia de democracia por parte del pueblo español. Solo tenemos que indicarlo y no quedará nada del régimen de Franco, se lo aseguro. Propongo que los ministros de Asuntos Exteriores debatan si puede encontrarse otra forma más suave o flexible para hacer patente que las grandes potencias no apoyan a Franco y su Gobierno. —Truman : Me parece bien. Propongo pasar el asunto a los ministros. —Churchill : Debo oponerme a esto. Creo que este es un asunto que debe ser resuelto en esta reunión por los líderes de los gobiernos. Interferir en los asuntos internos de otros países es una cuestión peligrosa. —Stalin : No lo considero un asunto interno de España, puesto que su régimen se creó desde el exterior y es un peligro para Europa. —Churchill : Todo el mundo puede decir esto del régimen de cualquier otro país. —Stalin : No, no hay ningún régimen en ningún país como el de España. No queda régimen como ese en país alguno de Europa. —Churchill : Portugal también podría ser condenado por tener un régimen dictatorial. —Stalin : No es la dictadura lo que importa. El régimen de Portugal es el resultado de un proceso interno, mientras que el régimen de Franco fue instaurado desde el exterior, por medio de la intervención de Hitler. Franco se comporta de manera provocadora y da asilo a nazis. —Churchill : […] En la Guerra Civil española hubo una intervención por ambas partes. La URSS intervino en un bando y Hitler y Mussolini, en otro. Pero, además, eso fue hace ya mucho tiempo. Creo que las acciones que tomásemos en esta reunión con respecto a ese problema servirían más para consolidar a Franco en su cargo. Y el Gobierno británico no va a apoyar ni lo más mínimo a su régimen más allá de ese comercio. —Truman : Propongo que sean los ministros de Asuntos Exteriores quienes debatan si se puede encontrar otra forma más suave de llegar a un acuerdo en este asunto. —Stalin : Creo que este tema debemos resolverlo aquí. Propongo hacer una evaluación del régimen de Franco, incluyendo las observaciones hechas por el señor Churchill sobre el posible desarrollo de los acontecimientos en España. La situación del régimen de Franco debería ser uno de los puntos en la declaración que hagamos a Europa. Debería ser una declaración breve en la que dejáramos claro que nuestras simpatías son con el pueblo español y no con su régimen. Y sugiero dejar la forma en que debemos realizar esta declaración a los ministros. de Asuntos Exteriores. —Churchill : No estoy de acuerdo con esta declaración [...]. Hay muchos cosas que no nos gustan de otros países como Yugoslavia o Rumanía [...]. Si hacemos esta declaración, yo no sé qué opinan realmente los españoles [sobre su régimen]. Hay muchas sombras en la opinión de los españoles. Creo que a la mayoría de ellos les gustaría deshacerse de Franco sin la interferencia de extraños. —Truman : Sugiero que pasemos a otro tema y volveremos al punto de España más tarde. En el comunicado posterior a las reuniones de la Conferencia de Potsdam publicado el 2 de agosto de 1945, Truman, Churchill y Stalin declararon finalmente: «Nuestros tres Gobiernos creen que es su deber señalar que no darán, en lo que les concierne, su apoyo a una solicitud de admisión que sea presentada por el actual Gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del Eje, no posee, en razón de sus orígenes, de su naturaleza, de sus antecedentes y de su estrecha asociación con los Estados agresores, los títulos necesarios para justificar su entrada». El 5 de agosto, el Gobierno español contestó a ese comunicado con una nota de protesta enviada por el ministro de Asuntos Exteriores franquista, Alberto Martín-Artajo : «Ante la insólita alusión a España que se contiene en el comunicado de la Conferencia de los Tres en Potsdam, el Estado español rechaza, por arbitrarios e injustos, aquellos conceptos que le afectan y los considera consecuencia del falso clima creado por las campañas calumniadoras de los rojos expatriados y sus afines en el extranjero». Stalin murió en 1953 y Churchill, que dejó de ser primer ministro británico en su segundo mandato en 1955, nunca volvió a establecer relaciones con España. Por su parte, Estados Unidos también las rompió poco después, y su presidente no perdió la oportunidad de declarar públicamente en varias ocasiones que «nunca había sentido mucha simpatía hacia España». Mientras, sin embargo, negociaba en secreto con Franco la implantación de bases militares en la Península y le concedía al régimen ayudas económicas millonarias.
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«México o Perú tienen unas de las poblaciones indígenas más altas de la actualidad. ¿Sería así si España hubiera acabado con todos ellos?», preguntaba el profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, Germán Mejía. Su máxima, y es la misma que sostuvieron el resto de ponentes del seminario ' Cómo acabar de una vez por todas con el mestizaje' , que tuvo lugar en 2024 y que recuperamos por su interés, es que el de la Monarquía Hispánica fue un imperio que fusionó culturas y forjó sinergias. Ramiro Villapadierna está de acuerdo. El responsable de la Oficina del Español del Gobierno de Madrid, la institución impulsora del evento, explicó a ABC que se cometió el error de comprar la «hamburguesa que...
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Habían pasado 13 años desde que Cristóbal Colón descubrió América cuando reconoció por primera vez quién había sido el verdadero responsable de la hazaña. Lo cierto es que no fue una declaración pública y quizá por eso no se le ha dado a este reconocimiento la publicidad que merece, sino a través de una serie de cartas personales escritas a su hijo Diego. En la primera, fechada el 21 de diciembre de 1505, aseguraba: «Él fue la causa de que sus altezas tuviesen las Indias». Isabel I de Castilla había muerto un año antes, pero Fernando II de Aragón todavía celebraba el éxito de haber dado el visto bueno y apoyado el proyecto presentado por Colón de viajar a las Indias hacia el oeste, en una nueva ruta por el Atlántico. Este paso que cambió la historia de la Humanidad no fue ni mucho menos fácil y llevó varios años de negociaciones. De hecho, los informes que les llegaban a los Reyes Católicos de sus consejeros al respecto eran muy poco favorables para el almirante. Además, en esa época la cuestión prioritaria para la Corona no eran la aventuras en el exterior, sino la conquista de Granada. Si no hubiera sido por el trabajo en la sombra de nuestro protagonista, Diego de Deza, es más que probables que nada de esto hubiera ocurrido. El famoso marino no dejó constancia de ello únicamente en la citada carta, sino en toda la correspondencia que mantuvo con su hijo Diego durante los dos años anteriores. En total, cinco misivas en las que habla de su protector y amigo nacido en Toro (Zamora), en 1443, sin cuyo apoyo y asistencia el genovés reconocía que nunca habría podido echarse al mar y cruzar el Atlántico con la Niña, la Pinta y la Santamaría. «Deza fue la causa de que yo me quedase en Castilla, cuando ya estaba de camino para fuera», insistía en el mismo mensaje, sobre uno de los momentos claves de la organización del viaje. Cuando Colón vio su proyecto fue rechazado por segunda vez y pensó que todo estaba perdido, que nunca podría iniciar su expedición. Este testimonio de primera mano fue ignorado por los historiadores de finales del siglo XV y principios del XVI, que se centraron siempre en la labor religiosa y como docente del Príncipe Juan de Aragón realizada por Diego de Deza, ocultando esta empresa sin duda mucho más importante para el mundo. En este mismo menosprecio cayeron también los cronistas de los Reyes Católicos y todos sus antiguos biógrafos. Por ejemplo, Andrés Bernáldez, historiador y capellán de Diego de Deza en Sevilla. En su 'Historia de los Reyes Católicos' no hizo mención alguna a esta labor que, sin duda, conoció. Tampoco Pedro Mártir de Anglería , humanista al servicio de Isabel y Fernando y famoso por sus escritos acerca del descubrimiento de América, ni Gonzalo Fernández de Oviedo , primer cronista de las Indias recién descubiertas. Ninguno de los dos registró el papel jugado por Deza en la empresa de Colón. El caso de este último es más grave, porque conoció a nuestro protagonista y omitió su papel en 'Historia general de las Indias' y las bibliografías que escribió. Diego de Deza había nacido en 1443, ocho años antes que el navegante. Sus caminos no se cruzaron hasta 1486, cuando el primero tenía 43 primaveras y el segundo, 35. El feliz encuentro entre ambos se produjo en Salamanca. Colón llevaba ya seis años dándole vueltas a la idea de alcanzar las Indias por una nueva ruta. En realidad no estaba solo en esto. En Portugal, el país en el que residía desde 1479, eran bastantes los navegantes inmersos en la carrera por circunnavegar África para llegar al mismo destino por Oriente. La diferencia es que el genovés creía que debía atravesar el Atlántico. A esta idea había llegado al estudiar los numerosos mapas y cartas marítimas que había heredado de su suegro −tras casarse ese mismo año en Lisboa con Felipa Moniz de Perestrelo , hija de un antiguo gobernador de Porto Santo−, así como toda la información que este había recopilado durante sus años de navegante por el Atlántico. Después de analizar toda esa documentación, Colón leyó los textos de viajeros como Marco Polo , Plinio El Viejo , Silvio Piccolomini y Pierre d'Ailly . Después se aprendió al detalle el mapa dejado por el matemático y marino Paolo dal Pozzo Toscanelli , fallecido poco antes, y finalmente ideó su proyecto. Por su parte, en 1479, Diego de Deza sucede a Pedro de Osma como responsable de la cátedra de Prima de Teología de la Universidad de Salamanca. Hasta allí había llegado nueve años después de ingresar en el monasterio de los dominicos en San Ildefonso, en su localidad natal, y finalizar sus estudios en Salamanca como discípulo de intelectuales como Antonio de Nebrija y Alfonso de Madrigal . Pronto se convirtió en una figura de primer orden en la ciudad, a raíz de lo cual tuvo la oportunidad de iniciar su relación con los Reyes Católicos tras una visita de estos por aquellas tierras en 1480. La impresión que les causó fue tan buena que, seis años después, le nombraron maestro del príncipe heredero Don Juan, único varón de los monarcas. En 1482 y 1483, Colón había intentado negociar con el Rey Juan II la financiación de una flota para buscar las Indias por el Atlántico, pero ni el portugués ni sus asesores creyeron factible aquel viaje. Entonces el genovés, desilusionado y enfadado, buscó el apoyo de los Reyes Católicos . Fue a principios de 1486 cuando Colón consiguió presentarles su proyecto. «Se vino a la corte y les hizo a los reyes relación de su imaginación, a la cual no daban mucho crédito. Les platicó, les dijo que era cierto lo que les decía. Y les enseñó el mapa del mundo, de manera que les generó el deseo de saber de aquellas tierras», contaba Bernáldez en la mencionada «Historia de los Reyes Católicos...», sin citar a Deza. Los monarcas crearon una comisión de expertos matemáticos, cosmógrafos, astrónomos y filósofos para que determinasen si era posible llevar a cabo la idea del navegante. Entre estos se encontraba precisamente Diego de Deza, que fue prácticamente el único que creyó en la viabilidad del proyecto de Colón y el único que en un principio lo apoyó. Pero fue insuficiente y lo rechazaron. Isabel y Fernando andaban más preocupados por acabar con los últimos reductos nazaríes de Granada y finiquitar la Reconquista, que en empresas fantasiosas. «Todos ellos acordaron que era imposible lo que el almirante decía», informaba entonces Rodrigo Maldonado . A pesar del varapalo, el genovés no desistió de su idea de alcanzar Asia desde Europa atravesando el Atlántico y se ganó a Deza para su causa. Desde ese mismo momento se convirtió en uno de sus principales valedores, iniciando una amistad que no rompería hasta el día de su muerte. «Siempre, desde que yo vine a Castilla, me ha favorecido y deseado mi honra», añadía Colón en otra de aquellas cartas . Tal es así que, en noviembre de 1486, su amigo consigue introducirle en la corte para que pueda acompañar a los Reyes en su viaje hasta Salamanca y persistir en sus argumentos. Allí se establece Colón al abrigo del fraile, que le buscó aposento en el convento de San Esteban y cubrió todos sus gastos durante los años de indecisión que siguieron al primer rechazo. En este convento, en el que Diego de Deza estaba activamente inmerso, no solo se enseñaba Teología o Derecho canónico, también otras ciencias. El resto de frailes conocían y estudiaban la obra 'Sphoera', de Leonardo Dati , en la que se defendía que la Tierra era redonda. Esto facilitó la comprensión de las ideas de Colón, que entusiasmaron a su nuevo amigo, el cual no dudo en comenzar a hacer gestiones ante Isabel y Fernando para convencerles de la viabilidad de la propuesta del genovés. En la «Historia de las Indias» que el cronista Bartolomé de las Casas (1474-1566) empezó a escribir en 1527, se hace la primera referencia de lo dicho anteriormente por el genovés, en un primer intento por sacar a la luz ese testimonio de primera mano: «En una carta de Colón dirigida a los Reyes dice que el maestro del príncipe Juan −es decir, Diego de Deza− había sido la causa de que los Reyes tuvieran las Indias». Se confirmaba la idea que tenía Colón de que sin la defensa de su proyecto por parte del famoso fraile la expedición, posiblemente, no se habría producido. La amistad profesada por Deza, por lo tanto, fue decisiva en la corte de Castilla para que se aceptara finalmente que este emprendiera su viaje. La mayoría de los expertos en materia de navegación que asesoraban a los Reyes Católicos siguieron rechazando el plan, mientras Deza resistía contra viento y marea en su defensa durante los momentos más difíciles. Incluso consiguió que le concediera al navegante su primer sueldo en la Corte: 10.950 maravedíes. Y Colón pudo seguir visitando Salamanca, con el objetivo de facilitar la comprensión de su idea con el apoyo del obispo como principal mediador ante sus opositores en el terreno científico. Así lo refería fray Fernando de Anaya en su «Historia del convento de Salamanca»: «Cuando estuvo en Salamanca, no solo le favorecieron los religiosos dominicos de San Esteban. Deza le hospedaba y mantenía en la corte, y fue su principal protector con los Reyes para llevar adelante su empresa. Por eso decía Colón que fue la causa de que sus majestades tuvieses las Indias». Tras la inicial omisión, entre el siglo XVI y principios del XX, algunos autores fueron dando por ciertas las conversaciones que Deza y Colón mantuvieron en Salamanca al respecto del proyecto y el impulso que el primero dio a este. Lo destacan tanto historiadores españoles (Antonio Sánchez Moguel, Antonio de Remesal, Consuelo Varela, Bernardo Dorado) como extranjeros (W. H. Prescott, Pierre Mandonnet, Washington Irving), que comienzan a señalar el decisivo papel de este como mediador ante los Reyes Católicos y el agradecimiento continuo de Colón a su amigo. El testimonio de Remesal en su 'Historia General de las Indias Occidentales' , publicada en 1619, decía: «Para persuadir de su intento a los Reyes de Castilla, Colón vino a Salamanca a comunicar sus razones con los maestros de astrología y cosmología de dicha Universidad. Comenzó a proponer sus discursos y fundamentos, y solo encontró atención y acogida en los frailes de San Esteban [...]. Entre todos estos, fue el maestro fray Diego de Deza quien más se empeñó en favorecerle y acreditarle ante los Reyes [...]. Todo el tiempo que se detenía Colón en Salamanca, el convento le daba aposento y comida y cubría el gasto de sus jornadas. Por esto y por las diligencias que hizo con los Reyes para que le creyesen y ayudasen en lo que pedía, se atribuía [a Deza], como instrumento, el descubrimiento de las Indias». Y en esta misma línea aparece el testimonio de De Las Casas en su «Historia de las Indias», cuando asegura: «Muchos años antes que viese yo escritas las cartas del Almirante Colón, había oído decir que el arzobispo de Sevilla −véase, Deza− se vanagloriaba de haber sido la causa de que los Reyes aceptasen dicha empresa y se descubrieran las Indias». En enero de 1492, al caer Granada, el genovés se presenta de nuevo ante los Reyes Católicos y su proyecto vuelve a ser rechazado. En aquel momento Diego de Deza era obispo de Zamora y ya había dejado la semilla plantada junto a otros valedores que el navegante había ido ganando para su causa. Esta trama de amistades y el apoyo financiero conseguido de algunos italianos, unido al interés político y comercial que Deza había generado en las cabezas de Isabel y Fernando, obraron el cambio que permitieron firmar las famosas capitulaciones de Santa Fe el 17 de abril de ese mismo año. Según este tratado, los monarcas se reservaban la titularidad de todas las tierras descubiertas y un porcentaje de las riquezas que se hallen, a cambio de permitir y financiar la expedición. Colón, además, sería nombrado virrey y gobernador de los nuevos territorios, así como el 10% de los tesoros y una octava parte del comercio que se generara en el futuro. Todo estaba listo ya, por fin, para que Colón zarpara con sus barcos para cambiar el mundo....
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Oskar Maria Graf , un autor reconocido por sus novelas sobre la Gran Guerra y la corrupción, derrochaba rebeldía y sorna. En el verano de 1933, poco después de que los nazis hubieran prendido fuego por todo el Tercer Reich a unos 25.000 libros considerados ilegales, este popular escritor bávaro publicó en el periódico 'Arbeiter-Zeitung' de Austria un manifiesto que causó gran revuelo: 'Verbrennt mich!' ('¡Quemadme!'). «Estaba indignado porque hubiesen arrojado a las llamas los títulos de Sigmund Freud, de Karl Marx o de Erich Kastner, pero no los suyos. Desde su exilio, exigió que le pusieran en las listas de libros prohibidos. Fue un firme opositor de Adolf Hitler». El periodista alemán Uwe Wittstock (Leipzig, 1955) toma la palabra...
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Hitler se obsesionó con una montaña antes, incluso, de subir al poder: el Nanga Parbat. Estaba empeñado en que un alemán fuera el primero en conquistar aquel peligroso ochomil del Himalaya. El objetivo: demostrar al mundo la superioridad de la raza aria. El primero en intentarlo había sido el británico Albert Mummery en 1895, pero acabó sepultado por una avalancha a 6.100 metros de altitud. Su cuerpo jamás fue encontrado y, durante décadas, el eco de aquella tragedia disuadió a los escaladores más valientes del mundo de volver a intentarlo, hasta que una expedición alemana dirigida por Willy Merkl, en 1932, se aventuró de nuevo. En aquella ocasión, Merkl alcanzó los 7.000 metros por la vertiente Rakhiot, pero tuvo que...
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