Considerar:
No sé por qué estamos aquí, pero estoy completamente seguro de que no es para divertirnos.
Ludwig Wittgenstein (1889-1951) Filósofo británico, de origen austríaco
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Reconstruir la cara, devolver la vida: el nacimiento de la cirugía plástica moderna en plena Primera Guerra Mundial
El soldado raso Percy Clare tenía 36 años aquel 20 de noviembre de 1917. Pertenecía al Séptimo Batallón del Regimiento East Surrey, cuyas tropas habían ganado terreno, en los alrededores de Cambrai, al amparo de la noche. Se encontraba tumbado boca abajo en una colina a las afueras de la localidad francesa, esperando la orden de su oficial. A esas horas de la madrugada, la victoria sobre los alemanes parecía segura, pero pronto todo degeneró en una masacre infernal. Lo primero que vislumbró Clare con los primeros rayos de sol fueron los cuerpos sin vida de sus compañeros esparcidos por el paraje que tenía frente a él, muertos todos por las bombas del día anterior. La imagen era terrorífica, un... Ver Más -
Así era el extraño palacio flotante para orgías de Calígula que enfrentó a Hitler y Mussolini
Dos mil años llevaban hundidas las dos embarcaciones de Calígula en el fondo del lago de Nemi, al sur de Roma. En concreto, desde el año 41 d. C. en que el famoso y controvertido emperador romano fue asesinado por sus propios pretorianos cuando tenía 28 años. Junto a él, y en el mismo palacio, cayeron también su esposa Cesonia y su hija pequeña, a la que rompieron la cabeza a golpes. Aquellos crímenes pusieron fin a cuatro años de terror, que los autores del magnicidio quisieron borrar, entre otras acciones, confiscando los objetos más valiosos de ambos barcos para mandarlos después al fondo del mencionado lago y borrar así todas las huellas de su antecesor. Poco después de subir al poder en 1922, Benito Mussolini se refirió a los intentos que se produjeron desde el siglo XV para intentar reflotarlos, quizá en busca de una justificación para la tarea que estaba apunto de emprender. El primero en intentarlo fue el cardenal Prospero Colonna en 1477. En 1535, el ingeniero Francesco Demarchi, que se valió de una ingeniosa escafandra que le permitía sumergirse durante más de una hora, pero «cuando volvía a la superficie, de su boca y oídos manaba sangre copiosamente como consecuencia de la presión. Y varias veces fue atacado y mordido por grandes peces [...], hasta que renunció a su empresa», contaba ABC en 1929. En 1827, el arqueólogo Annesio Fusconi se sumergió usando una campana creada por Edmund Halley con capacidad para ocho buzos, pero únicamente consiguieron rescatar algunos pedazos y dañar una parte del armazón. «Los objetos que se han podido sacar a lo largo de estos siglos han tentado a muchos arqueólogos e ingenieros –añadía este diario–. Hay noticias de que el arzobispo Alberti realizó también esfuerzos inauditos en el siglo XV. Muchos pescadores de perlas, atraídos por la fama, realizaron exploraciones que no pudieron continuar por la extraordinaria frialdad de las aguas». Veinte siglos permanecieron así los barcos de Calígula, no muy lejos del alcance del hombre. El primero, a 50 metros de la orilla y 20 metros de profundidad. Y el segundo, a 20 metros de la orilla y 12 de profundidad. Se dice que incluso los pescadores de las aldeas vecinas, en los días despejados y con el agua en calma, podían distinguir sus armazones y «pescar» algunos restos de mosaicos, columnas, clavos de diferentes medidas y objetos de terracota. El año pasado, de hecho, se descubrió una cabeza de estatua en el lecho del lago que podría datar del siglo I d. C. y estar relacionada con las embarcaciones del emperador. El 30 de septiembre de 1926, sin embargo, contaba ABC : «Mussolini ha dispuesto que se emprendan los trabajos necesarios para desaguar el lago Nemi, en el fondo del cual reposan, desde hace dos mil años, a 25 metros de profundidad, dos galeras de recreo que pertenecieron a Calígula». Según la información recabada, medían más de 70 metros de eslora y 20 de manga. Eran dos auténticas villas flotantes que Calígula mandó construir sobre el lago para dar rienda suelta a sus orgías de sexo y alcohol y para rendir culto a la diosa Diana. Los dos barcos multiplicaron su fama de excéntrico y megalómano. No hay más que ver los materiales y la tecnología empleadas para la construcción de los suntuosos salones y los dos templos dedicados a la diosa, alzados sobre columnas de mármol, que tenían. Todas sus habitaciones, además, estaban decoradas con pan de oro, ricos mármoles, techos dorados, mobiliario lujoso, suelos de mosaico romano y hasta jardines. Todo ello repleto de grandes estatuas y objetos de incalculable valor para la época, a los que añadió conducciones de agua fría y caliente para su comodidad y la de sus invitados. El año que Mussolini decidió que era el momento de recuperarlos, declaró en la Sociedad Histórica Romana : «Siempre que se han hecho esfuerzos, durante los últimos cinco siglos, para penetrar en el misterio de las galeras imperiales que yacen en el fondo del lago Nemi, todos aquellos que veneran el nombre de Roma y rinden culto a su antigua grandeza, han sentido palpitar sus corazones, presos de una emoción infinita. Y es lógico que así sea. Esos bajeles sumergidos son algo más grande y significativo que dos meros barcos del siglo primero». Mussolini, con cierta querencia hacia la megalomanía como muchos dictadores, no iba a permitir que semejantes palacios flotantes, procedentes de una de las épocas más gloriosas de la historia de Roma, permanecieran más tiempo en el fondo del agua. En abril de 1927 anunció su decisión de recuperarlas con toda solemnidad. «Y ahora, a trabajar. Pero recordad que, si no lo lográis recobrar las galeras, debéis preparaos a hundiros junto a ellas en el lago», amenazó el 'Duce' al ministro de Instrucción Pública, Pietro Fedele. Para no llegar a ese extremo, se contrató a una empresa milanesa y se dispuso un imponente proyecto de ingeniería que se basó en vaciar el lago con una prodigiosa bomba hidráulica. Se extrajeron nada menos que 40 millones de metros cúbicos de agua que fueron canalizados hasta el mar a través de viejos acueductos romanos. La revista 'Blanco y Negro' publicó las impresiones de un enviado especial que fue testigo de cómo, poco a poco, ambas embarcaciones fueron apareciendo bajo el lodo. «En la visita anterior apenas estaba visible parte de una de las galeras, presentando una confusión de plataformas y maderos en excelente estado, a pesar de su inmersión en el agua durante dos mil años. En el momento actual, la sección visible, de unos 30 metros de longitud, da una magnífica idea de los arquitectos navales de la era precristiana», explicaba este. Una vez vaciado el lago, los cascos de las naves fueron llevados a un gran museo construido en sus orillas para exhibirlos. Después el lago se volvió a rellenar. Allí permanecieron expuestas hasta que, la noche del 31 de mayo de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial fueron quemadas por orden de Hitler. El ataque contra los adorados barcos de Mussolini se produjo durante la huida de las tropas nazis ante el avance aliado sobre Roma, y ha sido interpretado como una última ofensiva del dictador alemán contra el «traidor» dictador italiano, que en los últimos compases del conflicto estuvieron enfrentados. Unos meses antes, de hecho, Hitler había ordenado fusilar a 8.200 soldados de Mussolini en Cefalonia, Grecia. El líder nazi sabía que reducir a cenizas los barcos de Calígula era atacar al dictador italiano donde más le dolía. De aquel incendio sobrevivieron tan solo unos pocos trozos de madera y algunas monedas. Se perdía así una obra arquitectónica única en su género, una estructura gigantesca concebida expresamente en función de su uso recreativo en un espacio de tan solo dos kilómetros de largo. Después de la guerra, las dos naves fueron reproducidas a una escala menor, que se encuentran en el Museo de las Naves Romanas, Allí también se conservan algunos elementos originales que había a bordo: ancla, tuberías de plomo con el nombre de Calígula, porciones de mosaicos y de pavimentos con incrustaciones de mármol, cuatro columnas de mármol, cerámicas, ladrillos, decoraciones de arcilla y monedas. Los últimos estudios realizados en 2017 consideraron que podría haber una tercera nave de Calígula en el lago Nemi. Justo en una de las zonas que no fueron desecadas por el 'Duce'. Esta es la hipótesis que defiende el Ayuntamiento de la localidad, el recaudó fondos para encontrarla y sacarla a la superficie como en 1929. «Se trata de una operación de gran importancia. Estamos convencidos de que en el fondo del lago se encuentra la tercera nave. Las evidencias nos empujan a intentar esta posibilidad y creo que es un deber hacerlo», aseguraba el alcalde, Alberto Bertucci. -
Las confesiones del piloto nazi más letal sobre su último combate: «Una lluvia de fuego me envolvió»
Corría la década de los noventa cuando un periodista le preguntó a Adolf Galland, el gran as de la ' Luftwaffe ', cuántas veces había sido derribado. «Lo cierto es que no muchas... Tan solo cuatro...». Aunque le escoció tener que admitirlo, el alemán no se escondió. Al fin y al cabo, le avalaban 705 misiones de combate sobre los cielos y 104 aviones destruidos en el frente Frente Occidental. Casi nada. Lo que no desveló, quizá por vergüenza, quizá por mala memoria, fue que el último combate en el que participó hubo de contarlo como una derrota y, casi casi, como otro derribo más. «Vi una lluvia de fuego», explicó en su biografía, dónde sí hizo referencia a su batalla final. Galland luchó su última ' pelea de perros ' el 26 de abril de 1945. Así lo confirma el historiador Robert Forsyth en su ensayo histórico, ' Me 262 Northwest Europe 1944–45 ', donde especifica que despegó con su unidad a las once y media de la mañana desde el aeródromo de Riem. En esta región de Múnich alzaron el vuelo dos docenas de aparatos pertenecientes al 'Jagdverband 44' (JV 44). Aquello no era moco de pavo. «Este escuadrón había ido formado en marzo y se había convertido en la unidad más extraordinaria formada en la historia de la aviación hasta hoy en día», explica Felipe Botaya en ' Operación Hagen '. No le falta razón. Galland llevaba desde febrero en busca y captura de los mejores pilotos que rondaran todavía por el renqueante Tercer Reich. Y había reclutado desde oficiales renegados hasta aviadores válidos, pero que habían pasado la última parte de la Segunda Guerra Mundial en hospitales aquejados de ansiedad. «Al saber de la nueva unidad de Galland, muchos quisieron enrolarse; otros, literalmente, se escaparon de sus escuadrones respectivos, y sin ninguna orden de transferencia se enrolaron», añade el autor español. Y doce de ellos partieron con una misión clara aquel 26 de abril: interceptar los B-26 Marauder aliados que se dirigían a la base de Lechfeld y el depósito de municiones de Schrobenhausen. Galland tenía claro que ni toda la experiencia atesorada a lo largo de la Segunda Guerra Mundial les serviría para vencer una guerra que ya estaba perdida. Su única esperanza, como desveló en un discurso a sus pilotos, era ganar alguna batalla y retrasar el avance aliado en lo posible. Morir matando. «Desde el punto de vista militar la guerra está perdida. Nuestra acción aquí no puede cambiar nada... Yo continuaré luchando, porque el combate me tiene atrapado, porque me siento orgulloso de formar parte de los últimos pilotos de caza de la 'Luftwaffe'... Solo los que sientan lo mismo que yo deben seguir volando conmigo», inquirió. A su favor tenía los flamantes Me-262 recién salidos de las fábricas germanas de Messerschmitt, los primeros cazas a reacción que entraron en activo en el conflicto. Estos revolucionarios aparatos alcanzaban una velocidad nunca vista hasta entonces, 850 kilómetros por hora, un 25% más veloz que sus contrarios norteamericanos. En su momento, Galland lo cubrió de loas: «El avión 262 es un gran éxito. Nos va a proporcionar una increíble ventaja en la guerra aérea, siempre que el enemigo siga utilizando el motor a pistón. La aeronavegabilidad me ha producido la mejor impresión. Los motores son totalmente convincentes, excepto en el despegue y en el aterrizaje. Este avión abre las puertas a posibilidades tácticas totalmente nuevas». A su vez, Galland y sus colegas recibieron poco antes de partir una nueva arma secreta –evolución, vaya– idónea para segar aparatos enemigos en el aire. Tal y como explica Philip Kaplan en ' Ases de la Luftwaffe en la Segunda Guerra Mundial' , eran «unos dispositivos portacohetes situados bajo las alas capaces de contener veinticuatro cohetes R4M de cinco centímetros». Cada uno de ellos podía derribar un bombardero pesado y permitían la piloto permanecer fuera del alcance del fuego enemigo. «Apuntando bien, si se disparaban todos los cohetes al mismo tiempo, teóricamente podían hacer blanco en varios bombarderos», completa el experto anglosajón en su obra. A cambio, los alemanes solían enfrentarse en los cielos a los populares P-47 Thunderbolt. El historiador y periodista Jesús Hernández, autor una infinidad de ensayos históricos sobre el conflicto como 'Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial', explica a ABC que este aparato «ofrecía un gran rendimiento en todo tipo de acciones» a pesar ser algo antiguo. «Los pilotos experimentos hacían incluso ataques a tierra contra tanques y camiones, y eran requeridos para destruir puentes, muy difíciles de acertar con las técnicas de bombardeo habituales», explica a este diario. En las 'peleas de perros' daba todavía la talla gracias a que era de los más veloces en lanzarse en picado. La realidad, no obstante, es que los Me-262 eran enemigos demasiado modernos y raudos para estos cazas diseñados en los años treinta y lanzados a los cielos en 1941. «Hay que reconocer que el P-47 no destacaba en nada en particular, salía perdiendo en los duelos aéreos con la 'Luftwaffe', y carecía de la mística que acompañaba a otros aparatos norteamericanos como el P-51 Mustang o la Fortaleza Volante B-17 , pero la realidad es que se utilizó con profusión a lo largo de toda la guerra debido a su dureza y versatilidad, y acabaría integrando la fuerza aérea de 24 países, así que creo que este aparato merece un reconocimiento», sentencia Hernández. El 26 de abril resonaron tambores de guerra con nubes dispersas y poca visibilidad. El 'Jagdverband 44' partió con la idea de derribar media docena de B-26 Marauder, y Galland fue el primero en divisarlos. Los alemanes lo tenían todo a su favor, menos la experiencia. Las pocas misiones a lomos de estos aviones les provocaron severos problemas a la hora de evaluar la velocidad de aproximación a los pesados y lentos bombarderos. Para colmo, a pesar de ubicarse a la distancia de seguridad recomendada, los disparos defensivos lanzados desde aquellas fortalezas voladoras alcanzaban a sus chicos. Muy mal asunto. Por si no había ya bastantes problemas, el as cometió un error de novato en el momento de atacar. «Al principio, con la excitación, olvidó abrir el dispositivo de seguridad de los cohetes. Cuando estaba en perfecta posición de tiro, Galland presionó el botón, pero los cohetes no se dispararon», explica Kaplan. Aunque tuvo que acercarse un poco más, los cañones si funcionaron. 'Tac, tac, tac, tac, tac'. Uno de los Marauder de la formación estalló envuelto en llamas. En su caída, además, golpeó a uno de sus colegas y le provocó deterioros severos. Pero Galland, a cambio, recibió varios disparos en su Me-262 que le dañaron un motor y generaron una espesa nube de humo. Y de ahí, al desastre. Galland no vio como, de la nada, un P-47 descendió para proteger los Marauder. Su Me-262 era una señal de humo volante. Las balas surcaron el cielo. Tras el fuego, la cabina y el tablero de instrumentos saltaron en pedazos; la rodilla derecha quedó muy dolorida. ¿Habría cambiado algo haber hecho fuego antes con los misiles? Nunca lo sabremos. Lo que sí conocemos es el nombre y apellido del piloto aliado a los mandos de aquel aparato: James J. Finnegan, del 50º grupo de caza de la Novena Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos . Y tenemos estos datos porque él mismo narró aquella 'pelea de perros' poco después de la Segunda Guerra Mundial: «Lo recuerdo bien porque fue la primera vez que vi estos aviones en vuelo. Se usaban desde octubre de 1944 y nos repetían que nos encontraríamos con ellos. Sin embargo, como sucedió con otra información de inteligencia que recibimos en esos tiempos, hasta entonces no se había materializado la amenaza. […] Los cazas alemanes iban por debajo del mío, y yo ni siquiera vi venir [a Galland]. Derribó un B-26 y después a otro. ¡Boom! Galland viró para hacer otra pasada. Yo me pregunté: 'Dios, ¿qué demonios son estas cosas?' y me preparé para atacar. Estaba cerca de los 13.000 pies, y él, entre los 9.000 y los 10.000. Me lancé en picado. Solté una ráfaga de tres segundos y pude ver los impactos en el Me-262». Así recordó Galland aquel encuentro en sus memorias: «Una lluvia de fuego me envolvió. Sentí un golpe en la rodilla derecha y el panel de instrumentos se hizo añicos. El motor derecho también recibió un impacto; su cubierta de metal se soltó con el viento y se desprendió en parte. Después ocurrió lo mismo con el izquierdo. Solo tenía un deseo: salir de ese 'cajón'. Pero luego me paralizó el terror de recibir un disparo mientras caída en paracaídas. La experiencia me había enseñado que eso era algo factible. Tras algunos ajustes, pude controlar mi maltrecho Me-262. Después de pasar una capa de nubes vi la 'Autobahn' debajo. Delante estaba Múnich y, a la izquierda, Riem. En unos segundos estaría sobre el aeródromo». Para evitar más problemas, Galland apagó los dos motores mientras se dirigía al borde del aeródromo. El aterrizaje fue de película; la rueda del morro estaba desinflada por un disparo y no tenía frenos. Pero, a pesar de ello, consiguió detener el avión, salir a toda velocidad de su interior y meterse en el cráter de una bomba. Porque sí, mientras él acometía aquella peligrosa maniobra, la unidad de P-47 había empezado a descargar su furia sobre la zona. «Según calcularon Galland y sus pilotos, el combate se saldó con cinco aviones enemigos destruidos y ninguna baja alemana. Galland fue conducido a un hospital de Múnich, donde se ocuparon de su rodilla y le escayolaron la pierna», explica el autor anglosajón. -
El verdadero cerebro de la masacre de Annual no fue el famoso Abd el-Krim: estudió en España
Se ha contado en muchas ocasiones. Durante las dos semanas que duró el desastre de Annual , en 1921, se calcula que murieron entre 10.000 y 13.000 soldados del Ejército español. Algún investigador británico, como Geoffrey Regan, elevó la cifra hasta los 20.000. En cualquier caso, fue una masacre sin precedentes de la que se han recuperado testimonios sorprendentes como los recogidos en el libro 'Morir en África: La epopeya de los soldados españoles en el desastre de Annual' (Crítica, 2014), de Luis Miguel Francisco. Un telegrama del Rif, recibido el 7 de junio de aquel año, comentaba: «El capital Huelva fue de los primeros en ser alcanzado por una bala rebelde. Sereno y animoso, a pesar de encontrarse herido, se mantuvo en el parapeto, del que solo se separó algunas veces para aprovisionar de municiones a sus hombres, hasta que le mató una nueva bala. Casi al mismo tiempo, cuatro proyectiles enemigos hacían blanco en el jefe de la posición, el capitán Salafranca, quien no cesaba de animar a sus fuerzas a pesar de su gravísimo estado». Muchos de los cadáveres de sus compañeros fueron descuartizados con saña por las hordas indígenas de Abd El-Krim y olvidados sobre el terreno para siempre. Tan crítica y desesperada fue la situación que se vivió después de que las tropas del general Silvestre fueran desarboladas, que algunos soldados españoles se mataron entre sí para hacerse con un transporte en el que huir. La mayoría cayó igualmente. De aquella tragedia hay mucha información. El escritor Ramón J. Sender que recordó posteriormente a las mujeres indígenas que seguían a la retaguardia mora torturando y rematando a los españoles heridos. A muchos les arrancaron las muelas mientras estaban vivos para hacerse con el oro de las fundas y los empastes. A otros, incluso, los abrieron en canal a golpe de gumía. La barbarie era su seña de identidad. Otro superviviente español consiguió escapar tras fingir su muerte, aunque después de que le cortaran un dedo. «Los moros degollaban sin piedad a nuestros soldados con salvaje ferocidad», comentaba sobre las tropas de un Abd el-Krim que no solo trataba de ganar la guerra, sino aplastar, humillar y aterrorizar a nuestro Ejército para dejar constancia del odio que sentía hacia España. Este líder de la resistencia contra las administraciones española y francesa durante la guerra del Rif ha pasado a la historia como el principal responsable de aquella matanza. Cada día, los periódicos de España publicaban sus pasos en aquellos años y, por supuesto, durante los días en los que se produjo la citada matanza entre el 21 de julio y 9 de agosto de 1921. Fue tal la publicidad que recibió, que es prácticamente imposible encontrar noticias en las que aparezca su hermano Mhamed Abd el-Krim, el considerado por muchos como el verdadero cerebro del desastre de Annual. Uno de los detalles más sorprendentes y, en cierta forma, contradictorios es que la planeó solo dos años después de regresar de España, donde se había pasado nueve años estudiando y perfectamente integrado en la sociedad. Este periplo comenzó cuando, el 28 de diciembre de 1910, le envió una carta al director de la Escuela de Magisterio de Málaga, «suplicándole» que fuera admitido tras el pertinente examen. Tenía solo 15 años, pero la plaza le fue concedida y se mudó, inmediatamente, a la ciudad andaluza para vivir una de las etapas más felices de su vida, según explicó él mismo. Tal es así que, cuando acabó sus estudios con excelentes notas, decidió cursar Ingeniería de Minas, esta vez en Madrid, hasta 1919, tan solo dos años antes de que decidiera masacrar a los que en ese momento eran sus vecinos, conciudadanos, compañeros y profesores. Fue entonces cuando se convirtió en un destacado militar de El Rif y organizó, junto a su hermano mayor, la resistencia contra las tropas coloniales españolas y francesas, a quienes les infligió importantes derrotas en el norte de Marruecos, en los primeros meses después de regresar a casa. El hecho de que el nombre de ambos hermanos fuese muy parecido –Mhamed y Muhammad– provocó una profunda confusión sobre su identidad durante años. En muchas ocasiones se llegó a creer, incluso, que eran la misma persona, pero no era así. El primero fue el gran estratega militar de las fuerzas rifeñas, mientras que el segundo pasó a la historia como el líder absoluto del movimiento emancipador. Los dos, eso sí, hablaban bien el español, pues su padre se había esforzado mucho en que recibieran la mejor educación. Cuando llegó la definitiva ruptura de los Abd el Krim con España y el ataque sobre las posiciones de Abarrán, Igueriben y Annual, Mhamed conocía ya a la perfección el sistema defensivo español y todas sus debilidades. Fue a partir de ese momento cuando aparece citado en diferentes artículos de ABC como «el hermano de...» y, por lo general, en pequeñas notas. En 1921, dos fotógrafos de este diario consiguieron publicar un retrato suyo tomado en Axdir , junto al del coronel Silverio Araujo, que en ese momento era su prisionero. «Hermano del presidente de la República del Rif, ministro de la Guerra y jefe de las fuerzas que luchan por la independencia», puede leerse en el pie de foto. Ese mismo año, este diario cuenta que Mhamed se encuentra «prisionero de los cabileños de Gomara , a quienes se sigue suponiendo inclinados a entregarlo a las autoridades españolas». En 1923, sin embargo, se le sitúa en Francia . En 1925, al frente del Ejército rifeño en diferentes puntos de Marruecos. Sin embargo, no fue derrotado definitivamente hasta mayo de 1926, cuando él y toda su familia se rindieron a los franceses y vivieron en la isla de Reunión durante dos décadas. De ahí se trasladaron a Port Said y, después, a El Cairo, acogidos por el Gobierno egipcio. El Abd el-Krim famoso falleció en 1963. Mhamed, por su parte, regresó un año después a Rabat, en el Marruecos independiente. Allí le sobrevino la muerte de un ataque al corazón, justo cuando planificaba volver al Rif. -
Medio millón de obreros y tres años de construcción: el colosal invento de Hitler para frenar a los Aliados
La Europa de los años treinta era una heredera directa del Tratado de Versalles . La puñalada moral que supuso para Alemania la pérdida de una franja de su territorio en favor de Francia, así como la evidente derrota en la Gran Guerra, convirtieron a las dos potencias en enemigas de hecho y de derecho. Y los galos movieron ficha en primer lugar con la construcción de la Línea Maginot , un entramado defensivo de 400 kilómetros en su frontera este. Tras su inauguración, los germanos respondieron en 1936 con el diseño de su propio complejo para cubrir el frente occidental en caso de guerra. Hitler, ya Canciller, exigió que fuese «inexpugnable». Así fue alumbrado el proyecto de la Muralla... Ver Más -
El rey castellano que aplastó la última intentona musulmana de conquistar la península
Alfonso XI de Castilla fue un tipo duro. Las crónicas le definen como un guerrero nato que mantuvo a raya a la nobleza local –revoltosa en exceso– y al que le escocían sobremanera las derrotas contra los musulmanes. El que fuera bisnieto de Alfonso X 'el Sabio' combatió a sangre, fuego y lo que se terciara para evitar la expansión norteafricana en la península, y el mejor ejemplo de ello fue la batalla del Río Salado. Aquella contienda, saldada con victoria, puso freno a la última intentona africana de dominar el territorio. Y el monarca, igual de sabio que su bisabuelo, se aprovechó su impulso para hacerse con otras tantas regiones como Priego, Rute o Benamejí. Nació don Alfonso en... Ver Más -
El rastro histórico de los gigantescos espectáculos navales de la Antigua Roma que muestra 'Gladiator II'
«Tito llenó repentinamente la arena con agua e introdujo en ella caballos y bueyes que habían aprendido a comportarse en líquido del mismo modo en que lo hacían en tierra seca», escribió el historiador Dion Casio a finales del siglo II, sobre el sorprendente la inauguración del Coliseo de Roma en el año 80 d. C. Un acto que se prolongó durante cien días y que, según los testimonios que han llegado hasta nuestros días, provocó muchos más muertos que cualquier otro evento festivo celebrado en las centurias posteriores. Hubo de todo: combates a muerte entre gladiadores, sacrificio de criminales, cacerías sobre la arena de todo tipo de animales exóticos y, lo que nos ocupa en este reportaje, la representación de gigantescas batallas navales con el foso completamente inundado y miles de figurantes. Toda aquella celebración fue una orgía de sangre sin precedentes, que duró más de tres meses, para dar la bienvenida al monumento más famoso de Italia. La magnitud de aquella matanza es difícil de calcular y siempre ha estado rodeada de misterio. En realidad no hay cifras sobre cuántos gladiadores o actores murieron en dichas representaciones. Suetonio, el biógrafo del emperador que organizó los actos, Tito, daba solo la cifra de cinco mil animales sacrificados durante las celebraciones del final de unas obras que habían comenzado en el año 70 por orden de su padre, el emperador Vespasiano. Sin embargo, son estas espectaculares batallas navales recreadas en el Coliseo, las naumaquias, una de las cuestiones que han desconcertado a arqueólogos e historiadores, que todavía se preguntan si realmente Tito pudo inundar la arena y, en el caso de conseguirlo, cómo lo consiguió. Lo cierto es que Casio daba algunos detalles. Este historiador casi contemporáneo, que falleció en Turquía en el año 265, describió en su obra cómo eran los barcos que el emperador sacó al coso inundado hasta hacerlo navegable –como si de un lago artificial se tratara– y su objetivo: representar uno de los combates librados en la Antigua Grecia entre Corinto y Corcira. Tal es la curiosidad que despiertan estas batallas navales, que se han llevado recientemente al mundo del cine y la televisión. En primer lugar, a la serie 'Those about to die' , de Prime Video, protagonizada por Anthony Hopkins e Iwan Rheon. En segundo, a la secuela de 'Gladiator' que se estrena este viernes, dirigida de nuevo por Ridley Scott y protagonizada por estrellas como Pedro Pascal y Denzel Washington. En el tráiler de esta última, de hecho, se destaca uno de estos combates navales de la Antigua Roma, en el que incluso se toma la licencia de incluir algo parecido a tiburones atacando a los gladiadores. Evidentemente, este espectáculo extraordinario no habría sido posible en el Coliseo tal y como está hoy, porque no hay manera de que los cimientos de la arena, con sus intrincados ascensores y los demás artilugios que se usaban para elevar a los animales, pudieran ser impermeables. Algunos investigadores han sugerido que, cuando se construyó el anfiteatro, antes de instalarse toda esa maquinaria, es posible que existiera la posibilidad de inundarlo, a juzgar por las continuas referencias que hacen algunos historiadores antiguos. Suetonio, por su parte, sugiere con toda certeza que hubo juegos de agua en un espacio diferente construido para este propósito. Esta afirmación está en la línea de otra declaración de Casio, en el que comenta que dichos espectáculos se extendieron por toda la ciudad e incluían deportes acuáticos. Entre ellos, efectivamente, una batalla naval en la que participaron nada menos que tres mil figurantes. Por desgracia, no se han encontrado restos arqueológicos que lo confirmen. Aún así, la fascinación nunca decayó. En la Exposición Nacional que se celebró en 1887, en el Paseo de la Castellana de Madrid, que se convirtió en un verdadero acontecimiento social y marcó la cumbre del género histórico, el jurado dio a conocer su veredicto. ¿Quién recibió una de las medallas más importantes? Ricardo de Villodas con su obra 'La Naumaquia'. El tema elegido por el pintor madrileño para acudir a la exposición no había sido muy representado en la historia del arte, aunque sí encontramos algunos ejemplos como los de Giovanni Lanfranco, que pintó otra escena de estos extrañas naumaquia a principios del siglo XVII, conservado hoy en el Museo del Prado. Si seguimos su rastro entre los historiadores de la Antigüedad, como los ya citados Dion Casio y Suetonio y otros como Tácito, la referencia más antigua data del 46 a. C., más de un siglo antes de la inauguración del Coliseo de Roma. La organizó Julio César con motivo de los juegos con los que celebró la victoria sobre sus enemigos. El dictador mandó hacer en el Campo de Marte, cerca de la Torre Eiffel, un gran lago artificial. Allí hizo que se enfrentaran una flota tiria y otra egipcia para deleite de los asistentes. Participaron mil soldados y dos mil remeros en cada flota, con barcos de dos, tres y cuatro remos, según contaba el académico de la Real Academia de la Historia (RAH), José María Blázquez, en su artículo 'Circo y fieras en la Roma antigua. Pantomimas y naumaquias' (UCM). En el año 2, el emperador Augusto , para festejar la consagración del templo de Marte Ultor, organizó otra gran naumaquía, para lo que mandó crear un gigantesco lago artificial. Para que se hagan una idea de las dimensiones, medía 533 metros de largo y 357 de ancho. En aquella ocasión combatieron treinta naves grandes que representaban a los atenienses y los persas, más un número mayor de pequeños barcos. El número de combatientes fue de 3.000, a los que habría que sumar los remeros. Medio siglo después le tocó el turno al emperador Claudio, que organizó un gran simulacro de combate naval para celebrar el fin de las obras que unían el lago Fucino, mediante un canal, con el río Liris. Aquella batalla fue todavía más espectacular, puesto que participaron, según Blázquez, 19.000 combatientes, repartidos en dos flotas, una en representación de Sicilia y otra de Rodas. Las batallas tenían tanto éxito de público que, según Tácito, los organizadores rodeaban el lago de balsas para impedir que los asistentes, apiñados en la orilla, se cayeran al agua. Y estas, por si acaso, las ocupaban destacamentos de los cohortes pretorias, la guardia personal del emperador. En el año 57 o 58, no está muy claro, Nerón convirtió la arena del anfiteatro que él mismo había levantado en el Campo de Marte, en otro lago gigantesco que llenó de peces de todo tipo y reprodujo un nuevo encuentro naval entre persas y griegos, con el objetivo de recordar las famosas Guerras Médicas. Después, como si del escenario de un concierto se tratara, vació el lago y sobre la arena hizo luchar a los gladiadores simulando un combate terrestre, esta vez. Repitió el espectáculo seis años después, siguiendo el mismo orden, pero acabando con un fastuoso festín en el mismo sitio donde horas antes no había más que agua. No hay datos de cómo consiguió hacerlo, en lo que hoy sin duda sería una gran obra de ingeniería. No hay constancia de más batallas navales hasta las celebradas por Tito en la inauguración del Coliseo de Roma, pero tampoco murieron con él. La 'Historia Augusta' –una colección de biografías de emperadores romanos y usurpadores del trono de Roma escrita en latín por varios autores clásicos a finales del s. IV– da noticia de otra naumaquía celebrada por el emperador Filipo el Árabe. Con ella quería festejar la fundación de Roma, aunque no se conocen más detalles. No cabe duda de que los emperadores romanos fueron muy pródigos en organizar toda esta clase de espectáculos para distraer al pueblo de Roma y evitar que pensaran en político y se levantaran contra el poder. Prueba de ello es el reinado del joven Tito con el que comenzamos este reportaje, pues se inició con varias catástrofes, como la erupción del monte Vesubio, un incendio en Roma y un brote de peste. No hay mejores fuegos artificiales para intentar apaciguar los ánimos de los ciudadanos… y de los dioses. Por si acaso. -
El genio olvidado tras Blas de Lezo que (también) aplastó a la colosal flota inglesa de 1741
Ni don Blas de Lezo –el 'Mediohombre'–, ni el virrey don Sebastián de Eslava . A la sombra de estos héroes hoy populares hubo un tercer genio que se convirtió en un pilar impávido durante la famosa batalla de Cartagena de Indias de 1741: Carlos Suillars de Desnaux . Suizo de nacimiento, este ingeniero mejoró las defensas de enclaves como el fuerte de San Luis de Bocachica y fue uno de los líderes más destacados de los combates posteriores. El enésimo héroe que ha pasado de puntillas por la historia a pesar de haber derrochado valor en el asalto de la colosal flota de Edward Vernon –la mayor jamás conocida hasta el Desembarco de Normandía– a la ciudad portuaria. Hasta ahora, al menos. Y es que, el último mes, el buen Desnaux ha vuelto a resurgir de la mano de 'Cartagena, 1741', un juego de mesa de estrategia basado en la contienda y que, impulsado por 'La Sinfonía del Uro' y 'Universo Hispano', busca fondos a través de una campaña de micromecenazgo. Un aporte, dicen, a cambio de demostrar al mundo hispano que la historia del Imperio español está muy de moda y puede mover ríos y montañas. El ' crowdfunding ' sigue su curso. Desde su apertura, han logrado recabar algo más de 18.000 euros, un 53% del total necesario para que el juego sea una realidad. Sus creadores proponen un juego de estrategia que simula la defensa de Cartagena de Indias en 1741. A un lado, los oficiales rojigualdos que lideraron la batalla: el mismo Blas de Lezo, el virrey Eslava y Desnaux. Al otro, los británicos Edward Vernon y Thomas Wentworth . «El objetivo es convertirse en el héroe más famoso, obteniendo puntos de fama por hundir barcos, destruir fortalezas o baterías de cañones, derrotar a otros héroes o tomar la ciudad», explican los creadores en su página web. El sistema de juego, realizado mediante cartas, recrea las diferentes jornadas de la contienda. «Por orden de iniciativa, las tropas realizan las acciones que han recibido. Unas son más inmediatas y necesitan menos preparación que otras», suscriben. Además de cartas de diferentes tipos –desde las de acción, hasta las especiales y las de personaje– el juego cuenta con 22 miniaturas que recrean los diferentes buques que participaron en la contienda; varios bustos de héroes y 42 fichas de tropas, 9 de terreno y 4 de cañón. «Las miniaturas rápidamente consiguen que te sientas inmerso en la batalla, haciendo que cada acción que se lleve a cabo se vea reflejada en el campo de batalla», sostienen los creadores. Todo ello se completa con el tapete, los dados y las reglas de rigor. Con todo, a través de los diferentes niveles del 'crowdfunding' se podrá acceder a recompensas como una miniatura a gran formato del propio Blas de Lezo y otros tantos extras. Nació Desnaux en Suiza allá por el siglo XVII, y poco se sabe de su infancia. El coronel de ingenieros retirado, Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño, sostiene en su artículo sobre este personaje para la Real Academia de la Historia que sirvió en varios sitios de plazas fuertes como militar hasta que alcanzó el grado de teniente. «Hacia 1720 estaba trabajando en obras en Cataluña sin pertenecer al Cuerpo de Ingenieros y, en ese año, el ingeniero general, Jorge Próspero de Verboom , le propuso como teniente e ingeniero extraordinario», explica el experto. Lo cierto es que, para entonces, ya se había ganado la fama de experto en este campo. Su carrera fue fulgurante. En 1733 ascendió a capitán y, un lustro después, pasó a Galicia como ingeniero en jefe. Aunque su gran logro arribó poco después, en 1739, cuando inventó su famoso 'Instrumento universal para medir distancias y alturas y para practicar sobre una plancheta observando las escalas reducidas'. Esta genialidad topográfica fue utilizada por la Corona para realizar los planos en La Coruña del puerto, de la muralla que protegía a este y del fuerte de San Felipe. Que el castillo resistiera siglos después las acometidas inglesas supone una loa para nuestro oficial. Durante los siguientes meses se dedicó a mejorar el acceso a la ciudad y a las instalaciones portuarias. Pero el mes y el año en el que se cubrió de gloria está marcado en el calendario: marzo de 1741. «Se encontraba en Cartagena de Indias como jefe de ingenieros de la plaza cuando el almirante inglés Vernon atacó la ciudad», explica Carrillo. Durante la invasión, nuestro olvidado protagonista era el único ingeniero en la plaza, y lideraba el fuerte de San Luis de Bocachica. Cuenta el experto que el suizo resistió a sangre y fuego los cañonazos ingleses durante una semana gracias, entre otras tantas cosas, a las mejoras que había implementado en la estructura defensiva. En todo caso, poco más pudo hacer ante la mayor flota de desembarco conocida hasta la época. A partir de aquí existen diferencias entre las fuentes. El historiador y miembro del CSIC Víctor Peralta Ruiz sostiene en el ensayo 'Patrones, clientes y amigos' que Desnaux afirmó en el informe posterior a la contienda –redactado el 3 de mayo de 1741– que «Blas de Lezo había sido uno de los responsables del desenlace». En el documento, el suizo incidía en que el 'Mediohombre' le había impedido construir una batería en el fuerte que, estaba seguro, habría retrasado el desembarco inglés. En concreto, le acusaba de haber retirado a sus trabajadores de la zona hasta «la nueva batería de San Sebastián, construida en el varadero, donde hicieron diferentes obras de poco provecho». Fue una de las muchas culpas que le achacó. En todo caso, se vio obligado a marcharse y dejar vía libre a los británicos. «Destruido el fuerte, recibió la orden de evacuarlo y retirarse con los supervivientes al castillo de San Felipe de Barajas , último obstáculo para que Vernon pudiese apoderarse de la ciudad», explica el militar en su artículo. Aquel enclave estaba guarnecido por medio millar de españoles de los regimientos de Aragón y España y unos pocos artilleros. Todos ellos, prestos a combatir contra el inglés. Según Carrillo, fue gracias a Desnaux que la posición resistió el ataque de una columna formada por 3.500 soldados. «Incluso realizó una salida que ocasionó gran número de bajas al enemigo, unas 1.500, y su desmoralización», añade. El 20 de abril de 1741, al almirante británico no le quedó más remedio que retirarse a Jamaica; dulce final para Blas de Lezo y Sebastián de Eslava, pero también para este ingeniero que ha quedado apartado de la historia. El militar es lapidario: «A Desnaux se le puede considerar el verdadero artífice y responsable de la victoria terrestre sobre Vernon». El final de su carrera fue dulce. Tras colaborar en la construcción de un colosal y revolucionario fuerte en Cartagena, volvió a la península para acometer todo tipo de obras civiles y militares. Desde la forja de un recinto amurallado en Calpe, hasta polvorines, cuarteles o puentes. Estos últimos, en Valencia. -
Los secretos de los Evangelios apócrifos: «Decían que Jesucristo vendió a su hermano mellizo como esclavo»
Pues no, oiga: la británica Catherine Nixey no luce cuernos ni empuña un tridente. De tenerlos, esta reportera e historiadora especializada en la herejía los ha escondido bien antes de que entremos en la sala. Aunque admite que le faltan dedos en las manos para contar las veces que ha sido acusada de guardar una inquina singular al Cristianismo . «Cuando un eremita amigo de mi padre se enteró de que iba a publicar este libro, le insistió en que tenía que detenerme y devolverme al buen camino», bromea. Pero aquello, susurra, fue una tarea imposible. No solo porque se declare atea –que también–, sino porque se define como «una periodista que se limita a relatar historias poco conocidas» con la mira puesta en «sorprender al gran público». Las que incluye en ese nuevo ensayo, 'Herejía' (Taurus), cumplen ambos requisitos. Porque sí, sorprende que hubiera un profeta llamado Apolonio de Tiana cuya vida fue similar a la de Jesús , y también lo hace que algunos evangelios apócrifos recojan la extraña prueba de virginidad a la que sometieron a la Virgen María. «¡Escribieron que una matrona le metió el dedo en la vagina y que sacó su mano carbonizada!», explica. La suya, dice, es una obra que recorre todos estos pasajes heréticos; una forma de hacer entender al gran público que «había muchos jesucristos y muchos cristianismos primitivos», pero que solo uno fue el que se alzó sobre el resto tras dos mil años de concilios y disyuntivas. –Ha explicado en muchas ocasiones que su madre era monja y su padre monje. ¿Cómo se conocieron y cómo decidieron tener una hija? ¡No es tan poco frecuente como parece! [Ríe] Algunas personas me han escrito para decirme que están en una situación parecida. Mi madre ya había renunciado a la Iglesia cuando conoció a mi padre; por entonces daba clases en un colegio católico. Allí conoció a mi padre, que poco después la abandonó también. –¿Es este libro su particular 'vendetta' contra el Cristianismo? Claro que no. [Ríe] Creo que la Iglesia Católica ha hecho cosas sorprendentes, pero no escribo al respecto porque ya hay muchos libros que las mencionan. Relato la historia desconocida. Además, hubo un tiempo en el que fue difícil hacer cosas sin contar con la Iglesia. –¿Qué 'cosas sorprendentes' podría enumerar? Muchas. El arte de las iglesias me encanta: las canciones, la música, las vísperas... También la idea de que uno debería tratar de mejorar su conducta. En su mejor versión, el Cristianismo ha conseguido que la gente haga cosas buenas. Pero creo que la gente que lee mi libro tiene esto en mente. Por contra, también tiene cosas negativas. –Afirma en su obra que hubo muchos profetas en el siglo I d.C. Y la vida de uno de ellos fue muy parecida a la de Jesucristo. El paralelismo con el griego Apolonio de Tiana es pasmoso. Ambos nacieron al principio del milenio y, probablemente, fueron coetáneos. Decía que su padre era un dios y su madre una mortal. Y también que, cuando se quedó embarazada de él, un ser divino se le apareció y le dijo que el bebé sería un dios hecho carne y sangre. –Recoge varios de estos 'profetas' en su obra. A cada cual más estrambótico. Había muchísimos personajes de estas características. Los textos clásicos les denigraban y decían de ellos que eran clónicos: todos tenían pelo largo, vestían ropas sencillas e iban descalzos o con sandalias. ¡Algunos se ponían pelucas o extensiones de pelo para parecer una figura divina! El filósofo griego del siglo II, Celso, afirmaba que, si ibas a un mercado del Imperio romano de Oriente, encontrarías a muchos de ellos. Y mantenía que todos prometían lo mismo: sobrevivir al fin del mundo. Aunque no era algo nuevo. En el siglo IV a.C. Heródoto recogió la historia de Zalmoxix, un tipo turbulento que afirmaba que iba a morir y a resucitar y que, aquel que le creyera, viviría para toda la eternidad. Usó un truco muy bueno: se escondió en una cueva durante tres años y luego regresó. ¡Todos creyeron que era un dios! –¿Qué decían de sus seguidores? Que eran estúpidos. –¿Lo dijeron también de los primeros cristianos? Sí, porque querían acabar con el Cristianismo. Decían que el Evangelio estaba escrito de forma chapucera. Pero estamos hablando de la religión de unos pescadores, y escribían como tales. Tampoco creían en la virginidad de María, estaban convencidos de que se había quedado embarazada de un legionario romano. –El episodio de la prueba de virginidad es de verdadera locura... [Ríe] Se recoge en algunos evangelios apócrifos. Una mujer llega y, escéptica sobre si María es virgen, introduce su dedo en la vagina. Tras ello, su mano queda carbonizada. –Afirma que hay varios evangelios apócrifos que han pasado de puntillas por la historia. Da la impresión de que los cuatro evangelios fueron los primeros, pero no. Fueron los que aceptó la Iglesia ortodoxa. El resto desaparecieron, aunque sus traducciones se mantienen. Muchos de ellos están integrados en las creencias actuales. Un ejemplo es la imagen navideña del Portal de Belén con el buey y la mula. Eso no viene en el Nuevo Testamento . Y lo mismo pasa con el relato que afirma que María llegó en burro a Belén. –Recoge uno de estos textos en los que se afirma que Jesucristo vendió a su hermano como un esclavo... Es sorprendente, desde luego. Es el de Tomás. Aunque en el relato afirma que era su hermano mellizo, nos saltaremos esa parte porque podría referirse a que se parecían a nivel físico. En este texto se explica que Jesús ordenó a Tomás ir a la India para predicar su palabra, pero que este se negó. Jesús vio entonces a un mercader indio que pasaba por allí y le vendió a Tomás como esclavo para que se lo llevara. Y parece que funcionó. Pero es uno de los muchos que existen, a cada cual más descabellado. ¡Algunos afirman que había dragones que adoraban a María! –Afirma que, en uno de sus viajes, Marco Polo halló un curioso culto cristiano... Está hacia el final del libro. Ocurrió en Persia. Marco Polo escribió que halló una ramificación del cristianismo que adoraba al fuego. Mi conclusión es que habría que hablar de cristianismos primitivos, no de uno concreto, y que este evolucionó. Había ofitas, que veneraban a la serpiente del Jardín del Edén, o feligreses que se casaban, pero que decidían ser célibes y adoptar a niños. –Todos estos movimientos minoritarios quedaron opacados y desaparecieron en favor de la idea actual. Hay que verlo como algo que ha evolucionado, no como un mensaje final que quedó impreso en piedra. Todo empezó con Constantino, él unificó la religión. Quién sabe qué habría sucedido si hubiera caído bajo la influencia de otro grupo. Es posible que el mundo fuera muy diferente. ¿Qué hubiera pasado si Cleopatra hubiera tenido la nariz unos centímetros más larga? Quizás César y Marco Antonio no se habrían enamorado de ella y habrían regresado a Roma... –¿Entonces, el Cristianismo desechó lo más 'loco' y se quedó con lo mejor de cada casa? [Ríe] Quizá, quizá. Pero a mi me gustan las herejías. Será por cuestión de mi naturaleza. -
El desprecio por la historia de España antes de la conquista de América: «Era salvaje y perezosa»
Cuando Richard Kagan (Nueva Jersey, 1943) recibió a ABC este verano en la casa de Madrid de su amigo el escritor Fernando Marías, contaba una anécdota que refleja muy bien como la denominada leyenda negra no solo no ha desaparecido, sino que persistía en el imaginario popular cada día con más fuerza. «En un encuentro del otro día me hablaban del declive de España y yo les decía: '¿Declive? Bueno, España mantuvo su imperio durante tres siglos, hasta el XIX… ¡No está mal! En Cuba ganó más dinero en un siglo gracias a la esclavitud y el azúcar que todos los beneficios de la plata de Potosí en México en los siglos anteriores». Intentado zanjar una cuestión que se ha... Ver Más
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