Considerar:

No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela.

Albert Einstein (1879-1955) físico, de origen alemán

Terrazas del Rodeo

ABC - Libros

Libros
  1. La historia de las instituciones heredadas del Antiguo Régimen suele ser escrita en términos de resistencia y reacción. Con frecuencia tendemos a confundir solidez y pervivencia con monolitismo, como si de un antiguo busto en mármol se tratara. Olvidamos que dichas instituciones son seres vivos y que su pervivencia no reside precisamente en su inmovilismo, sino en su capacidad de adaptación y transformació n. Entre estas instituciones, el estudio de la Iglesia católica reviste especial complejidad puesto que se trata de una institución que se mueve en diferentes escalas, de lo local y lo global, y alberga en su seno posturas muy diferentes dentro de un liderazgo muy marcado . La obra 'Entre la fábrica y la sacristía. Catolicismo de base, división eclesial y tensiones políticas en la diócesis de Zaragoza (1946-1979)' de María José Esteban tiene la virtud de captar esta pluralidad de posiciones y mostrar una institución viva y en constante cambio y diálogo con la sociedad que la rodea . Primer premio Feliciano Montero a la mejor tesis doctoral de la Asociación Española de Historia Religiosa Contemporánea y accésit del premio Miguel Artola de la Asociación de Historia Contemporánea, 'Entre la fábrica y la sacristía' es una magnífica prueba del buen estado de salud que goza el estudio de la historia religiosa en la historiografía española . María José Esteban María José Esteban se centra en la experiencia de hombres y mujeres de la diócesis de Zaragoza en dos organizaciones del catolicismo de base como la Juventud Obrera Cristiana y la Hermandad Obrera de Acción Católica . Aunque en apariencia pudiera parecer un estudio de caso, esta impresión queda desmentida desde sus primeras páginas cuando vemos desplegar por parte de la autora un juego de escalas en el que la experiencia zaragozana sólo se puede entender en relación con lo ocurrido en España, Europa y el mundo. 'Entre la fábrica y la sacristía' constata la enorme relevancia que para el catolicismo español tuvo el Concilio Vaticano II , pero también otros espacios de reflexión, como la Universidad de Lovaina o las propuestas llegadas desde América Latina . Esto hace que el libro sea fascinante para todas las personas interesadas en la historia del catolicismo en la segunda mitad del siglo XX . A través de una minuciosa labor de archivo , completada con fuentes orales, hemerográficas y filmográficas, y de la combinación de diversos enfoques metodológicos , la autora reconstruye de manera muy exhaustiva la experiencia de dichas personas y, sobre todo, el a prendizaje de prácticas democráticas . Es precisamente esta combinación de fuentes y enfoques junto con una escritura ágil lo que hace de esta obra una lectura muy agradable. 'Entre la fábrica y la sacristía' muestra cómo en el catolicismo de base se desarrollaron prácticas que rompían con la pasividad e invitaban a sus miembros a adoptar una actitud más activa , a reflexionar y afrontar sus problemas. Además, esta labor no la hacían de forma individual sino a través de reuniones y asambleas, siendo esta experiencia colectiva fundamental para la introducción y adopción de prácticas democráticas. Así, en la línea de los trabajos desarrollados por la sociología y las ciencias políticas, este trabajo tiene la virtud de estudiar la ciudadanía como una práctica social que va más allá de la mera conquista o concesión de derechos , centrándose en las condiciones que promueven, limitan o desactivan estos derechos. Naturalmente, esta es también una historia de conflictos y enfrentamientos . Las posturas más radicales generaron la resistencia abierta de una parte de la jerarquía eclesiástica. Con ello, contribuyeron a delimitar dos espacios dentro del catolicismo español, uno preconciliar y franquista y otros postconciliar en favor de la democracia . Estos enfrentamientos y su proyección en la esfera pública sirvieron, como pone de manifiesto este trabajo, para debilitar la imagen del apoyo monolítico e inquebrantable de la Iglesia católica española a la dictadura de Franco y, a la postre, para deslegitimarla o desacralizarla. Asimismo, resulta especialmente interesante la descripción de las parroquias como «espacios seguros» para otros movimientos sociales . Los privilegios de los que disfrutaba la Iglesia católica en España dotaron a estos espacios de una jurisdicción especial y posibilitaron la enunciación de discursos y prácticas más radicales en un contexto claramente represor. Por último, la obra muestra cómo habría un trasvase entre esta militancia católica de base y la militancia en movimientos muy importantes para la Transición democrática como el movimiento vecinal, agrupaciones, partidos de izquierdas y otras formas de activismo. En un momento en el que se derogan leyes de memoria democrática pareciera que el objetivo de estas iniciativas es relativizar el carácter mayoritariamente antidemocrático de las posiciones políticas del clero español en las décadas de 1930 y 1940, en lugar de reivindicar el decisivo papel que desempeñaron unas décadas más tarde en la democratización de la sociedad española. Quizás lecturas como la del excelente trabajo de María José Esteban Zuriaga sirvan para cambiar el paso. Ficha Título: 'Entre la fábrica y la sacristía. Catolicismo de base, división eclesial y tensiones políticas en la diócesis de Zaragoza (1946-1979)' Autora : María José Esteban Zuriaga Editorial: Prensas de la Universidad de Zaragoza Año de edición: 2024 Disponible en Prensas Unizar Disponible en Unebook
  2. Se quedó a las puertas del Booker y de hacer historia como la primera autora en subir al podio con una novela escrita en catalán, pero Eva Baltasar (Barcelona, 1978) sigue a lo suyo y, después del tríptico sobre la maternidad, la soledad y el deseo formado 'Permagel', 'Boulder' y 'Mamut', regresa con 'Ocaso y fascinación' (Random House; 'Ocàs i fascinació' en la edición original publicada por Club Editor), novela que explora lo que sucede cuando el pacto social se hace trizas. O por afinar, lo que ocurre cuando una mujer de 27 años se queda sin casa y sin trabajo, acaba durmiendo en la calle y renace, o algo parecido, como mujer de la limpieza. —Con 'Ocaso y fascinación'... Ver Más
  3. Cuando en 2021 los responsables de la colección francesa 'Mi noche en el museo' se pusieron en contacto con Andrea Marcolongo, la joven filóloga y escritora tenía claro en qué museo le gustaría pasar una noche: en el de la Acrópolis de Atenas, su «museo favorito» en el mundo. Noticia Relacionada estandar Si Indignación en Grecia por la celebración de un desfile en las salas que exponen los mármoles del Partenón en el Museo Británico Marta Cañete La ministra de Cultura helena tilda la celebración del evento como una falta de respeto al patrimonio cultural y a las negociaciones para la repatriación de las piezas Permitieron a la escritora pasar la noche en compañía de los frisos, metopas y frontones... Ver Más
  4. El escritor Christopher John Sansom (1952, Edimburgo) ha muerto a los 71 años de edad, según ha adelantado su editorial Pan MacMillan. Se trata de uno de los novelistas históricos más vendidos en Gran Bretaña. Su obra 'Dissolution', ambientada en la Inglaterra de los Tudor del siglo XVI sobre un abogado que intenta resolver crímenes, le catapultó al estrellato siendo una de las series más vendidas. Más conocido en el mundo literario como C.J. Sansom , estudió historia en la Universidad de Birmingham. Tras realizar varios trabajos como historiador volvió a sus inicios ejerciendo la abogacía en Sussex, oficio que fue compaginando con la escritura hasta dedicarse a ella a tiempo completo. De esta experiencia nace su primera novela 'Dissolution' que se publicó en 2003. Ambientada en el reinado de Enrique VIII en el siglo XVI cuenta cómo el abogado Matthew Shardlake investiga el asesinato de uno de los comisionados de Thomas Cromwell en el monasterio de la ciudad ficticia de Scarnsea en la costa sur de Inglaterra. Inmediatamente este primer tomo de la serie 'Shardlake' le coronó como uno de los mejores novelistas históricos gracias al éxito de las ventas y de la crítica, lo que le llevó a esribir otros seis libros sobre las investigaciones del abogado, que en cada libro se adentra en otra época diferente. Este personaje cobrará vida en la pantalla gracias a la platorma Disney+ que estrenará esta miniserie este miércoles. C.J. Sansom escribió otras novelas históricas independientes como 'Invierno en Madrid' o 'Dominio'. Ganó varios premios, entre ellos el prestigioso Cartier Diamond Dagger de la Asociación de Escritores de Crimen, por su contribución al género.
  5. Es tal vez justamente por esa inabarcable cantidad de información y de actualidad en la que vivimos desde hace ya no sabemos cuánto tiempo, porque prácticamente todos los días son fiesta, que la figura de Pedro G. Cuartango cobra más relevancia. Él es un hombre que dice de sí mismo que por sus venas corre tinta. No voy a incidir en su figura como periodista. Basta decir que Pedro es una referencia del periodismo en España y que dentro de esta profesión lo ha hecho todo. Cuando la actualidad, tan volátil y efímera cobra tanto peso que ya no permite distinguir la verdad de la mentira, lo real de lo inventado, es cuando más falta hace tomar distancia, asumir que... Ver Más
  6. Luis Inclán es Doctor en Filología Clásica por la Universidad de Barcelona y Catedrático jubilado de Latín en Bachillerato . Ha compaginado su labor docente con la Orientación académica de los alumnos de bachillerato . Desde su jubilación, se dedica a diversas actividades. Precisamente, a la vista de que muchas personas llegan a la jubilación sin proyecto alguno, ha redactado esta pequeña obra, basándose en la experiencia propia y ajena, con el deseo de que pueda resultar útil a quien aborda esa nueva etapa de su vida . La jubilación es un momento importante en la vida de la persona que ha pasado muchos años trabajando. Finalmente, le llega el momento de dejar de hacerlo y comenzar una nueva etapa en su vida. El libro aborda con sensibilidad y profundidad el importante cambio que representa la jubilación en la vida de las personas . Escrito con un enfoque reflexivo y práctico , el autor explora las diversas emociones y desafíos que pueden surgir al dejar atrás una larga carrera laboral y adentrarse en una nueva fase de la vida. El autor reconoce distintas actitudes hacia la jubilación. Por un lado, reconoce a quienes ven con cierto miedo la llegada de este momento. Después están los que simplemente esperan hasta que llegue el momento. Por último, se expone un tercer grupo minoritario que piensa en su jubilación y se plantea posibles ocupaciones de muy diverso tipo. Ante esto, el autor ofrece consejos prácticos para enfrentar este período de transición de manera constructiva , aprovechando el tiempo libre y descubriendo nuevas actividades que den sentido y plenitud a la vida después del trabajo. También distingue distintos pasos durante el proceso de jubilación : la anticipación durante la prejubilación, el afrontamiento en el momento de la jubilación y la adaptación a la nueva realidad, que puede durar años. Insiste en que además de considerar las implicaciones económicas , es crucial entender el impacto psicológico y los cambios en las relaciones sociales que acompañan a la jubilación. Por otro lado, el libro resalta una ventaja clara para quienes se jubilan en la actualidad: la mayoría goza de buena salud, lo que abre un abanico de oportunidades para participar en diversas actividades . Es por ello que se destaca la importancia de preparar la jubilación con anticipació n tanto en términos de actividades prácticas como de cuidado de la salud física y mental . El autor enfatiza la necesidad de mantener una vida social activa, cultivar intereses personales y mantener la mente y el cuerpo activos para una jubilación saludable y satisfactoria. Además, el libro ofrece una visión holística de la jubilación, abordando no sólo sus aspectos económicos, sino también su impacto psicológico y social. Como dice el autor: «Una jubilación bien aprovechada ayuda –y mucho– a la estabilidad emocional». Así pues, Luis Inclán habla de los diferentes pasos emocionales que pueden experimentar las personas al dejar de trabajar, desde la euforia inicial hasta la estabilidad emocional final, y se ofrece orientación sobre cómo adaptarse a este importante cambio de vida . En definitiva, la transición a la jubilación implica un cambio significativo en la vida, que puede resultar desafiante. 'Cómo prepararse para la jubilación' es una guía comprensiva y práctica para aquellos que se acercan a este momento crucial en su vida, ofreciendo perspectivas valiosas y herramientas útiles para hacer de la jubilación una etapa de crecimiento personal. Ficha Título: 'Cómo prepararse para la jubilación' Autor: Luis Inclán García-Robés Editorial: Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA) Año de edición: 2024 Disponible en EUNSA Disponible en Unebook
  7. Majestades, Autoridades, Amigas y amigos, He tenido la suerte en mi vida, entre tantas otras como la que aquí me trae esta mañana, que es sin duda la más importante de todas, de haber sido dueño de una infancia que, aunque suene un poco exagerado, encaminó mi destino de escritor . La infancia, decía Cesare Pavese , es el tiempo mítico del hombre, lo que a cada uno corresponde de esa edad originaria en que todo nos llega y sucede por vez primera, el asombro de la luz en la inocencia, sentimientos y emociones que van a marcarnos de forma indeleble, el patrimonio de lo primigenio, la experiencia de lo primordial. Fui un niño de posguerra y el lastre de ese tiempo histórico detalla en la memoria atmósferas y sucesos que la empañan, de manera que una infancia en esos años puede destilar un apego de tristeza y desolación, lo que tantas pérdidas suponen entre las familias y los vecindarios y, sin embargo, la geografía y el paisanaje de mi niñez no llegaban a enturbiarse del todo, supongo que porque la suerte de los afectos se sobreponía a la desgracia de tantas desdichas. Noticia Relacionada estandar No Luis Mateo Díez recoge el Cervantes: «Nada me interesa menos que yo mismo» Bruno Pardo Porto El escritor encumbró la vida imaginada en su discurso, pero no como huida sino como una forma de alcanzar la lucidez, igual que el caballero de la triste figura en su lecho de muerte Decir que la infancia encaminó mi destino de escritor quiere expresar una curiosa suerte de reconocimiento, ya que en ella, en los años primerizos, mi necesidad de escribir para contar lo más ajeno a lo que a mí me sucedía, si es que en la niñez hay sucesos reseñables, me producía un efecto beneficioso, como si hacerlo con las mínimas habilidades de que pudiera disponer, supusiese una curiosa satisfacción. Un niño escritor no me parece el ejemplo de nada particularmente valorable, si tal condición conlleva sin remedio el riesgo de aquel repelente niño Vicente, que en la deliciosa novela de Rafael Azcona hacía redacciones sobre la vituperable vida de las moscas. Lo mío tenía intenciones menos vituperables y más secretas, ya que tardó mucho en apreciarse, y correspondía a una especie de tensión, bastante emotiva, por cierto, que me había convertido en un diminuto ser embelesado por lo que escuchaba en las veladas nocturnas, propias de las costumbres vecinales de mi Valle, fuentes de la oralidad y cercanas a una cierta antropología de las culturas populares como llegué a saber, y lo que algunos de mis maestros nos leían a sus alumnos en el aula por las mañanas. Escuchar lo que la voz cuenta, el relato de lo ancestral y folklórico, lo que con el tiempo ordenaría en su justa medida leyendo ' La rama dorada ' de Frazer, y lo que la voz lee, libro en mano y en la dimensión en la que, entre otras cosas, lo anónimo cede a la escritura y al autor de la creación propiamente literaria. Mi destino de escritor, nada menos, ya ven ustedes con qué facilidad la vida me encaminaba y encandilaba, con el sustrato primitivo de una fascinación y un embeleso, de tal modo que escuchar y escribir unían lo que leer y contar tenían de aliciente y acicate. Un maravilloso entretenimiento que daría razón de ser a ese destino irremediable, si ustedes consideran la vicisitud en que ahora mismo me encuentro, intentando dar cuenta de dónde proviene el narrador que les habla y que, sin remedio, llegó a comprender como contrapartida en cuanto adquirió la lógica distancia aquello que afirma Rilke de que la infancia es la patria perdida del hombre. Entre los primeros libros que en las manos de algunos de mis maestros resonaban con la fuerza y el donaire de sus invenciones, la voz de aquellas novelas que posibilitaba que los alumnos de las Escuelas Graduadas escucharan embelesados en los pupitres, librados de las madreñas antes de entrar al aula, y sentarse cabizbajos, había variedad de vidas y aventuras y suficientes personajes para sentir que con ellos contraeríamos una deuda a saldar, la que poco a poco nos comprometía a hacerlos nuestros, aventureros y vividores que harían más fértiles nuestras propias imaginaciones y ensueños y a los que hasta en nuestros juegos infantiles imitaríamos. El libro que escuché con mayor deleite y aprovechamiento, en alguna de aquellas versiones apropiadas de nuestros clásicos, fue Don Quijote de la Mancha , y puedo recordar muy bien la mañana de su primera lectura, cuando en el invierno del Valle la nevada nos robaba el recreo, y el incipiente caballero venía de mucho más lejos de lo que me permitieran percibir los copos que alborotaban los ventanales de la escuela, de la llanura de un sol agostado o de los horizontes que propiciaban la impiedad del enajenamiento para los caballeros que iban a desfacer entuertos como quien sale de casa para remediar el mundo. Don Quijote no era un héroe que yo pudiese contabilizar al lado de los que en los tebeos, y en las escasas películas que por entonces pudiera ver, mantuvieran la aureola de unas acciones, que ni siquiera necesitaban ser hazañas, para erigirse en protagonistas extraordinarios, seres prodigiosos capaces de hacernos estallar de emoción en las viñetas o el tecnicolor. Mi relación con don Quijote, ya con algún viso de melancolía infantil en el invierno de su primer conocimiento, tuvo un aliciente misterioso, rodeado de algún secreto deslumbramiento, que en nada atañía a los personajes que ya me hubieran asombrado, y a quienes en la dimensión de los reyes de la selva o los robines del bosque, se irían lentamente fosilizando, como hitos que perdurarían en sus convenciones, no menos inolvidables que triviales. Don Quijote llegaba para quedarse conmigo como un héroe no menos inquietante que entrañable, del que bastante tiempo después, cuando el incipiente narrador en que habría de convertirme, heredero a veces avergonzado de aquel niño escritor que, por suerte, nunca hizo una redacción sobre la vituperable vida de las mosca, comencé a saber que no era un héroe, que el Caballero de la Triste Figura tenía otra catadura como figura enaltecida en la gloria de quien lo había creado, y que más bien de un antihéroe se trataba, de un reincidente perdedor, término que nunca me gustó pero que no deja de ser significativo, abocado a las perdiciones y los fracasos, por muy ensoñados que se forjaran. La idea del héroe que no lo es, ya que más bien de un antihéroe se trata, no iba a quedarse ahí, pues cuando mis personajes comenzaron a aflorar, en cuentos y novelas primerizas y, no tardando, en otras ficciones donde yo iba encauzando los bienes del aprendizaje y los vislumbres del quien va dando cuenta de ese aprendizaje se apreciaba una transformación en ellos de la identidad heroica. Poco a poco en el mundo que iba creando, esos seres de ficción tenían, todavía sin mucha conciencia por mi parte, una incierta imagen quijotesca, una atrabiliaria fisonomía de perdición y extravío, a la que no era accidental la fragilidad de su voluntad luchadora por la vida, el afán de vivirla y sobrellevarla con el rendimiento de la generosidad que añade un valor a la propia inducción del fracaso, si perder es perderse y andar perdido o por caminos de perdición. La entidad de mis personajes no estaba, así, eximida de una incierta heroicidad, tan cervantina y quijotesca, en aras de una imaginación liberadora y redentora, siendo acaso héroes del fracaso, como así me gustó denominarlos, pero no por la precariedad de quien prescinde de la pasión de vivir, de la aspiración del vividor que puede fracasar en sus extravíos o ideales, a quien la realidad derrota con el sufrimiento de una voluntad herida o de un sentido común contrariado. Ya ven ustedes a que planteamientos de lucidez y conquista imaginaria puede llegarse, desde la emoción primitiva que supone apropiarse de un don Quijote que vino en la voz lectora de un maestro que lo leía a sus alumnos en una mañana de invierno y nieve que no permitía salir al recreo. Configurar al héroe, derivar de él la identidad de unos personajes que asumen una heroicidad de extravío, derrota y lucha, me resulta sin duda uno de los elementos sustanciales no ya de mi poética de narrador, también y, ante todo, de la vocación de la escritura a la que, al parecer, propendía aquel niño cautivado que escuchaba con un deleite que a buen seguro no sería capaz de explicar, ni siquiera de confesar con la emoción de su arrobamiento. De una vocación de la escritura se iba a tratar, de lo que la vocación supone de inclinación y llamamiento, también de inspiración hacia algo, si en esa propensión se advierte hasta un cierto instinto que en la escritura, en la palabra y su representación existe hasta algún grado de apetencia apasionada, siendo esa necesidad de escribir, esa inclinación irremediable, un buen sustento del don de tenerla, como si la necesidad implicara la propia capacidad para hacerse fértil. El escritor vocacional era un narrador que, entre otras cosas, asumía la vida como una narración, la invención de vivirla y contar el cuento de su experiencia con la imaginación que procuraba las claves de hacerlo, que en su caso no podían ser otras que las abocadas a lo que pudiera considerar una conquista en lo ajeno, el devenir de otras vidas que no fueran la suya pero que, al contarlas, ya pertenecían al propio conocimiento y a enriquecer la vicisitud de su experiencia particular y limitada. La vida que se cuenta, la vida que se descubre escribiendo, si entendemos que escribir es descubrir, y la creación de un ámbito imaginario al que la aspiración no se conforma con la mera narración de la misma, si la invención de quien escribe quiere llegar a constatar o sugerir su sentido. Contar la vida era mi aspiración, supongo que la revelación de tantos cuentos y voces contadoras, íntimamente unidas a las propias de los grandes maestros de la ficción, a lo que el conocimiento significa en el patrimonio de la imaginación literaria, ahormaba y fertilizaba el largo proceso de aprendizaje en el que yo, pacientemente, velaba las armas del novelista, escribía con tesón y rigor buscando mis modelos y, en cualquier caso, intentando sentirme heredero de cuanto pensaba que me enriquecía al llegar a mis manos. La vida y el sentido de la misma, una socorrida encomienda para encaminar mis ambiciones, por derivas que emparentaban la tensión de la escritura, su apropiación y poder dirigido a un estilo, con la opción que comprimía lo que estaba contando hasta un extremo de sugerir simbolismos e imágenes metafóricas que, aunque sin remedio, me alejarían de un latente realismo, no dejarían de expresar, o mejor iluminar, las otras realidades paralelas, las más propiamente irreales. La consecuencia del camino por el que andaba y que sigo transitando sin remedio, día a día con mayor reto y desapego o desaire hacia cualquier convención que me incline a bajar la guardia, tenía el acarreo de muchas convicciones, seguro que todas razonables y discutibles, y entre ellas aquella que tanto le gustaba a Borges de que la irrealidad es la auténtica condición del arte. La verdad es que debiera reconocer una precaria incapacidad para escribir lo que me pasa, lo que en mi existencia sucede, lo que mi biografía propone, nada me interesa menos que yo mismo, y lo digo con una radicalidad sospechosa pero no mendaz, lo digo porque de esa actitud, de esa situación, proviene, no menos sin remedio, lo que narrativamente me importa, el interés de ese cuento de la vida que pretendo con la conquista de lo ajeno. Si tuviera que contestar en este sentido a la pregunta de qué es lo ajeno, fácilmente me saldría por la tangente afirmando que lo contrario de lo propio, y al caer en esa obviedad dejaría sin resolver un asunto de más enjundia, pero podría quedar satisfecho pensando que lo que no es mío es de otros, y esos otros, en los términos de la ficción son de quienes pretendo apropiarme, precisamente por el conducto de la invención: imaginándolos, dándoles encarnadura imaginaria, revelando sus vicisitudes, llevándoles lo más lejos posible de lo que yo soy y quiero, entregado a su causa sin hacerla mía, siempre a su servicio. De una conquista en lo ajeno se trata y, como tal, con un grado de conocimiento y reserva que me impida interferir en la vida y destino que mis personajes obtienen, siempre al albur de unas existencias que, con la misma intensidad, me reclaman y rechazan. Son ellos, son otros, no me pertenecen, y es en la reclamación donde ponen a prueba mi capacidad de inventarlos, una suerte de hilo conductor que va y viene sin otro compromiso que el de la escritura. Esa conquista, como cualquier otra que se sustancia en la ficción a que me veo solicitado, jamás rebasa los límites de la escritura, el universo literario en que estoy moviéndome para que quienes lo habitan sean dueños de sus actos y alcancen la solvencia de su identidad o alimenten la trama que conjuga su destino, tiene su única razón de ser en lo escrito, en lo que Manuel Longares denomina la vida de la letra, materia exclusiva de la misma vida imaginaria, la que a la letra debe su esencia literaria y verbal. Si he estado ofreciendo hasta este momento ideas y razones, y también sensaciones que siempre resultan menos fidedignas, de dónde vengo como escritor, cómo se encaminó mi destino desde la lejanía de aquella infancia arrobada, convendría aventurar alguna orientación sobre dónde me encuentro, en qué cálculo de previsiones me entretengo, si con la propuesta de rendir cuentas personales esta mañana no he querido otra cosa que agradecer una distinción, y aprovechar la circunstancia de estar subido en esta suerte de púlpito que propicia el examen de conciencia y la predicación. La pasión de escribir se compaginaba durante muchos años con la indolencia de hacerlo, y en esa contradicción el narrador encontraba un penoso aliciente de disimulo y desidia, pero era una situación engañosa que la propia edad fue corrigiendo y en seguida, desde el propio aliciente y alimento de la lectura, tan compaginada con la misma experiencia de la escritura, se fundió definitivamente la pasión con que la vida se hace deudora de la ficción, la suerte de vivir en lo imaginario lo que la misma vida no da de sí. No había pleito alguno, el destino estaba claro, la indolencia apenas suponía una muestra de disipación derivada de las vehemencias juveniles, y lo que no tardó en demostrarse fue la intensificación de la necesidad, el cauce que en la misma alargaba la pasión de escribir como el definitivo modo de vivir, y el hecho de que la experiencia de lo imaginario fuese el mejor conducto del conocimiento, con el aliciente añadido de lo que significaba aquella afirmación de Irene Nemiroski de que toda gran novela es un callejón lleno de gente desconocida. Gente que se acumula en el conocimiento como ampliando el espejo de lo que nos gusta descubrir y contrastar con nuestra sensibilidad, memoria y conciencia, de modo que, como en todos los términos de las distintas artes, en los de la creación en todas sus formas y opciones, constatamos ese compromiso con la vida al que deberíamos aspirar, ya que las artes nos enriquecen y hacen mejores, además del placer que proporcionan. Convendría, pues, y para ir terminado, indicar, aunque solo sea como previsión, dónde me encuentro ahora literariamente, con la inquietud de un octogenario de salud razonable, y conciencia de las ausencias correspondientes, ya que la edad que procura supervivencia hace irremediable a la vez el curso de las desapariciones, y donde me encuentro es en algún punto de una obra que, por prolífica, puede iluminar lo que con la reiteración enriquece el mundo que la contiene, si ese mundo gana en complejidad, que así lo espero, sin que la reiteración en ningún caso suponga repetición, que sería un signo de acabamiento, y con el riesgo asumido de verme con un cúmulo de ficciones que, sin avalar la posteridad, sí lo hagan con la condición de póstumo, fruto de la sobrecarga de una escritura que sostiene en su demasía un aliciente de la vida, si la fertilidad de vivirla ya no ofrece otras opciones tan radicales. Vuelvo a recordar a mis personajes, que a veces casi se me convierten en personificaciones, y recupero la imagen de aquel héroe invernal de mi infancia que está en el subsuelo de todos ellos, que pervive en el espejo de su lucha por la vida y la quimera, lo que la imaginación procura para que la realidad, y sus precariedades y afrentas, no culmine la derrota, aunque sea en la experiencia de la muerte cuando el caballero de la triste figura cubra el límite de sus hazañas, desde el trance de una locura redentora a la quimera y, finalmente, a la cordura que ensalza y redime la existencia trastornada de quien salió de casa para salvar al mundo. Mis personajes no tienen tanta nobleza pero son conscientes de alguna ejemplaridad heroica, ya que sus aventuras se consuman al doblar las esquinas donde aguarda el destino y la consecuencia de alguna perdición o la expectativa de un sueño que pudiera salvarlos. A ellos vivo entregado, ya que son ellos quienes me salvan a mí. Muchas gracias por su atención.
  8. Albert Soler, gerundense de cuna, no ha podido firmar este Sant Jordi ejemplares de 'Puigdemont: el regreso del Vivales' en las librerías de su ciudad. «Por una razón u otra, ninguna librería me ha encontrado hueco para firmar. Pasaré el día en Barcelona, que tiene más mar y menos caspa», explica. Y no será porque su editor, Luis Campo Vidal, no lo intentó: «En una librería justificaron la negativa diciendo que solo firmarían libro infantil», comenta. ¿Y qué hay más infantil que el proceso independentista?», apostilla Soler. Soler tiene buenos amigos. Son como los de la canción de Serrat, aquellos que «se exhiben sin pudor beben a morro y se pasan las consignas por el forro». Por ejemplo, Antonio Cuéllar.... Ver Más
  9. Esta historia empieza con Chris Cowell, un desarrollador de software de Portland que después de años escribiendo código decide sentarse a escribir libros. «Si no puedes explicar algo de manera simple, es que entonces no lo has entendido lo suficientemente bien», se repite, a modo de mantra. Cowell está rematando el manual de programación en el que ha invertido más de un año de trabajo junto a otros dos colegas. Al fin, tras mucho corregir, consiguen publicarlo. Tres semanas después, aún satisfecho, Cowell se encuentra un libro en Amazon con el mismo título que el suyo: 'Automating DevOps with GitLab CI/CD Pipelines'. Ya es casualidad, ¿no? Noticia Relacionada estandar Si Gilles Lipovetsky: «No podemos parar el avance de la inteligencia artificial, no se puede detener la técnica» Bruno Pardo Porto El pensador francés charla con ABC a su paso por Madrid, donde dio una conferencia sobre el culto al patrimonio en la hipermodernidad La autora, una tal Maria Karpos, es una completa desconocida para él. Rastrea su nombre en Google, pero no encuentra nada. No tiene biografía. No constan otros méritos más allá del libro en cuestión. El misterio se disipa cuando finalmente descubre que el texto, una reescritura del suyo, ha sido generado casi con total seguridad por inteligencia artificial (IA). Apenas unas semanas después de que 'The Washington Post' denunciara el caso de Cowell, la escritora independiente Caitlyn Lynch alertó en su cuenta de X de que los bots de inteligencia artificial estaban copando las listas de libros más vendidos de Amazon. De los cien principales ebooks de novela romántica para 'young adults', solo diecinueve parecían escritos por humanos. El resto eran cosas (¿literaturas?) generadas por IA. Por ejemplo, 'Wait you love me', de Quynh Thi, una presunta novela de sinopsis dadaísta: «No estaba contento, en ese momento no le importaba «echar leña al fuego». Girando la cabeza para mirar a Lam Tan Ngong, le dijo: «Iré al hotel a recogerte por la mañana»». La portada era una gaviota con mirada sospechosa. Si no entienden nada, empiezan a entender el problema. Aquello ocurrió en junio de 2023. Ahora Amazon ha decidido limitar la cantidad de libros que un autor puede autopublicar en un día. La nueva norma dice que un usuario solo puede lanzar tres libros, aunque la compañía no ha aclarado dónde estaba el límite antes. «Aunque no hemos visto un repunte en nuestras cifras de publicación, con el fin de ayudar a protegernos contra el abuso, estamos reduciendo los límites de volumen que tenemos en vigor para la creación de nuevos títulos», reza el comunicado de la empresa fundada por Jeff Bezos. Las guías de naturaleza y viajes eran algunos de los géneros más 'asediados' por la IA. «En España estos usos aún no están extendidos, no es una práctica generalizada», afirma Jorge Corrales, director general de Cedro, la asociación encargada de defender los derechos de propiedad intelectual de autores y editores. Sin embargo, en el sector ya han tomado posiciones, conscientes que se juegan el futuro antes que el presente. La noticia que agitó el debate fue la ilustración de la cubierta (portada, en el gremio) de una novela de Katherine J. Chen sobre Juana de Arco publicada por la editorial Destino, que pertenece al grupo Planeta, en febrero de este año. Nada más verla, el dibujante David López, que ha trabajado para Marvel y DC, señaló a través de su cuenta de X los errores que delataban que la imagen había sido generada por IA: de un mechón de pelo que nacía de la frente sin ningún sentido a una armadura que a veces es de cuero y otras de hierro. Varias librerías retiraron el título de sus estanterías, entre ellas Casa Tomada, Nuevo Nueve, Fandogamia, La Imprenta y La Llama Store. Ante la polémica, Planeta emitió un comunicado asegurando que la ilustración la había hecho un diseñador de su equipo «utilizando programas de diseño habituales, como Illustrator o Photoshop, que ya contienen desde hace tiempo utilidades de IA». «La inmensa mayoría de nuestras cubiertas se elaboran con medios y talento creativo tradicional», añadían. Kike Infame, presidente de Fadip (la Federación de Asociaciones de Ilustradores Profesionales), resume la postura del gremio: «Estamos en contra de esta tecnología porque es plagiaria. La IA generativa se entrena con las imágenes que rastrea en internet, tengan o no derechos de autor. Es su pecado original, pero los entusiastas de la IA nunca hablan de esto». Lo que le llama la atención, insiste, es que «desde las instituciones públicas abracen acríticamente esta tecnología que va contra los creadores». Pero es que las empresas que han desarrollado las aplicaciones de IA han repetido el patrón que han usado tantas veces: popularizan sus productos (normalmente ofreciéndolos de forma gratuita, como ChatGTP) antes de que la legislación pueda limitar sus usos. El dicho en Silicon Valley es: «Muévete rápido y rompe cosas». Ahora basta con abrir el chat de Bing y decir: «Hola, estoy escribiendo una novela sobre el Cid Campeador. ¿Podrías hacerme una portada?». En menos de un minuto, el sistema te ofrece cuatro. Es muy fácil. También lo es traducir libros enteros en Deepl. O escribirlos con cualquiera de los chatbots disponibles. O resumirlos. O convertir una historia escrita en un cómic. Todo a golpe de clic: rápido, barato, sencillo. Lo que no es tan sencillo es la trazabilidad del proceso. No se sabe con qué imágenes o textos se ha entrenado el sistema que usas. Cuáles son sus fuentes, su combustible. «Según los códigos éticos de los desarrolladores, estos no pueden usar contenido protegido por derechos de autor, pero esto no se respeta –lamenta Corrales–. Desde Cedro hemos pedido a las tecnológicas que operan en España con IA que nos informen de si han utilizado obras nuestras para entrenar. Y no hemos tenido respuesta de ninguna». —¿Y qué ocurre con la legislación? —Vamos hacia una aceptación implícita del 'fair use' americano, un marco de derechos de propiedad intelectual más laxo, en el que está permitido usar los contenidos protegidos sin pedir autorización, siempre y cuando esto no genere un perjuicio económico evidente. En el sector editorial hay quien todavía se resiste a estos 'progresos'. Diego Moreno, editor de Nórdica, que tiene un catálogo donde la ilustración tiene un gran peso, dice que ni han usado ni van a usar estas herramientas de IA. «Si queremos tener un sector rico en el ámbito de la creación deberíamos defender a quienes viven de esto. Un mundo sin ilustradores, impresores, autores o editores es un mundo peor», asevera. Es un discurso muy diferente al de los dos grandes grupos editoriales de España, Planeta y Penguin Random House. Los primeros dicen: «Estamos siempre atentos a la innovación tecnológica para mejorar nuestros procesos». Y los segundos: «En Penguin Random House nos mantenemos firmes en la defensa y protección del elemento humano de la creatividad, al tiempo que estudiamos las formas en que esta tecnología transformadora de inteligencia artificial puede ayudarnos a mejorar nuestras labores editoriales». Ambos, eso sí, prometen respetar los derechos de autor. En la editorial Anagrama comentan que la IA «puede ser una herramienta interesante para los creadores», y en Galaxia Gutenberg dicen que no la están usando, «de momento». Luis Solano, de Libros del Asteroide, añade un matiz a la ecuación: «Para una editorial literaria es impensable trabajar con IA, no me creo que vaya a funcionar bien nunca. Veo imposible que un software pueda traducir un texto literario a otro idioma respetando su complejidad». Hace unas semanas, el filósofo Gilles Lipovetsky hablaba con ABC sobre los límites de la IA: «Me pregunto si un robot hubiese sido capaz de crear la teoría de la relatividad de Einstein. Y no estoy seguro. No creo que una máquina pueda romper con lo anterior, inventar algo realmente nuevo». Es una opinión más común en el mundo de las ideas que en el de los algoritmos... No dejamos de preguntarnos hasta dónde podrá llegar el genio de una máquina, tal vez por miedo a perder el monopolio del arte. Hay quien ha definido a los chatbots como hablantes de «charlatán fluido», pero con el paso de los meses no han dejado de mejorar. En 'Inteligencia artificial. Guía para seres pensantes' (Capitán Swing), la investigadora Melanie Mitchell sostiene que la llegada de las máquinas creativas solo es cuestión de tiempo, aunque de «mucho tiempo». «Hay muchas formas de que un programa de ordenador pueda generar cosas en las que nunca había pensado su programador. (...) Pero ser creativo implica ser capaz de comprender y juzgar lo que uno ha creado. Por eso no se puede decir que ningún ordenador actual sea creativo. Es posible, pero falta mucho», escribe. Para Chema Alonso, Chief Digital Officer de la Telefónica y CEO de Telefónica Innovación Digital, es cierto que «la GenAI tiene los dedos «fríos» emocionalmente, y aunque pretenda por momentos escribir texto con emoción, aún le queda investigación que recorrer a los científicos». Sin embargo, añade: «Yo creo que mucho del contenido que consumimos hoy en día podría ser generado ya con IA porque realmente grandes escritores, grandes obras de literatura no son la mayoría». En ese sentido, destaca los modelos de GenAI basados en algoritmos de difusión. «Se pueden entrenar con imágenes libres de derechos y son igual de buenos. De hecho, la gracia de estos algoritmos es que nunca almacenan la imagen original, sino un conjunto de píxeles difuminados. Es como si yo veo una foto de Van Gogh y luego quiero dibujarla. Probablemente no sabría, porque mi cerebro no guarda una copia exacta de la imagen que he visto, sino una imagen «difuminada». Mezclamos en nuestra cabeza imágenes difuminadas para construir cosas nuevas. Es el mismo concepto». ¿Saben qué dijo Chris Cowell cuando le preguntaron qué pensaba después del plagio? Que lo que le molestaba no era tanto perder ventas sino saber que cualquier texto que él escribiera iba a ser inevitablemente introducido en un sistema de IA que le iba a hacer competencia. Y de la competición a la guerra no hay tanto.
  10. Antonio Iturbe nació en 1967 en Casetas, un barrio rural a quince kilómetros de Zaragoza. En 1930 llegó a Casetas Mariano Lozano Sesma junto a su esposa Joaquina. Venían de Mallén. Sastre de oficio y músico de vocación -tocaba el clarinete- se hizo cargo de la banda de música. Con pocos recursos y mucho voluntarismo, el éxito de la banda convirtió al forastero en un personaje muy popular, hasta ser elegido alcalde en 1936. Al estallar la Guerra Civil, unos falangistas lo fueron a buscar a su casa. Encarcelado en Torrero -la prisión de Zaragoza- acabó fusilado el 27 septiembre de aquel año terrible. Una calle de Casetas lleva hoy su nombre. A Mariano, apunta Iturbe, «le interesaba más el... Ver Más