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Terrazas del Rodeo

ABC - Historia

Historia
  • Donald Trump celebró este martes el cese de hostilidades que había acordado con Israel e Irán la noche anterior. «El alto el fuego está en vigor y creo que lo vamos a mantener durante mucho tiempo», aseguró. El presidente de Estados Unidos lo comunicaba camino de la cumbre de la OTAN que se ha celebrado en La Haya, en medio de una tregua que ya se ha considerado confusa y caótica, debido a las violaciones cometidas por estos dos enemigos históricos nada más iniciarse. Horas antes, al pie del helicóptero presidencial en Washington, Trump abroncó a los dos países con evidentes señales de indignación: «No saben qué carajo están haciendo». Poco después, el multimillonario neoyorquino mostró su disgusto y reprendió... Ver Más
  • Tres siglos y medio se extendió el imperio persa, el mayor que el mundo había conocido hasta la fecha. «Abarcó la fase final del poderío egipcio, la expansión romana, la grandeza griega... Todos se enfrentaron a ellos. No debemos ignorarlos hoy porque, en la antigüedad, nadie podía permitirse el privilegio de ignorarles», explica a ABC el Catedrático en Historia Antigua Lloyd Llewellyn-Jones , autor de 'Los persas. La era de los grandes reyes' (Ático de los libros). En su momento álgido abarcó los territorios de Irak, Azerbaiyán, Armenia, Afganistán, zonas del este de Turquía y Siria, parte de Pakistán, el Cáucaso, Asia Central y Arabia. Aunque su corazón siempre fue la misma Irán que, estos días, desafía a EE.UU. e... Ver Más
  • No fue la tierra la única que bebió sangre entre 1914 y 1918; durante la Primera Guerra Mundial , las aguas de los cinco océanos se tiñeron también de rojo carmesí y se estremecieron con el tronar de los cañones. «Hemos olvidado este frente porque batallas legendarias como Verdún, Somme o Passchendaele han sido la base sobre la que se ha creado el relato y la memoria de este conflicto». Roberto Muñoz Bolaños , doctor en Historia Contemporánea, tiene claro que hay que sacar del ostracismo la campaña naval que enfrentó a las Potencias Centrales y a la Triple Entente. Un enfrentamiento marcado por el desastre germano y cuyos ecos, según desvela a ABC el autor del reciente 'Lucha de... Ver Más
  • La 'Grande Armée' llegó a los suburbios de Moscú el 14 de septiembre de 1812, con el sol todavía resplandeciente. Napoleón subió a la colina para contemplar el espectáculo. «¡Aquí está, por fin! Ya era hora», exclamó antes de dirigirle al Kremlin a descansar y escribir la extraña carta cifrada con una orden que, de ejecutarse, habría acabado con el mayor símbolo del país, residencia hoy del presidente Vládimir Putin. La alegría del emperador, sin embargo, duró poco, al comprobar que ni el zar Alejandro I ni ninguno de sus generales salió a recibirle con las llaves de la ciudad en un cojín de terciopelo, tal y como esperaba. Su sorpresa fue mayor al comprobar que, de los 250.000 habitantes,... Ver Más
  • Nadie imaginaba que, dos décadas después de que abrieran sus puertas allá por 1920, las tres mayores fábricas de la Unión Soviética iban a terminar produciendo un solo tipo de arma: el ligero, barato y, sobre todo, fácil de fabricar AK-47. Tan icónico como una botella de Coca-Cola, tan conocido como un Smartphone, este fusil se ha convertido en uno de los más populares del mundo. Los ochenta millones de unidades que riegan los cinco continentes así lo atestiguan; cifras a las que ni siquiera se acercan su inmediato perseguidor, el M-16 norteamericano. Y es que, en la práctica, ha segado más vidas que las bombas atómicas. Aunque, si hubo una época en la que se ganó su fama, esa... Ver Más
  • En la Antigüedad, Roma era la capital más importante del mundo y a ella llegaban incontables artículos de lujo procedentes de todos los rincones del Imperio. Una de las cosas más apreciadas en la ajetreada vida urbana de la capitalera, por supuesto, la comida. Cuanto más exquisita y abundante, mejor. Los excesos eran tales que, en los banquetes de las clases pudientes, siempre había un esclavo que se dedicaba a inducir el reflejo del vómito con un cubo en la mano, haciendo cosquillas en el paladar con una pluma. Como explica el cirujano Arnold van de Laar en 'El arte del bisturí' (Salamandra, 2022), «el sedentarismo nació hace mucho tiempo en algún lugar de la Antigua Roma, en una época en la que el sobrepeso era también un problema creciente, sobre todo, entre los jóvenes, como ahora». De hecho, lo que se pretendía al forzar el vómito era hacer hueco para poder ingerir las siguientes viandas, que podían ir desde cerebro de venado fresco, hasta cuello de jirafa asada, pasando por trompa de elefante rellena, albóndigas de delfín, pasteles de lengua de pavo o útero de jabalí asado. Uno de los jóvenes nobles que disfrutaba de estos convites era Lucio Apronio Cesiano, cuya historia recoge Van de Laar en su libro. Como tantos otros romanos de su generación, tenía mucho sobrepeso. Su padre, un duro comandante del Ejército en Germania en la época del emperador Tiberio, no debía estar muy contento con el estado de forma de su hijo. Según explica el autor, «al parecer era un curtido azote de los bárbaros y no le temblaba el pulso si tenía que diezmar una cohorte que se comportaba con cobardía en el campo de batalla». Efectivamente, la vida en el campo de batalla nada tenía que ver con la que su hijo disfrutaba en la gran ciudad, yendo de un festín a otro. En la guerra había que construir fortalezas, resistir las embestidas del enemigo y llevar una estricta dieta con las bellotas y los conejos que podían encontrar, una práctica en la que Lucio Apronio se había convertido en un auténtico maestro. En el Senado de Roma lo sabían y, en el año 15 de nuestra era, fue recompensado con un 'triunfo' organizado en la misma capital del Imperio. Hablamos de la ceremonia civil y el rito religioso que se celebraba para consagrar públicamente el éxito de un comandante al servicio del Estado, mientras Lucio hijo se dedicaba a vivir la vida. En un momento dado, el padre decidió que este debía convertirse en un soldado como él cuanto antes. Según los detalles contados por Plinio el Viejo en su enciclopedia 'Naturalis historia', publicada varias décadas después, ambos mantuvieron numerosas discusiones sobre este asunto, pero el padre salió ganando porque su hijo tuvo que someterse a una operación. Así lo relata el historiador en el capítulo 85: «Se dice que al hijo del cónsul le extrajeron el tejido adiposo para librarle de una molestia que le impedía caminar». El autor menciona esta intervención para explicar que el tejido graso es insensible y no contiene vasos sanguíneos. Según Van de Laar, esta operación debía llevarse a cabo con cierta frecuencia en el Imperio Romano. No debía ser descabellado, porque en el 'Talmud' se menciona que en la provincia de Judea se realizó la misma operación a un funcionario local muy corpulento que se encontraba al servicio de Roma: «Le dieron una poción para dormir y lo llevaron a una habitación de mármol donde le abrieron el vientre y le quitaron cestas llenas de grasa». El motivo en este caso tampoco era estético, sino funcional. Creía que debía reducirse el vientre no solo porque le molestaba durante la relaciones sexuales, también para «ser menos visceral y poder juzgar más sabiamente». El autor de 'El arte del bisturí' cree que en estas operaciones no se abría realmente la cavidad abdominal, puesto que siglos antes Hipócrates ya había escrito que una intervención así era mortal y los romanos debían ser conscientes de ello. De hecho, la primera operación de este tipo no fue posible hasta 1809, poco después de que se inventara la anestesia. Antes, las posibilidades de sobrevivir a ello eran tan escasas que solo se intentaban cuando la urgencia lo requería, es decir, con aquellos estómagos desgarrados en plena batalla. En el siglo III a. C., los médicos Erasístrato y Herófilo de Alejandría recibieron autorización para estudiar la anatomía del abdomen en los condenados a muerte que todavía no habían sido ajusticiados. Por supuesto, tenían la ventaja de que no tendrían que cerrarles el corte a las víctimas después de la operación sin anestesia, lo que les debió provocar un dolor indescriptible, pero quizá no tanto como si hubiesen sido torturados. En la actualidad, para operar el abdomen correctamente es preciso que el paciente esté tranquilo y no sienta nada, que no tense los músculos y que no se ponga a vomitar, además de que el cirujano trabaje en condiciones higiénicas y no dañe los intestinos. Según aclara Van de Laar, eso no era posible en aquella época, con las víctimas retorciéndose de dolor, por lo que es probable que ni en el caso de Apronio ni en el del rabino Eleazar se tratase realmente de una operación abdominal. Debieron extirparles la grasa de la barriga, es decir, una intervención localizada entre la pared abdominal y la piel. En términos médicos, lo que se conoce como una abdominoplastia. En este caso, el cirujano cree que el hijo del cónsul debió irle bien, pues acabó convirtiéndose soldado, luchó en África junto a su padre y mantuvo después un estilo de vida saludable, hasta el punto de que fue ascendiendo hasta convertirse en en cónsul del emperador Calígula en el año 39: «En tiempos de los romanos, una herida infectada todavía era una complicación que podía causar la muerte. Sabemos por otras fuentes que Apronio hijo tuvo una vida larga y próspera, así que en su caso la corrección de la pared abdominal debió de salir bien y no tuvo grandes complicaciones. En cambio, del rabino Eleazar se dice que sufrió mucho dolor durante los últimos años de su vida. ¿Serían complicaciones quirúrgicas?».
  • Mayo de 1945 fue un mes de contrastes. Con Adolf Hitler calcinado en las afueras del ' Führerbunker ', los aliados arrancaron una nueva cacería: la de cualquier científico, funcionario y militar germano dispuesto a poner luz sobre los enigmas del conflicto. «El caso de los americanos fue llamativo. Quisieron analizar temas como la capacidad operativa de la 'Wehrmacht' y estudiar la visión de sus oficiales sobre lo que había sucedido en determinados episodios del conflicto», explica Olivier Wieviorka a ABC. El profesor de la École Normale Supérieure y miembro del Institut Universitaire de France sostiene que, sobre la base de sus declaraciones, se forjaron dos grandes leyendas que hoy perduran. «La historia también se fabrica, y hay que adentrarse en ella para diferenciar la realidad del mito», completa. Los libros alumbrados con esta ingente cantidad de entrevistas se cuentan por decenas. El militar y escritor Basil Liddell Hart recopiló una infinidad de ellas en 'Los generales alemanes hablan', un ensayo que llegó a las estanterías en 1948. Fue uno de los muchos. Y en buena parte de ellos, defiende Wieviorka, los oficiales superiores alegaron que «la 'Wehrmacht' era un ejército profesional que no había participado en los crímenes abominables que se habían sucedido durante la Segunda Guerra Mundial». Para ellos, mantiene el experto, «los tremendos y brutales» habían sido los soldados de las SS . «La mayoría insistió en que la 'Wehrmacht' combatió de acuerdo con las leyes internacionales», completa. Ese es el primer mito. Aunque se sabe controvertido, Wieviorka mantiene que ese mito de la 'Wehrmacht' limpia, pura y profesional perduró hasta los años 90: «Es lógico. Los alemanes no podían ni querían imaginar que su Ejército había participado en la destrucción de los judíos de Europa». Tanto para la sociedad como para el alto mando, era mucho más fácil cargar contra cuerpos ideologizados en extremo como los temibles Einsatzgruppen, unidades constituidas por miembros de las Waffen-SS con el objetivo de acabar con la vida de judíos y gitanos en el Frente del Este desde que arrancó la Operación Barbarroja en el verano de 1941. El debate es complejo y causó controversia a partir de 1945. De hecho, ya se trató en los Juicios de Núremberg, las causas internacionales contra los gerifaltes del Tercer Reich. En ellos, Wilhelm Keitel, comandante en jefe del 'Oberkommando der Wehrmacht' (OKW), y Alfred Jodl , jefe del mando de operaciones de las fuerzas armadas, fueron declarados culpables de crímenes de guerra y ejecutados poco después. A su vez, los aliados organizaron otros doce procesos más entre diciembre de 1946 y abril de 1949 para juzgar a otros tantos cargos medios. La 'Wehrmacht' no fue declarada organización criminal, como sí sucedió con otros cuerpos como las SS o la Gestapo . Aunque el historiador alemán Wolfram Wette, uno de los autores que más se ha zambullido en este debate, confirma en su ensayo 'The Wehrmacht: History, Myth, Reality' que la decisión se apoyó en un defecto de forma. Los tribunales aliados consideraron que la falta de coordinación que había entre los tres cuerpos que formaban las fuerzas armadas germanas –la ' Luftwaffe ', la ' Kriegsmarine ' y el ' Heer '–, hizo imposible aunar sus esfuerzos para perpetrar matanzas en masa. A cambio, se dieron a conocer una larga lista de órdenes firmadas por la cúpula del OKW para asesinar a comisarios políticos y civiles. El tema siguió latente durante cuatro décadas. Según explica el doctor en Historia Moderna Francisco Miguel del Toro en su dossier 'El debate sobre los crímenes de la 'Wehrmacht', esa idea de las fuerzas armadas 'limpias' y nada ideologizadas se hizo pedazos en 1995. Y es que, ese año abrió sus puertas una exposición, ' Vernichtungskrieg. Verbrechen der Wehrmacht 1941 bis 1944 ', que puso rostro a los perpetradores de los crímenes, demostró que muchos de ellos no pertenecían a las SS y abrió nuevas líneas de investigación relacionadas con la mentalidad de los combatientes, las fuentes que se habían utilizado para analizar el conflicto tras 1945 y los motivos de los asesinos. Aquella fue la primera vez, según sostiene el autor español, en la que la sociedad germana «se enfrentó directamente a esos crímenes». La segunda gran mentira que extendieron los generales alemanes tras la Segunda Guerra Mundial fue que había sido el invierno el que había vencido a sus hombres en la Unión Soviética. Con ello, insiste Wieviorka, ocultaron una serie de catastróficas desdichas muy difíciles de deglutir. La primera, el resurgir de la industria rusa después de que sus fábricas fuesen trasladadas hasta el norte del país en apenas tres años. «La realidad es que la economía soviética fue superior a la germana en números y en eficacia. Eso fue algo muy duro de admitir para los militares del Tercer Reich; ellos siempre habían mantenido que su capacidad industrial era mucho mayor que la de sus enemigos», añade. Las cifras son demoledoras y denotan que la industria alemana no fue tan eficiente como siempre se ha pensado. Ejemplo de ello es que los Estados Unidos fueron los reyes en lo que a construcción de camiones de transporte se refiere (con un total de 2.382.311, un 62,5% del total) y que la URSS pulverizó los datos de producción de blindados al ensamblar la friolera de 105.251 (el 38,4% de toda la Segunda Guerra Mundial). Adolf Hitler , por el contrario, apenas fabricó unos 300.000 de los primeros y algo más de 46.000 de los segundos. Lo que sí es innegable es que, a partir de 1943, el Tercer Reich apostó por los tanques superpesados (como el Tiger I) para defenderse del aluvión de enemigos que habían puesto sus ojos en Berlín. Los alemanes, añade el experto, avivaron también la leyenda del General Invierno para ocultar el talento de sus homólogos soviéticos. « Zhúkov es el mejor ejemplo. Apenas tenía formación académica ni militar. Era una persona de unos orígenes muy humildes, pero se convirtió en uno de los grandes generales de la historia y en uno de los principales arietes contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial», sentencia. Para la élite militar del Tercer Reich, admitir esa realidad era muy doloroso. «La solución fue mantener que el culpable había sido el frío. Lo que no dijeron es que sus enemigos también tuvieron que enfrentarse a él. ¡Los soviéticos no iban en manga corta!», completa. El debate sigue abierto en este sentido, pues la teoría del General Invierno fue enarbolada por oficiales de la talla de Heinz Guderian , uno de los generales más críticos con las decisiones de Hitler tras la Segunda Guerra Mundial. El militar, que había estudiado las expediciones previas que otros tantos ejércitos habían hecho a Rusia, afirmó en sus memorias que había defendido ante el líder nazi que la llegada del frío sería letal para sus fuerzas: «El invierno y la primavera de 1941 transcurrieron en una horrible pesadilla. El renovado estudio de las campañas de Carlos XII de Suecia y de Napoleón I, y de la que esperábamos con preocupación, ponía claramente ante nuestra vista todas las dificultades del teatro de operaciones y demostraba nuestra falta de preparación para la ingente empresa».
  • En el 'Mercurio Histórico y Político' de 1743 encontramos noticias de Rodrigo Díaz de Vivar. Y también en 'El Pensador' en 1762 y en el 'Semanario Económico' en 1767. En 1784, el 'Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid»'le dedicó un amplio reportaje titulado 'Vida y muerte de El Cid'. Al famoso líder militar castellano que conquistó el Levante de la Península Ibérica y lo gobernó como un estado independiente, a finales del siglo XI, se le atribuyen tantos éxitos en la guerra y en la política que no es de extrañar la atención que ha recibido por parte de los más diversos escritores a lo largo de los último mil años. Ese interés ha ayudado, sin duda, a construir un mito entorno a El Cid Campeador a lo largo no solo de la Edad Media, sino también de la Edad Moderna y la Edad Contemporánea, hasta el punto de que a día de hoy resulta prácticamente imposible distinguir en su biografía lo real de lo imaginario. Esta obsesión por Díaz de Vivar se transmitió, incluso, a la historiografía de los árabes, sus grandes enemigos. El valenciano Ibn Alqama, que vivió el asedio de su ciudad por parte de nuestro protagonista, no dudó en escribir un detallado y pormenorizado relato de lo ocurrido entre 1090 y 1094. En él, mostrando su lado más cruel, se cuenta como, ante la negativa de uno de sus enemigos a entregarle el tesoro, El Cid ordenó someterle al siguiente tormento: «Se le aplicó una intensa tortura y acto seguido, el Campeador dio unas órdenes. Se acopió entonces de abundante leña e hizo un agujero en el que fue introducido. Se dispuso la leña en torno suyo y se le dio fuego». Las supuestas hazañas de El Cid dejaron en los escritores árabes el más abominable de los recuerdos. Por ello resulta lógico que sus historiadores coincidan en pintarlo como a «un enemigo aborrecido, al que colman de fechorías dignas de todas las maldiciones». Y aún así, no faltaron tampoco los elogios, como es el caso de lbn Bassam, que llegó a presentarlo como un guerrero cultivado, interesado en la lectura y en el conocimiento de las gestas de los antiguos héroes. Eso quiere decir que Rodrígo Díaz de Vivar consiguió imponerse a esa máxima que asegura que la historia la escriben siempre los ganadores. En su caso, hasta los derrotados por él se interesaron por su vida. También se escribieron varios textos en latín, surgidos probablemente de entre sus compañeros desterrados, cuyo objetivo no era otro que desarrollar inmediatamente una literatura en torno a El Cid y acabar con el silencio inicial de algunas crónicas como la de Pelayo o la 'Historia Silensis'. La construcción del mito, por lo tanto, comenzó antes incluso de su muerte en 1099. El ejemplo más claro es 'Carmen Campidoctoris', una manuscrito incompleto de 129 versos sáficos organizados en estrofas que abarcan desde su juventud hasta la batalla de Almenara (1082). Se dice que fue escrito por un monje de Ripoll en 1090, aunque hay investigadores que lo fechan cincuenta años después y escritor a partir de la tradición oral. La figura de Rodrigo Díaz de Vivar no podía resultar ajena a la poesía épica, ya que el propósito de los cantares de gesta consistía en el ensalzamiento político de personajes o hechos heroicos que, en circunstancias cruciales, tuvieron un interés relevante para la gran mayoría de la población. Son famosos los ejemplos de el 'Cantar de Sancho II', el 'Poema de mío Cid' y las 'Mocedades de Rodrigo', que se ocuparon todos de seguir ahondando en la leyenda del personaje por encima de los hechos históricos. En este último es, de hcho, una exaltación del Reino de Castilla frente al de León, con el Cid Campeador como protagonista, ya que se le muestra negociando con la Reina Urraca I la toma de la ciudad de Zamora, desafiando al nuevo Rey Alfonso VI y persiguiendo a Vellido Dolfos, el noble y supuesto autor de la muerte de Sancho II de Castilla, otro personaje que siempre estuvo entre el mito y la realidad. En el siglo XII encontramos también la 'Historia Roderici' —o 'Gesta Roderici', según los manuscritos—, una obra escrita en el siglo XII que recoge otros elementos legendarios y poéticos, pero que, según el historiador Nicasio Salvador Miguel en su artículo 'El fulgor del héroe', publicado en la revista 'La Aventura de la Historia', está bien documentada. Su autor, de hecho, insiste en la 'certisima veritate' de la que narra, centrándose casi exclusivamente en los acontecimientos militares de El Cid, nunca en los políticos o jurídicos. Algunos autores quisieron echar por tierra el mito que se había construido en torno a Rodrigo Díaz de Vidar. El jesuita catalán Juan Francisco Madeu llegó a poner en duda su existencia en la segunda mitad del siglo XVIII, pero la bola era tan grande que no pudo evitar que se siguiera hablando de sus hazañas nunca demostradas históricamente. No hay más que echar un vistazo a la prensa española del siglo XIX, que todavía seguía ensalzando su figura y recordando sus batallas. Si hacemos una búsqueda rápida en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España (BNE), el resultado nos da más de 10.100 referencias digitalizadas sobre el militar castellano entre 1728 y 1979, a las que habría que sumar otras tantas sin digitalizar. En 1880, por ejemplo, diarios como 'El Globo', 'La Ilustración española y americana', 'La Unión', 'El Imparcial' y la revista 'Madrid cómico', entre otros muchos, seguían dedicándole un amplio espacio a El Cid. El 20 de septiembre de ese año, por ejemplo, 'La Ilustración Económica' recordaba en nada menos que cuatro páginas la mencionada conquista de Valencia de nuestro héroe. «Los mahometanos continuaron dominando pacíficamente la ciudad durante más de trescientos años hasta que, en 1094, fue recuperada por el famoso Rodrigo Diaz de Vivar. Gobernó en paz cinco años, protegiendo principalmente a los cristianos, que habían crecido en número», explicaba en uno de los párrafos. Más recientemente, otros historiadores han tratado de desgranar el trigo de la paja, con el objetivo de que nos hagamos una idea más certera posible de quién fue El Cid. Pero no podemos obviar que, aunque se haya aceptado como probable que naciera en Vivar (Burgos) alrededor de 1043, ni siquiera ese dato tan básico puede ser considerado como cierto al cien por cien. Como explicaba Emilio Cabrera Muñoz en el capítulo dedicado a El Cid en 'Historia de España de la Edad Media' (Ariel, 2011), «Rodrigo Díaz fue un hombre de su tiempo, con las virtudes y los defectos propios de un siglo duro y turbulento como fue el siglo XI». En la actualidad El consenso general entre los historiadores actuales es que la existencia de Rodrigo Díaz de Vivar y algunos de los hechos históricos que protagonizó se pueden demostrar, pero sigue siendo muy difícil distinguir lo verdadero de lo inventado por los diferentes escritores, poetas e historiadores a lo largo del último milenio. El último en intentarlo es el investigador y doctor en Historia David Porrinas González, que el año pasado publicó 'El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra' (Desperta Ferro), un ensayo que trata de separar de una vez por todas la realidad de la ficción, como por ejemplo la Jura de Santa Gadea, la épica batalla después de muerto y hasta que tuviera dos espadas llamadas Tizona y Colada. «Se han escrito biografías sobre el Cid que muestran la realidad. Un ejemplo es la de Richard Fletcher, de 1989, o la de Gonzalo Martínez Díez, de 1999. Yo mismo llevo años publicando artículos que buscaban acabar con la leyenda. Quien quiera conocer al Campeador histórico lo puede hacer, pero la verdad es que las imágenes más míticas suelen calar en la sociedad, ya que son fácilmente asimilables. La película de Anthony Mann también ayudó a consagrar esa visión, la cual ha quedado arraigada en el imaginario colectivo. Es muy difícil quitarse de la cabeza esa Jura de Santa Gadea, esa batalla después de muerto, esa lealtad desmedida hacia un rey mediocre», contaba el autor a ABC en 2019.
  • Una construcción impresionante y colosal en la cúspide de una meseta árdua de escalar. No les sonará la fortaleza de Masada, pero en la era de la rebelión judía, durante el siglo I d. C., su nombre era sinónimo de bastión inexpugnable para los habitantes de Oriente Próximo . El cronista Flavio Josefo , contemporáneo de los hechos, la definió como una «de las fortificaciones más importantes» de la región; y los historiadores, como la Numancia de Israel por sus características. Por ello, no resulta extraño que el general romano Flavio Silva se enfrentara a un auténtico reto para arrebatársela a sus defensores. Pero vaya si lo logró, aunque le costara tres años de asedio que navegan entre la realidad y la leyenda. Narran las crónicas del mismo Flavio Josefo que, desesperado por no poder ascender el cerro que le daba acceso a Masada, Silva tuvo una idea extravagante. Para acabar con aquel nudo gordiano, el militar ordenó a sus legionarios levantar una colosal rampa de tierra de casi cien metros de altura. Una vez lista, sus hombres construyeron también una gigantesca torre de asedio que, poco a poco, y con más esfuerzo que lógica, alzaron por aquella pasarela. Esa fue su llave maestra, su truco final. O, al menos, eso nos han contado. La versión más clásica del mito se remonta a un desierto israelí que, por entonces, no era el remanso de paz que prometían las escrituras. En el 66 d. C., tras episodios esporádicos de tensión entre los unos y los otros, estalló una revuelta contra el dominio de las legiones en la zona y comenzó lo que los historiadores conocen como la Primera Guerra judeo-romana . Por aquel entonces, Masada, ubicada a un suspiro del Mar Muerto sobre un promontorio, se hallaba defendida por soldados de la Legio III Gallica. «Esa montaña árida, amesetada, de piedra caliza, se encuentra a 2,4 kilómetros del lago y se eleva 550 metros sobre un desolado paisaje carente de vegetación. Y en la cumbre, el rey Herodes había erigido un palacio dentro de una fortaleza», afirma Stephen Dando-Collins en 'Legiones de Roma'. Como escribió el cronista local Flavio Josefo, los días de la III Gallica en Masada no se extendieron demasiado: «En este mismo momento, juntándose algunos de los que revolvían al pueblo y movían la guerra, entraron con fuerza y secretamente en la fortaleza, mataron a todos los que hallaron dentro y pusieron otra guarda de su gente». Aquel fue un golpe que los rebeldes pagarían muy caro. En los cuatro años siguientes, las legiones aplastaron la resistencia en las urbes de Jopata, Tarichaeae y Gamala. En todas ellas, la caballería y las máquinas de asedio destrozaron las defensas sin dificultad. El cenit se sucedió en el 70 d. C., cuando el general Tito arribó hasta los alrededores de Jerusalén con la V Macedónica, la XII Fulminata y la XV Apollinaris. Tras analizar el terreno, emprendió la construcción de un colosal campamento al oeste de la ciudad. El sitio se extendió hasta mayo, y el asalto, tres meses más. Al final, la ciudad cayó a principios de septiembre. «Hemos luchado con la ayuda de Dios y es Dios el que ha expulsado a los judíos de estas fortalezas», afirmó el militar. En la primavera del 73 d. C., solo quedaba un foco de resistencia sin conquistar: Masada. Así, en marzo de ese mismo año, el nuevo legado de la Legio X Fretensis, Flavio Silva, sacó a sus hombres de los cuarteles y descendió por la ribera occidental del Mar Muerto para aplacarlo. Allí, para su desgracia, entendió por qué el nombre de la zona se podía traducir como 'montaña fortaleza'. El mismo Flavio Josefo remarcó que la construcción era «un fuerte castillo hecho para poner en él las riquezas de la guerra» y lo definió como «el más seguro» de toda la región. El colofón fue hallar casi un millar de combatientes aprestados para la defensa sobre los muros. Todos ellos, liderados por el rebelde Eleazar ben Yair. Y de ahí, a un asedio de tres años a caballo entre la realidad y el mito. Narran las crónicas que Silva hizo que sus hombres construyeran una serie de campamentos –se conservan todavía los restos de ocho– y un muro de tres metros de altura dotado de puestos de guardia alrededor de la urbe. Sin embargo, la ubicación privilegiada de Masada, sobre aquel cerro imposible de asaltar, hizo que Flavio Silva modificara su estrategia. «Empezó a construir una enorme rampa de tierra y roca ('agger'), cuyo objetivo era alcanzar lo alto de las fortificaciones», explica Dando-Collins. Aunque lo normal era utilizar reos judíos para estas tareas, el militar ordenó que, en este caso, los trabajadores fueran los legionarios de la X Fretensis. Por existir, existen hasta datos concretos de las medidas de la rampa. El experto sostiene que contaba con 880 metros de ancho y 90 metros de alto y que estaba coronada por 20 metros de piedra. Los legionarios ensamblaron también una gigantesca torre de asedio (' helepolis ') de 25 metros para lanzarla sobre los muros de la fortaleza. Según las crónicas, el asalto comenzó cuando ambas construcciones estuvieron listas. Fue entonces cuando la 'helepolis' fue izada sobre el ' agger ' y arrancó su ascenso hacia Masada. La torre no tardó en llegar a besar el muro de la fortaleza, y lo hizo al abrigo de varias piezas de artillería situadas en el piso superior. Ya en posición, el ariete ubicado en los bajos de aquella mole abrió un boquete en las defensas judías. La brecha, de hecho, es todavía visible. Pero a los judíos todavía les quedaba una última baza. «Los hombres de la X Fretensis se encontraron con que los defensores habían construido un segundo muro con capas alternas de madera y piedra que era inmune a los golpes del ariete», explica Dando-Collins. La única solución que halló Silva fue prenderle fuego al armazón, aunque ordenó a sus legionarios retirarse mientras las llamas lo devoraban. Y hete aquí que nació la leyenda más colosal que existe sobre Masada. Narra Josefo que, sabedores de que al día siguiente serían derrotados, los defensores cerraron un pacto solemne y secreto: darse muerte antes de ser capturados. El cronista recoge hasta el discurso que habría dado el líder rebelde: «Mis valientes, hace tiempo que tomamos la decisión de no ser esclavos ni de los romanos ni de ningún otro, sino de Dios, pues sólo él es el auténtico y justo señor de los hombres. Ahora llega el momento que nos reclama poner en práctica nuestro propósito... […] Creo que es Dios quien nos ha concedido esta gracia de poder morir con gloria y libertad, algo que no les ha sucedido a otros que han resultado vencidos en contra de lo que esperaban». Así fue. Los soldados acabaron con sus mujeres y sus hijos para evitar que cayeran presos de los romanos. Después, echaron a suertes quiénes serían los siguientes y, poco a poco, se dieron muerte. El último combatiente en pie fue el encargado de incendiar el palacio de Herodes antes de suicidarse. «Cuando salió el sol, los hombres de la X Fretensis atravesaron en tropel el segundo muro, ya quemado, y entraron. Repartidos por el complejo fueron hallados los cadáveres de los judíos. Entonces aparecieron una anciana y una mujer joven con cinco niños. Se habían escondido», desvela Dando-Collins. Fueron los únicos supervivientes. El pasado 2024, nada menos que dos milenios después, la ciencia arrojó nuevos datos sobre el asedio de Masada. A finales de año, un estudio elaborado por el 'Instituto de Arqueología Sonia & Marco Nadler' de la Universidad de Tel Aviv (TAU) confirmó que el asedio apenas se extendió dos semanas. Guy Stiebel, director del equipo, señaló que habían llegado a esta conclusión mediante nuevas herramientas de exploración; desde drones a teledetección. «Durante muchos tiempo, la teoría predominante, luego un mito moderno, ha afirmado que el asedio romano de Masada fue un asunto agotador que se extendió durante tres años. En las últimas décadas, sin embargo, los investigadores han comenzado a cuestionar esta noción, por varias razones», desveló en la revista 'Journal of Roman Archaeology'. Para destruir el mito, los investigadores dijeron haber utilizado drones con sensores remotos que proporcionaron mediciones precisas y de alta resolución de la altura, el ancho y la longitud de todas las características del sistema de asedio. Estos datos se utilizaron para construir un modelo digital 3D preciso, lo que les permitió calcular con exactitud el volumen de las estructuras y el tiempo que llevó construirlas. «Existen estimaciones fiables de la cantidad de tierra y piedras que un soldado romano era capaz de mover en un día. También sabemos que entre 6.000 y 8.000 soldados participaron en el asedio de Masada. Por lo tanto, pudimos calcular cuánto tiempo les llevó construir todo el sistema de asedio: ocho campamentos y un muro de piedra que rodeaba la mayor parte del sitio. Descubrimos que la construcción llevó solo unas dos semanas», ha añadido Hay Ashkenazi, coautor del dossier definitivo.
  • Cayo Suetonio Paulino no era un comandante cualquiera. Cuando fue nombrado gobernador de Britania, allá por el siglo I d. C., había aplastado a los enemigos de Roma en el norte de África y contaba a sus espaldas con la reputación de infalible, disciplinado... y poco dado a las supersticiones. Sin embargo, al pisar la isla de Anglesey se topó con un enemigo que desafió su lógica militar: una extraña secta de druidas que había hecho de su resistencia a la Ciudad Eterna un estandarte con el que avivar los ánimos de las tribus rebeldes. A partir de entonces, su máxima fue su destrucción; y su ariete, el acero de los soldados de la legión XIV Gemina . La llegada... Ver Más

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