Considerar:

Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego.

Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio

Terrazas del Rodeo

ABC - Historia

Historia
  1. Es sincero José Calvo Poyato... a ver quién diantres tiene valor para endulzar la realidad en el corazón del coloso de granito que hacía estremecerse de emoción a Felipe II. Mientras recorre uno de los 22 patios del Monasterio de El Escorial, el historiador y escritor confiesa, con su inconfundible acento de Cabra (Córdoba), el secreto que esconde el título de su obra: «Después de incorporar Portugal, la Monarquía Hispánica pasó a estar presente en Europa, Asia, África, América... Íbamos a usar aquello de que en España nunca se ponía el sol, pero ya se ha repetido demasiadas veces». Así que prefirieron apostar por otro encabezado: 'Dueños del mundo' (HarperCollins). La nueva novela histórica del superventas andaluz esconde tintes oscuros, de thriller, pero se zambulle también en uno de los momentos álgidos de la Monarquía Hispánica: aquellas décadas finales del siglo XVI en las que el 'Rey prudente' combatió para ser proclamado monarca de Portugal. Porque sí, hubo un breve lapso de tiempo en el que se materializó esa idea por la que muchos suspiran todavía hoy. «¿La Unidad Ibérica ? Creo que Portugal debería buscarla, pero es cierto que siempre les hemos mirado por encima del hombro. Es algo parecido a lo que les pasa a los franceses con nosotros», afirma Calvo Poyato. Ya habíamos avisado de su sinceridad. Qué mejor lugar para presentar su nueva obra que El Escorial, el monasterio al que el poeta del XIX Teófilo Gautier definió como «la más enorme mole de piedra» después de las Pirámides de Egipto. «Buena parte de la novela discurre aquí», continúa el autor mientras atravesamos el majestuoso Patio de los Reyes, centro de esta monumental construcción con cuatro millares de ventanas. Desde que puso su primera piedra en 1563, Felipe II sacó dinero de aquí, allá y más allá para terminarlo. Y eso, corrobora el escritor, es mucho decir para un monarca «que se declaró en bancarrota hasta en tres ocasiones». Durante el paseo, Calvo Poyato nos regala un ejemplo de la importancia de El Escorial: el Prudente descansaba en él cuando, el 13 de agosto de 1578, recibió la noticia de la muerte en batalla de su sobrino, el monarca luso Sebastián I . Fue aquí, por tanto, donde comenzó la lucha por hacerse con una corona huérfana de descendiente. «Felipe II pudo optar al trono porque su madre era la princesa Isabel, hija del rey portugués Manuel I », aclara el escritor. Pero se topó con dos aspirantes más: Catalina, duquesa de Braganza , y el bastardo don Antonio, prior de Crato. Ambos, nietos del mismo Manuel I. La novela se centra en esos convulsos años en los que Felipe II maniobró para adelantar a sus adversarios. Un plan que orquestó, con probabilidad, desde las mismas estancias personales que nos muestra hoy Calvo Poyato: dos pequeñas y austeras habitaciones ubicadas tras el altar mayor de la Basílica que se levanta en el centro del Monasterio. «Hay que entenderlo, su residencia principal se hallaba en Madrid. Una mesa y una cama de viaje le valían para vivir aquí», suscribe. Desde El Escorial partió también el Prudente para dar el golpe definitivo en su lucha por el trono vecino. Y es que fue en 1580 cuando invadió Portugal para acabar con las tropas del prior de Crato, postulado como su principal enemigo. La victoria fue rápida, insiste Calvo Poyato, gracias a que contaba a su vera con los temibles Tercios y un líder militar envidiable: Fernando Álvarez de Toledo, Gran Duque de Alba. «Felipe II era el monarca más poderoso de su tiempo. Su potencial militar es comparable al que tiene hoy Trump. Contaba con guarniciones por todos sitios. El problema es que eso le costaba mucho dinero. Siempre estaba a la espera del oro y la plata que llegaban a Sevilla», completa. Pero no todos son líos dinásticos en 'Dueños del mundo'. La novela se vertebra alrededor de un misterioso crimen perpetrado a orillas del Manzanares que, confiesa Calvo Poyato, pertenece a su imaginación: «Dos pescadores hallan el cadáver de un boticario que tiene fama de alquimista. De la investigación se encargará Diego de Paz, un antiguo soldado de los Tercios convertido en alguacil». Todo está engarzado con el Prudente, no se crean. «Felipe II necesitaba mucho dinero, y se sabe que intentó conseguirlo mediante la transmutación de metales viles en preciosos», añade el autor. Una tarea que se llevaba a cabo en el mismo Monasterio de El Escorial. Hasta ahí puede contar el bueno de Calvo Poyato. «¡El que quiera saber cómo acaba, que se compre el libro!», bromea.
  2. Fue una contienda sin cuartel, sí, aunque con mapas y anhelos de exploración en lugar de aceros. A comienzos del siglo XVI había un tesoro por el que combatían los dos grandes imperios de la época: las especias. «De ellas podía obtenerse una rentabilidad de hasta el mil por ciento», explica a ABC Roger Crowley, historiador de Cambridge y autor de 'Especias. La contienda del siglo XVI que dio forma al mundo moderno' (Ático de los libros). Durante años, los unos y los otros lucharon por hallar su origen, y lo encontraron en las Islas Molucas allá por 1511. A partir de entonces, y durante las seis décadas que el experto analiza en su nuevo ensayo, se inició una guerra... Ver Más
  3. El mito de las 13 Rosas comenzó al día siguiente de su muerte, que se produjo el 5 de agosto de 1939. Solo había pasado cuatro meses desde el final de la Guerra Civil cuando el juez dictó la condena a muerte. Las jóvenes militantes comunistas regresaron a la cárcel de Ventas, donde se encontraban recluidas tras su detención a principios de verano, «con una serenidad que helaba la sangre de otras presas adultas», contaba la escritora y dirigente comunista Juana Doña en 'Desde la noche y la niebla' (1978). Al llegar a sus celdas, escribieron cartas de despedida a sus familiares y amigos e hicieron un pequeño testamento: «Para ti, mi cuchara, y para ti, el cinturón. El cepillo... Ver Más
  4. Eran lo más granado de la caballería francesa, y de poco les sirvió. El 24 de febrero de 1525, los orgullosos gendarmes galos –caballeros cubiertos de placas metálicas de la cabeza a los pies– se lanzaron a la carga en Pavía. Era la enésima vez que arremetía en batalla la apisonadora del rey Francisco I ; en esta ocasión, con sus esperanzas puestas en dominar el colosal potencial económico y político del Milanesado. Pero, lo que es la vida, terminó frenada en seco por los arcabuceros de su majestad imperial Carlos V . Así quedó en las crónicas de la época: «El ruido y el humo pusieron en gran temor a los caballos, tanto que sus dueños no los podían... Ver Más
  5. La historia ha dulcificado la relación entre Adolf Hitler y Francisco Franco, pero ni mucho menos. La realidad es que, tras la conocida reunión en Hendaya, aquel enamoramiento idílico entre ambos se quebró cual cita 'Meetic'. Aunque lo peor fueron los exabruptos posteriores de uno y otro bando. En este caso, fueron los alemanes los que más criticaron a sus homólogos. El 'Führer', por ejemplo, espetó el ya mítico 'mit diesem Kerl ist nichts zu machen' ('con estos tipos no hay nada que hacer'). Aunque hubo una cosa que irritó hasta el extremo al teutón: la voz de su homólogo. Esa que Paul Schmidt, el ministerio de Asuntos Exteriores del Tercer Reich, tildó de «baja y reposada, cuyo monótono soniquete... Ver Más
  6. En diciembre se cumplieron 200 años de la liberación de Lima por parte de José de Simón Bolívar , un hito muy importante en la historia de América Latina, dentro de aquella batalla por la independencia del país en aquellos últimos años del Imperio español. La capital de Perú había sido recuperada por los españoles nueve meses antes, el 29 de febrero tras la sublevación del Callao, pero les duró poco. Desde la perspectiva de España, este acontecimiento simboliza un momento crítico en la pérdida de los territorios coloniales y el colapso del poder español en América del Sur. Antes de todas estas guerras, existió un documento que, según defienden algunos historiadores, ya planeó la caída del Imperio español. Estuvo perdido durante doscientos años, hasta finales del siglo XX, sin que nadie supiera de su existencia. Se llama el Plan Maitland y lo descubrió de casualidad Rodolfo Terragno mientras revisaba cartas de oficiales escoceses de principios del siglo XIX, en Londres. Se había mudado allí huyendo de la dictadura de Jorge Rafael Videla. El escritor y político argentino buscaba cualquier dato sobre los posibles contactos que el famoso libertador de Argentina, Chile y Perú, José de San Martín, pudiera tener en Europa. «Mi pretensión era encontrar alguna aguja en aquel pajar. Para ello recorría los manuscritos en busca de referencias a Sudamérica, en particular al Río de la Plata», contaba en su libro 'Maitland & San Martín' (Universidad Nacional de Quilmes, 1998). Uno de los archivos hallados fue la colección Steel-Maitland, que estaba formada por una serie de papeles privados custodiados por el Archivo General de Escocia. En ellos se citaba a varios oficiales de la familia Maitland, pero en ese momento Terragno no prestó mucha atención a un tal Sir Thomas, que era uno de los menos relevantes para su investigación. «Un día de 1982, sin embargo, en el inventario encontré algo que me conmovió. Era una referencia a 47 páginas manuscritas, sin fecha, que un funcionario del archivo había registrado con el siguiente título: 'Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y México'», recordaba. A Terragno le llamó mucho la atención el documento y pidió que le dejaran consultarlo. No se imaginó entonces que lo que tenía entre manos, perdido durante casi dos siglos entre un montón de papeles olvidados, era el plan que Gran Bretaña diseñó para conquistar o controlar los territorios que España poseía en América y arrebatarle, así, su imperio. Resulta extraño que, a pesar de su importancia, el plan pasara desapercibido para muchos historiadores a ambos lados del Atlántico. Antes de sacarlo a la luz, Terragno tuvo que averiguar quién era Thomas Maitland, con quién estaba conectado, qué le llevó a planear el control de Sudamérica y cómo acabó convirtiéndose en el cerebro en la sombra de la independencia de la América española. Según comentaba Cesáreo Jarabo Jordán a ABC en 2023, cuando publicó 'El fin del Imperio de España en América' (Sekotia), el germen del odio venía de lejos: «Se manifestó por primera vez cuando Felipe II dejó de ser Rey de Inglaterra e Irlanda en 1558. Los ingleses volcaron entonces toda su piratería sobre los españoles y continuaron atacándoles durante todo el siglo XVIII, aunque no salieron bien parados. En la Ilustración se metieron en la política española y, cuando Napoleón invadió España, se presentaron como amigos, pero se dedicaron a destruir la incipiente industria del país a escondidas, con la excusa de la guerra, y a amparar a los líderes independentistas de América». El investigador español creía que «el Plan Maitland es el último episodio de esas conspiraciones contra España que se produjeron en los siglos anteriores». Posiblemente, el más importante. Jarabo Jordán lo definió a este diario como un «plan de perfeccionamiento» de la 'Propuesta para humillar a España', otro panfleto, esta vez de autor desconocido, escrito en 1711 y publicado en Londres en 1739. En él se exponía una detallada operación para ocupar militarmente la región de Buenos Aires y extraer los metales preciosos de las minas de Potosí, con el objetivo último de abrir una nueva ruta comercial para introducir esclavos y manufacturas propias en Sudamérica. Todo ello, por supuesto, a costa del monopolio español. Fue en 1799 cuando Thomas Maitland recibió el encargo de diseñar un nuevo plan para conquistar los territorios españoles de ultramar. Maitland solo era un general de brigada que conocía bien los asuntos de Indias, pues había participado en la invasión de la isla de La Española –la actual zona Haití–, que estaba sumida en una guerra de independencia. La operación fracasó, pero él se ganó el respeto de superiores como el diputado Sir John Coxe Hippisley, que le encargó redactar el documento en una nueva época de guerra entre España e Inglaterra. Maitland trazó un plan preliminar que sugería atacar el Río de la Plata con un ejército de 10.000 hombres. «Hippisley me dio varios documentos relativos a las colonias hispanoamericanas y me pidió que los examinara para analizar la posibilidad de efectuar una operación militar ventajosa en esta parte del mundo. Ahora le expreso mi opinión con total convicción: sin ningún riesgo, con muy poco gasto y sin distraer ninguna parte importante de la fuerza disponible, creo que podría asestarse inmediatamente un golpe tan desventajoso para los intereses de España como beneficioso para los intereses políticos y comerciales de Inglaterra». El secretario de Estado para la Guerra, Henry Dundas, recibió el plan y quiso discutirlo con el autor, pues estaba de acuerdo con la importancia de asegurar nuevos mercados, aunque quería considerar una operación mayor para tomar «toda Hispanoamérica». Fue entonces cuando Maitland concibió la operación definitiva, que no estaba destinada a «asestar un golpe», sino a acabar con todo el imperio español americano. En ese sentido, la clave estaba en la costa occidental. Sostenía que, una vez tomados los asentamientos del Río de la Plata, bastaría con asegurarse el control de Perú para despojar a su eterno rival de todo su poder en América. Las 47 páginas que encontró Terragno en Londres tenían muchas correcciones del autor. Todo indicaba que se trataba de los borradores de dos cartas conservadas como copias. Luego descubrió que la mención a México en el título era un error: el objetivo del plan era realmente emancipar Perú y Quito, como se conocía entonces a Ecuador. De hecho, al exponer su proyecto, Maitland tachó las menciones a «México» y escribió «Quito» debajo, pero se olvidó del encabezado y la conclusión. Dundas recibió el plan definitivo en 1800 y constaba de ocho pasos: conquistar Buenos Aires con 4.000 soldados de infantería y 1.500 de caballería, tomar posiciones en Mendoza para tener acceso a los Andes, llevar a cabo ataques para debilitar al Ejército español en Chile, cruzar la cordillera, derrotar al enemigo en la costa para terminar de controlar el país, continuar por mar hasta Perú y emancipar dicha región junto a Quito. «Ese es el final de nuestra empresa, que desmantelará todo el sistema colonial», advertía Maitland. Sin embargo, no hubo tiempo de aprobarlo. Tras una serie de escándalos, el Rey Jorge III forzó la dimisión del primer ministro británico, William Pitt 'El Joven', y con él se fue Dudas. Ambos volvieron al Gobierno por un breve periodo, pero la acusación por corrupción de este último y la muerte del primero hicieron que el plan cayera en el olvido. Los documentos originales permanecieron ocultos durante 181 años, hasta que Terragno los descubrió en Londres. Hasta ese momento, no había ni un solo rumor sobre el Plan Maitland, ni referencia alguna a su autor, en toda la bibliografía sobre la independencia de Hispanoamérica. Lo curioso es que, quince años después de perderse el documento, el célebre militar criollo José de San Martín llevó a cabo su exitosa campaña e independizó a Argentina, Chile y Perú, para lo que calcó paso a paso lo expuesto por Maitland en su plan: en 1814 se estableció en Mendoza, luego formó allí un ejército, cruzó la cordillera de los Andes, derrotó a los realistas en Chile, armó una flota, siguió por mar hasta Perú, desembarcó en Lima y, en 1821, se adueñó del corazón del imperio español en América. Algunos historiadores defienden que el libertador podría haber conocido el documento, ¿Cómo? Tras nacer en Yapeyú (Virreinato del Río de la Plata), se había formado en España y luchado contra los franceses en la Guerra de Independencia, pero en 1811 regresó a América, pasando por Londres, con la intención de apoyar a los independentistas. Y aunque lo cierto es que San Martín era entonces un desconocido y sus actividades en Londres no están bien documentadas, se sabe que allí coincidió con otros militares españoles criollos partidarios de romper el vínculo con Madrid y que tuvo contacto con personajes decisivos como el propio Hippisley, que es probable que guardara el escrito original. «Yo lo descubrí cuando empecé a escribir mi trabajo '1898. Un hito en la gran traición' (SND, 2022). Al leerlo, me dejó de piedra», aseguraba a ABC Jarabo Jordán, que concluía: «Yo creo que no se ha dado a conocer más porque al Gobierno de Londres no le ha interesado. Sin duda, la propuesta de Maitland fue determinante para la historia británica, porque cuando San Martín llegó a Buenos Aires en 1812, la siguió al pie de la letra. A corto y medio plazo significó la atomización de España, la creación de veinte repúblicas y una monarquía que se sometió económicamente a Gran Bretaña hasta hoy. A largo plazo, la consecuencia fue la sumisión total de la hispanidad. España no cuenta desde la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898, pero ya en el siglo XIX sólo contaba a expensas de los británicos. Las consecuencias del Plan Maitland llegan hasta el 2023»
  7. Se llamaba Caro de Segeda , y es un gran desconocido a pesar de que causó una derrota tal a las legiones romanas, que estas no quisieron volver a combatir un 23 de agosto. Y no crean que lo de desconocido es una frase hecha, pues la Real Academia de la Historia apenas esconde un párrafo sobre su vida. O una línea, más bien: «Fue elegido caudillo al comienzo de la guerra numantina, 154 a. C., por los arévacos, para luchar contra los romanos. Murió luchando contra el ejército del cónsul Q. Fulvio Nobilior». Y hasta ahí. Por fortuna, las fuentes clásicas han sido algo más extensas al hacer referencia a este personaje. Su origen hay que buscarlo en el 154 a. C., año en que Segeda , en Zaragoza, fue acusada por el gobernador romano de la Hispania Citerior –una de las provincias en las que estaba dividida la península– de romper los acuerdos de no agresión con la Ciudad Eterna por expandir su muralla unos ocho kilómetros. La medida, según argumentaba el republicano, rompía los acuerdos previos firmados con Sempronio Graco . Pero la urbe, hastiada, hizo caso omiso a las advertencias. Así lo afirma el historiador Apiano en sus escritos: «Los habitantes de Segeda, con relación de la muralla, replicaron que Graco había prohibido fundar nuevas ciudades, pero no fortificar las ya existentes. Acerca del tributo y de las tropas mercenarias, manifestaron que habían sido eximidos por los propios romanos después de Graco. La realidad era que estaban exentos, pero el senado concede siempre estos privilegios añadiendo que tendrán vigor en tanto lo decidan el senado y el pueblo romano». Aquellas diferencias le vinieron como anillo al dedo a una Roma ansiosa de batallas para ampliar, todavía más si cabe, su dominio en la zona. En este caso, para dar un castigo ejemplar a los desobedientes hispanos arribó a la demarcación el cónsul Quinto Fulvio Nobilior. Y no lo hizo solo, sino con 30.000 combatientes divididos en cuatro legiones. La llegada de este contingente hizo que los habitantes de Segeda solicitasen asilo en la fortificada Numancia . La urbe del pueblo arévaco, que se había mantenido al margen del enfrentamiento, se convirtió a partir de entonces en uno de los centros neurálgicos de la resistencia contra Roma. Así lo narran José Manuel Roldán Hervás y Fernando Wulff Alonso en 'Citerior y ulterior: las provincias romanas de Hispania en la era republicana': «La aparición en la región de Segeda del Cónsul Nobilior con el formidable ejército correspondiente a su grado, reforzado todavía por 'auxilia' itálicos e indígenas, obligó a los segedanos, que sin duda no esperaban una reacción tal, y que aún no habían terminado los trabajos de fortificación, a abandonar la ciudad y buscar refugio en la celtiberia interior». Cuenta Apiano que, tras acoger a los ciudadanos de Segeda, los arévacos eligieron como caudillo a «un segedano llamado Caro, que era tenido por hombre belicoso». Los historiadores mencionados, por su parte, sostienen que el general dirigió también los designios de Numancia y que era «un jefe común». Vaya usted a saber lo que pasó en aquella Hispania . Tres días después de su ascenso a la poltrona, el 23 de agosto del 153 a. C., durante un día señalado para el enemigo (las fiestas en honor de Vulcano), el nuevo jefe se valió de un recurso tan castizo como la guerra de guerrillas para vencer al ejército de Nobilior. Así lo explicó Apiano: «Apostando en una espesura a veinte mil soldados de infantería y cinco mil jinetes, atacó a los romanos mientras pasaban. Aunque el combate resultó incierto durante mucho tiempo, logró dar muerte a seis mil romanos y obtuvo un brillante triunfo. Tan grande fue el desastre que sufrió Roma». Pero al bueno de Caro no le duraron demasiado ni el poder, ni el orgullo de la victoria. En palabras del autor clásico, el caudillo cometió el error de lanzarse en una alocada y desordenada persecución para aplastar los restos del ejército romano . El error le costó la vida. «Los jinetes romanos que custodiaban la impedimenta cayeron sobre él y mataron al propio Caro, que destacó por su valor, y a sus acompañantes, en número éstos no inferior a seis mil, hasta que la llegada la noche puso fin a la batalla», añade el autor clásico. En todo caso, a la república le escoció tanto la estratagema del hispano que, «desde aquel tiempo, ningún general romano quiso comenzar un combate voluntariamente en este día».
  8. Gutmaro Gómez Bravo tiene claro qué segundo subtítulo pondría a 'Los descendientes' (Crítica) , su nuevo ensayo. Al otro lado del teléfono, sostiene que sería algo así como «la zona gris». Porque sí, este catedrático de Historia de la Universidad Complutense de Madrid apuesta por alejarse de maniqueísmos y centrarse en la historia más blanca, esa que no está envenenada por tendencias políticas. Sabe que es difícil, porque está convencido de que hasta la memoria oral de las fuentes primarias –esos que vivieron los sucesos– está adornada y modificada por la ideología que prima en un momento determinado o ese silencio que genera el miedo. Y para ejemplo, el de sus abuelos; dos historias que vertebran su nuevo ensayo. El... Ver Más
  9. La historia es bien conocida, aunque Roberto Muñoz Bolaños (Madrid, 1970) defiende que no se ha contado con la profundidad y el contexto que merece, sino de forma polarizada, persiguiendo objetivos políticos que poco tienen que ver con la realidad completa de los hechos. «Jamás se hizo y, a partir del 2000, cuando nació el movimiento de la memoria histórica, se omitió cualquier episodio o actividad protagonizado por aquellas jóvenes militantes que pudiera dañar la leyenda que se estaba construyendo alrededor de ellas de manera interesada», asegura a ABC el historiador, que acaba de publicar 'Las 13 Rosas. La verdad tras el mito' (Espasa). El drama se consumó el 3 de agosto de 1939, cuatro meses después del final de la Guerra Civil , cuando se confirmó la sentencia. Las protagonistas regresaron a la cárcel de Ventas, donde se encontraban recluidas tras su detención meses atrás. Al llegar a sus celdas, escribieron cartas de despedida a sus familiares y amigos e hicieron un pequeño testamento: «Para ti, mi cuchara, y para ti, el cinturón. El cepillo de dientes y el peine, como recuerdo», aunque este último, en realidad, no lo usaban. Estaban todas rapadas. Durante la madrugada del 4, redactaron peticiones de indulto en un último intento desesperado, pero la directora de la prisión se las dejó sobre su mesa. Punto. Se esfumaba así su última esperanza. A las doce de la noche del día 5, las funcionarias fueron a buscarlas. Los relatos posteriores de sus compañeras de presidió presentaron a las 13 Rosas como un ejemplo de valentía que ayudó a forjar el mito que Muñoz Bolañós, profesor de las universidades del Atlántico Medio, Camilo José Cela, Francisco de Vitoria y Nebrija, analiza en su ensayo. Soledad Real, por ejemplo, declaró: «Se vistieron ayudadas por las demás presas. Nuestras manos temblaban mucho más que las suyas. Anita, al terminar, nos preguntó: '¿Llevo las medias derechas?'. Le dijimos que sí, pero ¿quién las miró? La abrazamos una y otra vez. ¡Qué horrible mezcla de gritos y silencio! Todo parecía muerto». A las cuatro de la mañana, un oficial de la Guardia Civil puso en la mano de la directora la orden de entrega de las presas para su fusilamiento, que fueron conducidas a los camiones para recorrer los escasos quinientos metros que separaban la prisión del cementerio del Este. «La madre de Virtudes González [una de las condenadas], fue el único familiar que se encontraba en la puerta de la prisión. Cuando las sacaron, pudo ver cómo montaban a su hija en el camión para conducirla a la muerte y gritó cuanto pudo: '¡Canallas! ¡Asesinos! ¡Dejad a mi hija!'. Al iniciar la marcha, corrió tras el camión hasta que cayó de bruces», relataba Carlos Fonseca en 'Trece Rosas Rojas y la Rosa 14' (Planeta, 2014). Media hora después, con los impactos todavía recientes de los proyectiles que habían acabado con sus 43 compañeros pocos minutos antes, les llegó su turno. Desde la prisión se escuchó el tableteo de la ametralladora y los respectivos tiros de gracia… Y todo se inundó de silencio. Al día siguiente, la prensa dio cuenta de las ejecuciones. A diferencia de la sentencia, los periódicos sí vincularon a las ejecutadas con un crimen que, según la tesis de Muñoz Bolaños, está estrechamente relacionado con el destino que corrieron las 13 Rosas: el asesinato del comandante franquista Isaac Gabaldón, su hija de 17 años y su chófer: «Lo cierto es que las jóvenes no tuvieron ningún conocimiento previo de ese crimen, que fue fortuito, a pesar de su militancia en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y el PCE. Sin embargo, para evitar las críticas por la ineficacia del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), que tenía localizados a los autores en Cazalegas, Toledo, pero no se molestaron en ir a por ellos porque era viernes, se desarrolló la teoría de que fue una vasta conspiración comunista en la que habría participado otros presos, incluidas las 13 Rosas, para destruir el régimen. Esa idea influyó a la hora de aplicarles la pena de muerte». Los autores fueron tres miembros del grupo de José Pena Brea en el que también militaban las 13 Rosas, aunque de esto no supieran nada. Esta organización seguía las directrices del secretario de organización del PCE, Pedro Fernández Checa, cuya consigna era cometer atentados para sembrar el caos. El objetivo real del comando era asaltar la cárcel de Oropesa, pero ante la imposibilidad de organizar un ataque semejante, decidieron volver a Madrid. Para desplazarse, detuvieron a un coche sin saber de quién eran y asesinaron a sus ocupantes. Por su vinculación a las JSU y el PCE era lógico esperar duras penas de cárcel para las 13 Rosas , pero no la muerte. «Bajo ningún concepto habrían sido ejecutadas si hubieran sido detenidas no siete años después, simplemente uno, pero se ensañaron en ese ambiente de represión inmediatamente posterior a la guerra», apunta Bolaños. El autor, no obstante, aclara que eso no significa que fueran simples repartidoras de propaganda, como han insistido la mayoría de obras que han abordado su historia. «Otra de las claves de su trágico destino fue el bando hecho público por el general Eugenio Espinosa de los Monteros, primer gobernador militar de Madrid en el franquismo , por el cual se condenaba a la máxima pena a todo aquel que recogiera o tuviese armas. Esa era la actividad que precisamente realizaban ellas. Escondían armas, las repartían entre los militantes e, incluso, algunas organizaban el reparto, pues eran dirigentes en la organización, como Carmen Barrero Aguado y Joaquina López Laffite. Todas se relacionaban con las armas, pues era la actividad principal de las JSU y el PCE en aquel momento», subraya Muñoz Bolaños. Este papel «completamente activo» de las jóvenes en la guerrilla urbana, violenta y armada ha sido, en opinión del historiador, premeditadamente ocultado desde mediados de los 90 y, especialmente, de los 2000, cuando se recrudeció la guerra cultural por la memoria histórica tras la victoria electoral del PP. Fue a partir de entonces cuando se empezó a recuperar este episodio y a construir el mito a través de novelas como 'Las trece rosas' (2003), de Jesús Ferrero; el documental 'Que mi nombre no se borre de la historia' (2004), de Verónica Vigil y José María Almela, y la película 'Las 13 rosas' (2006), dirigida por Emilio Martínez Lázaro y ganadora de cuatro Goyas. Antes, según Muñoz Bolaños, no se le prestó atención. «Se las borró desde el principio, porque en el franquismo fueron 13 mujeres más fusiladas. En agostó de 1939, tras la ejecución, el PCE intentó hacer campaña con la hija de Marie Curie, que era comunista, pero comenzó la Segunda Guerra Mundial y cayeron en el olvido. Posteriormente, las continuas luchas internas del PCE en el exilio hacen que sea un tema menor. El periodista y dirigente comunista Federico Melchor intentó montar una obra de teatro sobre las 13 Rosas y Santiago Carrillo no le hizo ni caso. En la Transición, tampoco. Algún historiador habló de ellas y se puso la placa en la Almudena, pero en los 80, nada de nada», recuerda.
  10. A finales de diciembre de 1916, el director general de Seguridad recibió, en su despacho de la Puerta del Sol, a un hombre que previamente había insistido a los funcionarios en que tenía que hablar única y exclusivamente con el director. A nadie más quería confesar lo que, desde hacía dos años, no le dejaba dormir. Intrigado, le permitió entrar y se encontró a un hombre de inmejorable aspecto que, de sopetón, le dijo: «He matado al marido de mi mujer y vengo a entregarme. Me llamo Ramón de los Santos Marracci». El director supuso que aquel hombre de aspecto misterioso y extraño se había expresado mal, pues su mujer no podía tener otro marido. Creía que se refería a un crimen recién cometido, pero supuso mal. Todo lo manifestado era preciso. El crimen se había cometido dos años antes, aunque la historia protagonizada junto a su esposa de entonces venía de muchos años atrás… Hablamos de María Ángeles Mancisidor, una de las asesinas que Marisol Donis recoge en su ensayo 'Envenenadoras' , reeditado ahora por Al Revés, y que ahora nos ayuda a contar en el este podcast. Un crimen atroz planeado por una profesora de Santander de rostro dulce y aniñado que causó una gran conmoción en la época. Todos los episodios de 'Estamos en la Historia' pueden encontrarse en las principales plataformas de audio, como Spotify , Ivoox , Apple Podcasts , Amazon Music y Podimo . También están disponibles en Youtube . El próximo episodio, dentro de 15 días.