Chico conoce chica a través de una cita en Tinder . Chico y chica se gustan y se van a vivir juntos. El chico es supersticioso; la chica, adicta a los catálogos de Ikea con el oso Kramig de mascota. La chica queda embarazada y acude con su chico al ginecólogo para monitorizar los nueves meses… Marta Buchaca , autora y directora de 'Kramig', confiesa su obsesión por la comedia romántica y los visionados compulsivos de 'Pretty Woman' o 'Dirty Dancing' para justificar esta obra que «retrata las relaciones desde un lugar honesto, lejos del género de la comedia romántica». Eso es lo que puede parecer en los primeros compases de la representación hasta que la historia de Laia y Toni se hunde hasta las simas de los tópicos. Las historias de parejas, las crónicas del «estamos embarazados», tan frecuentadas por las comedias –de Mariano Ozores a los 'Nueve meses' de Hugh Grant –, pueden sonar a 'dejà vu'. Todo dependerá de la originalidad en la manera de contarlas; no es el caso de 'Kramig', una pieza más cercana a la 'sitcom' televisiva de broma epidérmica y risa floja que al humor que propicia la reflexión irónica sobre los avatares sentimentales. Ahí radica la diferencia entre la escritura de Buchaca y, por ejemplo, el magistral 'Coro de los amantes' de Tiago Rodrigues que tuvimos la dicha de ver hace poco en el Lliure: el paso del tiempo y las etapas vitales de una pareja. Se podría objetar a tan odiosa comparación que la voluntad de Buchaca es hacernos pasar el rato si en el programa de mano –¡ocho páginas!– la autora no admitiera su intención de «reflexionar sobre el amor real, aquel que requiere valentía para afrontar los retos y las imperfecciones». Pese a esa ambición «reflexiva», 'Kramig' se queda en una retahíla de situaciones previsibles sobre la vida en común, salpicadas con tonadas tan socorridas como el 'Boig per tu' de Sau o el tema de 'Oficial y caballero'. Una mirada convencional que Biel Duran y Anna Moliner asumen con disciplina profesional. Con simpatía interpretativa intentan sortear los bajones de ritmo de una obra que olvidaremos al poco de salir del teatro.
Martha Graham es una figura capital en la historia de la danza; en su día se le comparó, para señalar su importancia, con Pablo Picasso e Igor Stravinski. Pero más allá de su talento, su visión o su innovación (muchísimo en los tres casos), hoy queda su legado. La RAE lo define como «aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial». Y el programa presentado por la Martha Graham Dance Company en el Centro de Danza Matadero (enmarcado en las celebraciones de su centenario, que será en 2026) muestra bien a las claras la trascendencia del legado de la bailarina y coreógrafa estadounidense. Con coreografías como 'Lamentation' (1930), 'Deep Song' (1937), 'Appalachian Spring' (1944), 'Night Journey' (1947) o 'Clytemnestra' (1958) -por citar solo una pequeñísima parte de su importante producción-, Martha Graham (1894-1991) abrió las puertas a la danza moderna y contemporánea que tendría otros grandes creadores en figuras como Isadora Duncan, Denis Shawn, José Limón, Ruth St. Denis o Doris Humphrey . Martha Graham creó un lenguaje propio, una manera de entender la danza que entroncaba con la cultura clásica y que buscaba la tierra tanto como el aire. El movimiento perseguía expresar sentimientos, contar historias en su singularidad y sus espectáculos buscaban además la complicidad de artistas plásticos para la escenografía y el vestuario. Todo ello se puede ver en ' Diversion of Angels ' (1948), una de sus más emblemáticas coreografías, y que abre el programa presentado en Madrid (al igual que lo hizo en su primera visita a la capital, en 1987 ). Es una pieza sobre el amor, visto desde tres puntos de vista y simbolizado por tres mujeres vestidas con tres colores: romántico y puro (blanco), pasional y erótico (rojo) y juvenil y juguetón (amarillo). Es una coreografía expresiva y vitalista que casi ochenta años después de su creación sigue destilando frescura. ' Immediate Tragedy ', un intimista y conmovedor solo, muestra otro de los rostros de Martha Graham, su humanismo. Al otro lado del Atlántico, mostraba (lo hizo en más de una coreografía) su preocupación por la Guerra Civil española, y con esta dolorosa pieza (que bailó de forma emocionante y cautivadora Anne Soulder ) rendía homenaje a las mujeres españolas (aunque algunas políticas actuales crean que lo han inventado ellas, el feminismo existía ya en 1937 y no hacían falta eslóganes de pancarta para procramarlo; el arte llega más lejos). El legado de un creador (una creadora en este caso) no solo son las obras que deja; también, y es quizás más importante, su huella. La de Martha Graham quedó en figuras como Alvin Ailey, Paul Taylor o Merce Cunningham, y sigue marcando el camino a creadores actuales. El mejor ejemplo son las dos obras que cierran el programa: ' We the People ', de Jamar Roberts; y ' Cave' , de Hofesh Shechter. Dinámica, contagiosa, poderosa, sobre una música de raíces folk y country de Rhiannon Giddens, es un canto a la humanidad y un trabajo profundamente emocional. En 'Cave', Shechter busca los claroscuros para crear una pieza de una desbordante energía, donde el silencio tiene tanta importancia como la música, cercana al techno y básicamente percutiva. Pero ver las creaciones de Martha Graham junto a las de Roberts y Shechter (las dos estrenadas en los últimos tres años) acentúa la admiración por una mujer que hace cien años supo crear con un talento colosal, una manera de entender el arte de la danza que hoy sigue siendo absolutamente contemporáneo.